El miércoles pasado el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió a “los gobiernos del mundo” (sin referencia a país alguno) por las medidas económicas tomadas frente a la pandemia del nuevo coronavirus que podrían atizar estallidos sociales, si son “insuficientes” o “más orientadas hacia las grandes corporaciones que hacia las personas». Al respecto recordó manifestaciones como las ocurridas en Chile, Ecuador o Francia en los últimos años.
Por su parte, al otro día el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, alertó sobre “los gobiernos” (tampoco mencionó país alguno) que aprovechan la emergencia provocada por la pandemia del coronavirus para erosionar los derechos humanos, al develar un informe al respecto. Y agregó en el comunicado: «En un contexto de etno-nacionalismo (racismo) creciente, populismo, autoritarismo y arremetida contra los derechos humanos en algunos países, la crisis puede crear un pretexto para adoptar medidas represivas con objetivos sin relación con la pandemia».
No hubo referencias particulares en esos documentos que, cuando hablan de populismo o de “tentaciones autoritarias” en general, resulta que se encubre a la demagogia fascista como pasa con los Macri, Aznar y compañía: en la noche oscura todos los gatos son pardos, dice el refrán. Pero lo señalado se puede advertir en las grandes potencias imperialistas y también en muchos países dependientes del continente americano, del asiático, y del europeo regidos por oligarquías proimperialistas. Aquí nomás tenemos el caso de Chile dónde, si bien el virus en sí puede haber enfriado la revuelta, el gobierno de Sebastián Piñera ha aprovechado el “estado de catástrofe” para desplegar una enorme fuerza militar en las calles de las principales ciudades, con lo que busca evitar cualquier tipo de protesta. O el caso de Brasil donde Bolsonaro aprovecha la crisis para ganar adeptos con su demagogia fascista, incluso presentándose como “antiimperialista” en la relación con China, y se prepara para la represión “purgando” a las fuerzas policiales federales en lo que se enfrentó –después de haber expulsado ministro de Salud– con su ministro del Interior, Sergio Moro, considerado “demasiado liberal” en el tema represivo.
Que la segregación y fascistización de los Estados es un producto del propio sistema imperialista-capitalista exacerbado por la crisis del Coronavirus se puede ver también en el caso de Singapur, un país asiático que era “modelo” del desarrollo proimperialista y fue mostrado como «ejemplo» contra la pandemia. Antes de que la enfermedad tuviera un nombre, esa isla-país ya tenía estrictas restricciones de viaje y una operación eficiente de rastreo de contactos con sus servicios de inteligencia, que mantenía a raya la propagación del virus. Pero desde mediados de abril el número de casos infectados se viene acelerando. La mayoría de los contagios provienen de los apretados y hacinados vastos alojamientos para los millones de trabajadores migrantes de los otros países de Asia, discriminados y superexplotados para la enorme riqueza y poderío de sus monopolios.
También podemos referirnos, aunque con su propia especificidad, a la originaria discriminación y creciente fascistización del Estado de Israel en su avance sobre las tierras de Palestina cercando y penetrando con sus colonias en Cisjordania y hasta en los vecindarios palestinos en Jerusalén-Este. Israel ahora aprobó el uso de tecnología de espionaje telefónico desarrollada en el uso contra los palestinos (el llamado espionaje cibernético), y también la utilización de drones para verificar autoaislamiento de enfermos. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, autorizó a la agencia de seguridad interna de su país a rastrear a los ciudadanos utilizando un banco de datos secreto de teléfonos celulares desarrollado para combatir a los palestinos. Al monitorear los movimientos de las personas, el gobierno puede castigar a quienes desafían las órdenes de aislamiento con hasta seis meses de prisión. De paso, Netanyahu aprovechó para cerrar todos los tribunales de justicia del país. De esa manera se aseguró un retraso de al menos seis meses en su comparecencia programada para responder a graves cargos de corrupción.
En la Argentina, a la dominación económica, política y de los medios de comunicación de las grandes potencias imperialistas se suma la penetración de sus servicios de Inteligencia para el seguimiento y control de los movimientos de la población o determinados sectores de la misma. Recurren para ello a una aceitada relación con sectores de los servicios y de las fuerzas de Seguridad forjada desde los tiempos de las dictaduras militares y reforzada en los últimos años con su asistencia en el conocimiento y aparatología moderna de información, el llamado ciberespionaje, tratando de aprovechar ahora las limitaciones a la circulación de la población necesarias para evitar la propagación del Coronavirus. Como lo dijo la embajadora de Israel en la Argentina, Galit Ronen, con la “toma de medidas preventivas”. Expresó: “Hay cuatro formas en las que estamos cooperando: hacemos videoconferencias con varias instituciones de salud y compartimos nuestra experiencia, más que todo en la gestión y no en los detalles médicos. Por ejemplo: cómo hacemos la cuarentena o cómo equipamos a los hospitales. También, hacemos videoconferencias para prevenir los ataques cibernéticos sobre las infraestructuras”. Como se puede ver el objetivo no es la salud, como tampoco era el objetivo principal de la segregación y centralización de la información sobre los mayores de 70 años a través de un único teléfono, que se pretendió en la CABA (Ver: https://pcr.org.ar/nota/el-gobierno-porteno-del-pro-tuvo-que-recular/). En ese tipo de propuestas control también se incuba la serpiente fascista en defensa de los intereses de oligarcas e imperialistas.
Escribe Eugenio Gastiazoro
Hoy N° 1812 29/04/2020