El Programa de nuestro Partido plantea que “la contradicción fundamental que hay que resolver en la actual etapa histórica y que determina el carácter de la revolución argentina es la que opone al imperialismo, la oligarquía terrateniente y el gran capital a ellos asociados, por un lado, y por el otro, a la clase obrera, los campesinos pobres y medios, la pequeña burguesía urbana, la mayoría de los estudiantes e intelectuales y los sectores patrióticos y democráticos de la burguesía urbana y rural. De las numerosas contradicciones existentes en la sociedad argentina sólo ésta es la principal, la que desempeña el papel determinante.”
Nuestro Programa define claramente el carácter, los blancos y la perspectiva de la revolución argentina. Al hacerlo trazó la línea estratégica para el proletariado revolucionario, ya que, como enseñó Stalin, la estrategia determina “la dirección del golpe principal de ataque del proletariado tomando por base la etapa en que se encuentra la revolución.”
La táctica del Partido (definida por Stalin como “la línea de conducta del proletariado durante un período relativamente corto de flujo o reflujo del movimiento”) debe ajustarse a esa estrategia. Si olvidásemos que la táctica está supeditada y sirve a la estrategia, caeríamos inevitablemente en el oportunismo.
Tres errores
Dado el carácter de la revolución argentina, es un error ubicar como blanco de la misma a la burguesía nacional, como hicieron las organizaciones de la pequeña burguesía radicalizada durante el gobierno peronista, cuando golpearon centralmente primero a Perón y luego a Isabel. Repitieron así el error del P“C” en 1930, en 1945 y en 1955, con lo que favorecieron, objetivamente, a los enemigos de la revolución argentina que preparaban el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
También es un error golpear al imperialismo y olvidarse de los terratenientes y la burguesía intermediaria. Sin la ayuda de éstos, el imperialismo -dado nuestro carácter de país dependiente- no podría oprimirnos.
Otro error es otorgar a los terratenientes como clase, una independencia que no tienen respecto del imperialismo. Como clase, los terratenientes argentinos han sido y son la principal base social de la dominación del imperialismo. Luego del 24 de marzo algunas fuerzas de “izquierda” que coinciden, vergonzosamente, con el socialimperialismo, plantearon que la dictadura videlista expresaba a los terratenientes y que éstos “oscilaban” entre yanquis y rusos. Con lo que ocultaban, con el mismo celo con que lo hacen las publicaciones del falso P“C”, que los testaferros del socialimperialismo y los terratenientes y burgueses prosoviéticos hegemonizaban la dictadura y eran los patrones de Videla.
La lucha interimperialista
A diferencia de algunos otros países coloniales, semicoloniales y dependientes, la Argentina ha sido y es un país disputado por varios imperialismos. Esto, que es malo, puede transformarse en algo bueno desde el punto de vista de la lucha liberadora porque en cierta medida esa disputa puede ser utilizada por las fuerzas antiimperialistas.
Actualmente se libra una feroz disputa por el control de la Argentina entre el socialimperialismo soviético y los EE.UU.
Cuando yanquis y rusos se unen (como sucedió cuando se coaligaron para dar golpe de Estado del 24 de marzo) son más fuertes que el movimiento antiimperialista.
Ya que no podemos derrotarlos a los dos simultáneamente, tenemos que “saber disponer nuestras fuerzas de modo tal que se peleen entre ellos.” (Lenin).
Lenin señaló en 1920 que por mucho tiempo “hasta la victoria definitiva del socialismo en todo el mundo” los comunistas rusos deberían aferrarse a una regla aprendida en la práctica y que permitió salvar a la revolución naciente: “aprovechar los antagonismos y las contradicciones entre los imperialismos, entre dos grupos de Estados capitalistas, para incitarlos el uno contra el otro”. (Lenin, Obras Completas, Tomo XXXI, pág. 423).
En su trabajo “Sobre diez grandes relaciones” planteó el camarada Mao Tsetung: “En el plano internacional, debemos unirnos con todas las fuerzas unibles, trabajar por que se tornen neutrales las fuerzas que aun no lo son, e incluso disgregar y utilizar fuerzas reaccionarias.”
La experiencia internacional de la clase obrera y del movimiento antiimperialista ha demostrado la justeza de esa recomendación táctica de Lenin y de Mao. También ha demostrado la necesidad de tener en cuenta -como ellos enseñaron- cuál es la principal rivalidad a escala mundial, y cuál es el imperialismo más agresivo.
En el período anterior a la Segunda Guerra Mundial la principal contradicción interimperialista era la que oponía a Francia, Inglaterra y los EE.UU. a los países del que luego sería el Eje fascista (Alemania, Italia y Japón). Y los imperialistas más agresivos eran los fascistas, especialmente la Alemania nazi. Al agredir Alemania a la URSS la guerra interimperialista se transformó en guerra mundial liberadora, y el imperialismo nazi-fascista se convirtió en el enemigo principal del proletariado a escala mundial.
Fue justo considerarlo así mundialmente, y de ninguna manera esto fue antagónico con los intereses liberadores de la revolución argentina. Menos aún porque en nuestro caso la existencia de importantes inversiones alemanas, una fuerte penetración de ese origen y la intención nazi -nunca disimulada- de adueñarse de nuestro país, hicieron del peligro creado por la agresividad imperialista nazi un peligro real.
Sectores pronazis participaron del golpe de Estado del 4 de junio de 1943.
