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08 de octubre de 2014

El 8 de octubre se cumplen 47 años del asesinato de Ernesto “Che” Guevara en las selvas de Bolivia. De su discurso de apertura del 
Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes, en La Habana, el 28 de julio de 1960, extractamos estos párrafos.

El Che Guevara y la Revolución Cubana

A 47 años de su asesinato en Bolivia

Si a mí me preguntaran si esta Revolución que está ante los ojos de ustedes es una revolución co-munista, después de las consabidas explicaciones para averiguar qué es comunismo y dejando de lado las acusaciones manidas del imperialismo, de los poderes coloniales, que lo confunden todo, vendríamos a caer en que esta Revolución, en caso de ser marxista –y escúchese bien que digo marxista–, sería porque descubrió también, por sus métodos, los caminos que señalara Marx. (…)
Esta Revolución cubana, sin preocuparse por sus motes, sin averiguar qué se decía de ella, pero oteando constantemente qué quería el pueblo de Cuba de ella, fue hacia adelante, y de pronto se encontró con que no solamente había hecho, o estaba en vías de hacer la felicidad de su pueblo, si no que habían volcado sobre esta Isla, las miradas curiosas de amigos y enemigos, las miradas esperanzadas de todo un continente, y las miradas furiosas del rey de los monopolios.
Pero todo esto no surgió de la noche a la mañana, y permítanme ustedes que les cuente algo de mi experiencia, experiencia que puede servir a muchos pueblos en circunstancias parecidas, para que tengan una idea dinámica de cómo surgió este pensamiento revolucionario de hoy, porque la Revolución cubana de hoy, continuadora sí, no es la Revolución cubana de ayer, aun después de la victoria, y mucho menos es la insurrección cubana antes de la victoria; de aquellos jóvenes que en número de ochenta y dos cruzaron en un barco que hacía agua las difíciles zonas del Golfo de México, para arribar a las costas de la Sierra Maestra, a estos representantes de la Cuba de hoy, hay una distancia que no se mide por años, o por lo menos no se mide por años en la forma correcta de hacerlo, con sus días de veinticuatro horas y sus horas de sesenta minutos.
Todos los miembros del Gobierno cubano, jóvenes de edad, jóvenes de carácter y de ilusiones han, sin embargo, madurado en la extraordinaria Universidad de la experiencia y en contacto vivo con el pueblo, con sus necesidades y con sus anhelos. Todos nosotros pensamos llegar un día a algún lugar de Cuba y tras de algunos gritos y algunas acciones heroicas y tras de algunos muertos y algunos mitines radiales tomar el poder y expulsar al dictador Batista. La historia nos enseñó que era mucho más difícil que eso derrotar a todo un gobierno respaldado por un ejército de asesinos, que además de ser asesinos, eran socios de ese Gobierno y respaldados en definitiva por la más grande fuerza colonial de toda la tierra.
Y fue así como poco a poco cambiaron todos nuestros conceptos. Como nosotros, hijos de las ciudades aprendimos a respetar al campesino, a respetar su sentido de la independencia, a respetar su lealtad, a reconocer sus anhelos centenarios por la tierra que le había sido arrebatada y a reconocer su experiencia en los mil caminos del monte. Y cómo los campesinos aprendieron de nosotros el valor que tiene un hombre, cuando en sus manos hay un fusil y cuando ese fusil está dispuesto a disparar contra otro hombre, por más fusiles que acompañen a este otro hombre.
Los campesinos nos enseñaron su sabiduría y nosotros enseñamos nuestro sentido de la rebeldía a los campesinos. Y desde ese momento hasta ahora y para siempre, los campesinos de Cuba y las fuerzas rebeldes de Cuba, y hoy el Gobierno Revolucionario cubano, marchan unidos como un solo hombre.
