Para un mecanicista, la dualidad de poderes es incomprensible. Dos “gobiernos”. Uno “principal, auténtico y efectivo de la burguesía, el Gobierno Provisional”. El otro “suplementario, accesorio, de control… que se apoya directamente en la indudable mayoría absoluta del pueblo, en los obreros y soldados armados”. La “peculiaridad importantísima…consiste en que el Soviet… entrega voluntariamente el poder del Estado a la burguesía y a su Gobierno Provisional, le cede voluntariamente la primacía”. Y todo esto con la anuencia de la mayoría de esos mismos obreros y soldados a los que representa.
Efectivamente, nuestro mecanicista se encuentra ante una escena irreversible. Desde ya que no era el caso de Lenin. A lo largo de esos tumultuosos meses, frente a cada situación concreta descerraja un ejercicio de análisis asentado en tres pilares: a) determinar el carácter de la contradicción, b) una franca evaluación del estado subjetivo de los distintos actores y c) ir más allá de la contemplación de la foto incorporando a ella el accionar transformador del Partido de vanguardia. Así es como Lenin concibe ese fenómeno tan infrecuente de la dualidad de poderes y se plantea desarrollar al máximo su potencialidad.
“Es necesaria, por tanto, una labor de crítica y esclarecimiento de los errores de los partidos pequeñoburgueses… una labor de preparación y cohesión de los elementos del partido proletario… cada día que pase, la inconsciencia confiada y la confianza inconsciente irán desapareciendo, sobre todo entre los proletarios y los campesinos pobres, a quienes la vida (su situación económico social) enseña a no confiar en los capitalistas”. A esta lucha por ganarse el corazón de las masas se volcaron los bolcheviques. Tanto en sus aristas ideológicas como en las políticas.
Lenin estaba convencido de que las grandes masas populares harían su experiencia. Los discursos incendiarios de los eseristas y mencheviques poco tenían que ver con los hechos que ellos mismos promovían. En éstos prevalecían los compromisos y su carácter de clase. Por lo tanto, ¿cuánto más podría perdurar el engaño?
La subjetividad de las masas es un campo harto complejo. Durante las primeras horas de la Revolución de Febrero lo concreto para esas mujeres manifestando era el reclamo de Pan. El destino del zar era, todavía, una abstracción. Nadie lucha por abstracciones. Hasta era posible que en algunos sectores que se iban volcando a las calles hubiera expectativas en que el zar se compadeciera de tan dura situación. Muchos eran conscientes de que ello era difícil y aun así preferían esa incierta posibilidad a los riesgos del precipicio. Y el zar hizo algo: reprimió. Se descorrió un velo. Nicolás no era el camino al Pan. Era la causa por la cual faltaba. La necesidad de terminar con el zarismo, que desde el inicio había sido lo concreto para una pequeña minoría pasó de abstracto a concreto para la mayoría. El fragor de una Revolución logró este “milagro” en tan solo 7 días.
Ya no estaba el zar. En las masas coexistían el orgullo por la faena realizada y la inquietud por las reivindicaciones insatisfechas. Pero, en el balance entre uno y otra proletarios y campesinos, con y sin uniforme, les otorgaban tiempo a sus dirigentes. Ante esta contradicción, en Lenin no hay atisbo de reproche sino respeto. Explica su raíz material, su carácter de clase. Pero agrega, en este indómito caos que es una revolución todos harán su aprendizaje. Más tarde o más temprano descubrirán las esencias hoy veladas. No nos es indiferente que sea más temprano que tarde. Porque tarde puede ser tarde. A esta tarea convocaba Lenin.
Las Tesis de Abril son un capítulo fundamental en este ejercicio continuo. Hacia adentro del Partido debe instalar el concreto “se terminó la etapa democrático burguesa. Ahora marchamos a la conquista del Poder”. En la propia conducción bolchevique no faltan quienes lo acusan de aventurero. Ese mote reaparece en repetidas ocasiones a lo largo de los meses. Lo que en el tardío octubre lleva a Kamenev y Zinoviev a sabotear la insurrección, en el temprano abril es una carga cerrada contra la estrategia impulsada por Lenin. La arabescada fundamentación recala en argumentos por derecha (las masas las tienen otros) y por “izquierda” (la revolución en Rusia será una consecuencia natural del triunfo del socialismo donde éste debe comenzar, que es en Alemania).
Lenin tiene plena conciencia de que atraviesan un estrecho desfiladero y de que a ambos lados acecha la derrota. Estrategia y tácticas (así, en plural) al servicio del gran objetivo. Situaciones cambiantes movieron las tácticas. Hasta junio, mientras existió de hecho el doble poder (el del gobierno provisional y el de los soviets), se mantuvo la consigna de “todo el poder a los soviets”. Pero la situación cambió al reiniciar el gobierno la guerra contra Alemania y los partidos pequeñoburgueses traicionaron subordinando totalmente el Soviet al gobierno reaccionario, avalando los fusilamientos en el frente y la represión interna, como quedó claro en las jornadas de Julio. A Lenin y los bolcheviques se les planteó entonces la necesidad de encarar una nueva etapa, la de prepararse y preparar a las masas para la toma del poder a través de la insurrección armada.