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03 de octubre de 2018

El Che a 51 años de su asesinato

Año tras año se repiten los intentos de hacer desaparecer al Che. Y como no es posible, abundan los intentos patéticos de tergiversar la esencia de sus pensamientos y sus actos. Uno de los más indignantes, es el intento de trasladar la fecha de su conmemoración.

Terminar con el 8 de octubre, la fecha en que la dictadura boliviana dio por muerto al Che. Y que los pueblos tomaron para siempre como el día del revolucionario heroico. Aunque hoy conozcamos, en todos sus detalles, que fue fusilado al mediodía del 9 de octubre de 1967, en una escuela miserable, de un pequeño pueblo, La Higuera. Asesinato que fue la culminación previsible del odio despertado en todos los reaccionarios del mundo, por sus aportes revolucionarios y su ejemplo personal.

Y tratar de imponer el festejo de su nacimiento en Rosario, en lugar y fecha que todavía son discutidos, por la necesidad en esos momentos de ocultar que su madre se había casado en estado de embarazo. “Terrible falta”, para la hipócrita y machista sociedad porteña de aquella época, en la que la opresión de las mujeres no había sufrido aún el embate de la marea verde, la rebelión de nuestros días.

Como no pueden decir la verdad, argumentan que hay que festejar la vida y no la muerte. En realidad “se trata de sacarle las armas, dejar su “heroísmo”. Contraponer su amor a la humanidad, a su patria, a su pueblo y a su familia, con su lucha revolucionaria. Tratar de convertir al Che en un estéril objeto de veneración, descafeinado, bueno solo para remeras y posters”.

Cuando no se insinúa de un modo indirecto, canallesco, su “foquismo”, su carácter “utópico”, sus “tendencias suicidas”. Inútiles intentos para tergiversar su vigencia.

La personalidad más admirada del mundo
Es muy interesante la opinión sobre este tema de uno de sus más inteligentes biógrafos. “Ernesto Guevara Lynch, el Che, es, según una encuesta internacional realizada hace pocos meses, la personalidad más admirada en todo el mundo. No llama eso la atención, si se está atento a los noticieros internacionales y entonces, asiduamente se descubre su rostro, sobrevolando en pancartas y banderolas, en los cinco continentes, manifestaciones por mejores condiciones laborales, o en contra de la globalización o la guerra de Irak, o en multitudinarias reivindicaciones por los derechos humanos. El Che no es pasado sino presente por lo que simboliza, estemos o no de acuerdo con sus principios y sus métodos: el idealismo, el coraje, la coherencia entre lo que se piensa, dice y hace. Valores en crisis en una sociedad hegemónica que privilegia el individualismo, la inescrupulosidad, el materialismo”.

Excelente descripción de la opinión de vastísimos sectores populares y particularmente de una multitud de “jóvenes que sienten que al mundo le falta gente como él y le sobran dirigentes que hoy nos lesionan moral y económicamente”. Y agrega: “Atención: nunca se porta una camiseta o un tatuaje del Che ingenuamente, como si fuera la de Ricky Martin o Mick Jagger; siempre hay un mensaje, consciente o inconsciente, de rebeldía y desafío”. (Pacho O’Donnell, para el diario La Nación). Todo esto es la más pura verdad. Y dicha por alguien que se reconoce como reformista e idealista.

En la visión de Carlos del Frade: “Frente a la ferocidad implacable del capitalismo que le ha puesto fecha de remate a la casa cósmica que es el planeta, no cabe duda que la revolución está viva, aunque la palabra no se pronuncie. Ante la voracidad de los bancos y los imperios, la historia censurada del Che también vuelve a seducir una y otra vez a las generaciones que van pariendo la revolución feminista y los nuevos pronunciamientos en el tercer mundo”.

El Che es revolución
Para los comunistas revolucionarios, la vigencia del Che Guevara obedece a razones históricas profundas. En primer lugar, porque no han cambiado en su esencia las condiciones de la clase obrera, de los pueblos, que justificaron su lucha revolucionaria. Y porque hoy los problemas se mantienen. Distintos en la forma, pero iguales en la esencia. Porque en el mundo reina el capitalismo. No el “capitalismo salvaje” como dicen los que desde siempre han tratado inútilmente de “humanizarlo”.