Pero siguió progresando la Revolución y expulsamos de las abruptas laderas de la Sierra Maestra a las tropas de la dictadura, y llegamos entonces a tropezarnos con otra realidad cubana, que era el obrero, el trabajador, ya sea el obrero agrícola o el obrero de los centros industriales y aprendimos de él también y también le enseñamos que en un momento dado, mucho más fuerte y positivo que la más fuerte y positiva de las manifestaciones pacificas, es un tiro bien dado a quien se lo debe dar. Aprendimos el valor de la organización, pero enseñamos de nuevo el valor de la rebeldía y de este resultado surgió la rebeldía organizada por todo el territorio de Cuba.
Ya había transcurrido mucho tiempo y ya muchas muertes, muchas de ellas combativas y otras inocentes, jalonaban el camino de nuestra victoria. Las fuerzas imperialistas empezaron a ver que en lo alto de la Sierra Maestra había algo más que un grupo de bandoleros o algo más que un grupo de ambiciosos asaltantes del poder; sus bombas, sus balas, sus aviones y sus tanques fueron dados generosamente a la dictadura y con ellos de vanguardia, pretendieron volver a subir, y por última vez, la Sierra Maestra.
A pesar del tiempo transcurrido, a pesar de que ya columnas de nuestras fuerzas rebeldes habían partido a invadir otras regiones de Cuba y estaba formado ya el Segundo Frente Oriental “Frank Pais”, bajo las órdenes del comandante Raúl Castro, a pesar de todo eso, de nuestra fuerza en la opinión pública, de que éramos ya materia de cintillos en periódicos en sus secciones internacionales en todos los lados del mundo, la Revolución cubana contaba con doscientos fusiles, no con doscientos hombres, pero con doscientos fusiles para detener la última ofensiva del régimen, en la cual acumuló diez mil soldados y toda clase de instrumentos de muerte, y la historia de cada uno de esos doscientos fusiles es una historia de sacrificio y de sangre, porque eran fusiles del imperialismo, que la sangre y la decisión de nuestros mártires habían dignificado y convertido en fusiles del pueblo. Y así se desarrolló la última etapa de la gran ofensiva del ejército, que llamaron ellos “de cerco y aniquilamiento.
Por eso les digo yo a ustedes, juventud estudiosa de toda América, que si nosotros hoy hacemos eso que se llama marxismo, es porque lo descubrimos aquí. Porque en aquella época, y después de derrotar a las tropas de la dictadura y después de hacer sufrir a esas tropas mil bajas, es decir, de hacerles cinco veces más bajas que el total de nuestras fuerzas combatientes, y después de haber ocupado mas de seiscientas armas, cayó en nuestras manos un pequeño folleto que estaba escrito por Mao Tsetung, y en ese folleto que trataba precisamente sobre los problemas estratégicos de la guerra revolucionaria en China, se describían incluso las campañas que Chiang Kaishek llevaba contra las fuerzas populares y que el dictador denominaba como aquí “campañas de cerco y aniquilamiento”. Y no solamente se habían repetido las palabras con que ambos dictadores, en lugares opuestos del mundo, bautizaban su campaña, repitió el tipo de la campaña que esos dictadores hicieron para tratar de destruir a las fuerzas populares y se repitió por parte de las fuerzas populares, sin conocer los manuales que ya estaban escritos sobre estrategia y táctica de la guerra de guerrillas, lo mismo que se preconizaba en el otro extremo del mundo para combatir a esa fuerza; porque naturalmente, cuando alguien expone una experiencia puede ser por cualquiera aprovechada, pero también puede ser vuelta a realizar esa experiencia sin necesidad de que se conozca la experiencia anterior. 
Nosotros no conocíamos las experiencias de las tropas chinas en veinte años de lucha en su territorio, pero aquí conocíamos nuestro territorio, conocíamos nuestro enemigo y usamos algo que todo hombre tiene sobre sus hombros y que si lo sabe usar vale mucho: usamos la cabeza también para combatir al enemigo. De allí resultó su derrota.
(Che Guevara: Mensaje a los jóvenes, Cuadernos…Nº 29).