…no todo está perfecto todavía ni mucho menos. Muchas cosas hay que arreglar.
Sin ir más lejos: hacíamos ahora una pequeña estadística: 197 compañeros han sido reconocidos con todas las cualidades necesarias para integrar el Partido Unido de la Revolución Socialista en este centro de trabajo, donde hay más de tres mil obreros. ¿Cuál es la cifra exacta? Bueno, cuatro mil, lo mismo da para los efectos estadísticos. De allí se han elegido 197 compañeros, pero de esos 197 compañeros, solamente hay cinco mujeres. Y, sin embargo, la proporción de mujeres que trabajan aquí, en Ariguanabo, es mucho mayor que ese 2,5 que arroja nuestra estadística. Esto indica que hay un fallo en la incorporación de la mujer, en igualdad de derechos, en igualdad de condiciones, al trabajo activo de la construcción del socialismo. Y sería bueno que todos nos pusiéramos a analizar en cada lugar el porqué.
Dos causas son las que lucen, aparentemente, más claras y determinantes en esto. Una de ellas es que, efectivamente la mujer todavía no se ha desatado de toda una serie de lazos que la unen a una tradición del pasado que está muerto. Y, esa manera, no se incorpora a la vida activa de un trabajador revolucionario. Otra puede ser, que la masa de trabajadores, el llamado sexo fuerte, considera que todavía las mujeres no tienen el suficiente desarrollo, y hacen valer la mayoría que tienen; en lugares como éstos se notan más los hombres, se hace más claro su trabajo, y de allí se olvida un poco, se trata subjetivamente el papel de la mujer.
Hace unos meses -pocos meses- nosotros tuvimos que cambiar una funcionaria en el Ministerio de Industrias, una funcionaria capaz. ¿Por qué? Porque tenía un trabajo que la obligaba a salir por las provincias, muchas veces con inspectores o con el jefe, con el Director General. Y esta compañera, que estaba casada -creo que con un miembro del Ejército Rebelde-, por voluntad de su marido, no podía salir sola; entonces, tenía que supeditar todos sus viajes a que el marido dejara su trabajo, y la acompañara a cualquier lugar donde tuviera que ir, de una provincia.
Esta es una manifestación cerril de discriminación de la mujer. ¿Es que acaso la mujer tiene que acompañar al marido cada vez que tiene que salir por el interior de las provincias, o por cualquier lugar para vigilarlo, no vaya a caer en tentaciones, o algo por el estilo?
¿Qué indica esto? Pues, sencillamente, que el pasado sigue pesando en nosotros; que la liberación de la mujer no está completa. Y una de las tareas de nuestro Partido debe ser lograr su libertad total, su libertad interna, porque no se trata de una obligación física que se imponga a las mujeres para retrotraerse en determinadas acciones; es también el peso de una tradición anterior.
Y en esta nueva etapa que vivimos, en la etapa de construcción del socialismo, donde se barren todas las discriminaciones y sólo queda como única y determinante la dictadura, la dictadura de la clase obrera, como clase organizada sobre las demás clases que han sido derrotadas; y la preparación en un largo camino que estará lleno de muchas luchas, de muchos sinsabores todavía, de la sociedad perfecta que será la sociedad sin clases, la sociedad donde desaparezcan todas las diferencias, en este momento no se puede admitir otro tipo de dictadura que no sea la dictadura del proletariado como clase.
Y el proletariado no tiene sexo; es el conjunto de todos los hombres y mujeres que, en todos los puestos de trabajo del país, luchan consecuentemente para obtener un fin común.
02 de octubre de 2010