No hay capitalismo imperialista que no sea salvaje, porque subsiste por la competencia feroz por las ganancias, hoguera en la que tiene que inmolar no solo la explotación de los obreros de sus propios países, sino disputar en todo el mundo, la plusvalía, la explotación de las masas campesinas y los mercados. Llevando en su disputa a la humanidad al borde de la guerra, de la mano de invasiones, guerras locales y guerras “económicas”.

Y la vida del Che, como él mismo manifestó, “es un canto de guerra al imperialismo”. En primer lugar del imperialismo yanqui, al que denunció como el enemigo principal de América. Pero también fue crítico implacable, como supimos tardíamente, de la transformación de Rusia en un nuevo imperialismo. Lo que lo llevará, como denuncia y demuestra Rosa Nassif, al exilio de Cuba, a la pérdida de toda nacionalidad. Y sin que él fuera totalmente consciente, al aislamiento de su guerrilla y a su muerte.

La muerte y el “fracaso” del Che
La muerte y el “fracaso” del Che, movilizaron al máximo el entusiasmo de “científicos”, “politólogos” y dirigentes de toda calaña, para fundamentar que hoy no es posible la revolución. Algún biógrafo llegó a decir que con el descubrimiento de su cadáver y su entierro en Santa Clara, también se terminaba de sepultar el “mito” del Che, aludiendo al camino armado de la revolución.

Pero, en los 51 años que siguieron a su muerte, no hubo un solo día sin la resistencia y la lucha del pueblo argentino, de los pueblos latinoamericanos y de todo el mundo. Como no podía ser de otro modo, frente a la explotación, la dependencia, las crisis, el hambre, las guerras, la doble opresión de las mujeres y los pueblos originarios, la falta de otra perspectiva para la juventud que la desocupación y la droga…

A la vez no ha surgido aún una experiencia de revolución social y definitiva independencia, sin destruir el aparato del estado de las clases dominantes. Como afirmaba el Che después de hacer la revolución en Cuba. Clases dominantes capaces de genocidios como los de Centroamérica, la dictadura de Videla en nuestro país, la de Pinochet en Chile, y tantos otros. Y por si alguien cree que son cosas del pasado, baste observar la amenaza de Trump de invadir con “marines” a Venezuela, o al Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Brasil repitiendo oficialmente por segunda vez que no va permitir “desvíos” de la senda correcta.

Sí se han repetido intentos fallidos de lograr la independencia de un imperialismo apoyándose en otra superpotencia, pero eso ha llevado lamentablemente al fracaso de la mayoría de los procesos denominados “socialismos siglo XXI”. El Che sigue vigente, en lo más profundo, porque sigue siendo necesaria la revolución. Y para ello la unidad de todas las fuerzas revolucionarias de un pueblo, que si decide alzarse, más tarde o más temprano, podrá derrotar a los enemigos por poderosos que aparezcan.

Aunque más no fuera por eso. Y no tuviéramos en cuenta sus aportes profundos en el análisis de la revolución y el socialismo en Cuba. Su estudio, tan prematuro como ocultado sobre las desviaciones del socialismo y la aparición del socialimperialismo. Su decisión de no doblegarse y luchar hasta el fin. Sus preocupaciones sobre el socialismo y el “hombre nuevo”, que recobran más importancia que nunca en la actualidad. Y hasta sus relatos de viajes y poesías. Aunque más no fuera por eso, tomamos sus banderas hace 50 años. Y las llevamos hasta nuestros días al frente de todas las luchas, incluso las económicas y electorales. En épocas de dictadura, de retroceso y de auge.

Las mantenemos hoy, cuando desde el fondo de los dolores y miserias que nos trae una nueva vuelta de tuerca reaccionaria, la de los Macri, Dujovne y la Bullrich, surge una posibilidad nueva de pelear con la mayoría del pueblo por cada uno de nuestros derechos y por las grandes cosas, por los cambios revolucionarios, única forma de que se garantice la dignidad y la felicidad del pueblo y la soberanía de la patria.

Y mientras mantengamos esas banderas, ratificaremos y defenderemos la vigencia de las ideas y el ejemplo de Ernesto “Che” Guevara.

Escribe Luis Molinas

Hoy N° 1737 03/10/2018