Pero ese golpe se dio cuando ya los ejércitos nazis habían sido derrotados en Stalingrado. Muchos de los que habían creído posible apoyarse en la Alemania nazi para liberar a la Argentina del imperialismo inglés y evitar el sometimiento a los EE.UU., comenzaban entonces a dudar de esa posibilidad.
La dirección del P“C” sabía que en el grupo que dio el golpe del 4 de junio, junto a sectores nazis y pronazis, había otros que ya pensaban más en el mundo de postguerra que en la guerra. Y sabían que Perón estaba entre éstos. Así, el 18 de junio de 1944, Arnedo Alvarez, en un informe, diferenció a Perón del grupo fascista de Perlinguer-Velazco, señalando que “Perón se ha visto obligado a hacer ciertas concesiones al grupo Perlinguer-Velazco que no lo ve con buenos ojos y que cuenta con el apoyo de los grupos ‘nacionalistas’”.
Sin embargo, la dirección del P“C” calificó a Perón de “agente nazi” y al movimiento peronista de “movimiento fascista”.
El error se agravó cuando terminada la Segunda Guerra Mundial, y derrotada la Alemania nazi, los EE.UU. se transformaron en el imperialismo más agresivo a escala internacional, y en el gendarme y enemigo mundial de los pueblos. Esto sucedió en 1945 e inicialmente no todos los comunistas lo comprendieron. Por haberlo comprendido, en cambio, a fondo, pudo triunfar la Revolución China.
Se comprende mejor el error de la dirección del P“C” por el hecho de que la Unión Democrática se constituyó cuando ya los EE.UU. eran el principal enemigo a escala mundial. Y la Unión Democrática se organizó en acuerdo con la embajada yanqui en la Argentina (hecho hoy totalmente clarificado) y con el apoyo de la clase terrateniente.
Victorio Codovilla tenía ilusiones en la corriente liberal norteamericana con la que al calor de la alianza mundial antinazi, se habían hecho acuerdos de trabajo conjunto en Latinoamérica, acuerdos que se expresaron en gobiernos de Frente Unico en países de América Latina con la participación de los comunistas, o con el apoyo de éstos a diversos gobiernos apoyados también por el Departamento de Estado.
Codovilla no comprendió que derrotados los nazis las cosas habían cambiado a escala mundial. Como aquellos que hoy no ven al imperialismo ruso y lo siguen considerando “aliado”, Codovilla consideró “aliados” a los yanquis, que ya eran el imperialismo más agresivo a escala mundial, y el enemigo principal a nivel regional y nacional.
La dirección del PC, en 1946, perdió de vista a los enemigos estratégicos de la revolución argentina (el imperialismo y los terratenientes) y se alió con éstos, golpeando como enemigo principal a la burguesía nacional y a un imperialismo que ya había sido derrotado mundialmente en la Segunda Guerra Mundial.
La experiencia de esos errores de la dirección revisionista del P“C” fue hondamente meditada por los afiliados que en 1967 protagonizaron la más importante ruptura antirrevisionista en ese Partido y fundaron el PCR.
También la experiencia nos enseñó el peligro de hacer un análisis “economicista” en esta cuestión. El peligro de ver sólo algunos aspectos económicos y no ver el conjunto de la situación nacional e internacional. Cuando el imperialismo nazi era mundialmente el imperialismo más agresivo y peligroso, el imperialismo yanqui era, mundialmente, desde el punto de vista económico más fuerte que el imperialismo alemán.
La experiencia nacional nos enseña también a no aplicar mecánicamente análisis válidos regionalmente a nuestro caso particular. Cuando América Latina era considerada el “patio trasero” del imperialismo yanqui (en la década del treinta), la Argentina era un país dependiente de Inglaterra.
Una cuestión actual
Determinar con exactitud las contradicciones imperialistas y ajustar a la luz de ese análisis la táctica del partido del proletariado revolucionario es una cuestión actual de nuestra lucha liberadora.
Hoy las dos superpotencias, la URSS y los EE.UU., son el principal enemigo de los pueblos a escala mundial. Incluso oprimen a países capitalistas imperialistas europeos, al Japón, y a otros del Segundo Mundo. Al mismo tiempo esas superpotencias disputan entre sí por el dominio de todo el mundo. La disputa entre las dos superpotencias es la causa principal que conduce al mundo a una nueva guerra mundial. Y en esa disputa el socialimperialismo soviético es el imperialismo más agresivo, el más peligroso y el principal factor de guerra.
Los pueblos y naciones del Tercer Mundo pueden y deben aprovechar a su favor la contradicción entre las dos superpotencias y los países del Segundo Mundo oprimidos por ellas. Esto es muy importante en nuestro caso, dado el peso tradicional de los imperialistas europeos y el peso creciente de los imperialistas japoneses en la economía nacional.
Simultáneamente nuestro país es objeto de feroz disputa entre yanquis y rusos. Con la característica de tener hoy el socialimperialismo soviético la hegemonía en la dictadura videlista.
Es conocido, mundialmente, que el principal apoyo de Videla es el que le da el socialimperialismo soviético. Así sucede en las Naciones Unidas, en la OIT y en otros organismos internacionales. Así lo demuestra Radio Moscú, y así lo prueba la línea de la “Quinta Columna” soviética en la Argentina, especialmente la dirección del falso PC. Cuanto más golpean a Videla el Vaticano, los gobiernos europeos y Carter, más lo defienden sus amigos soviéticos.
Sin dejar de hacerle concesiones a los yanquis (obligaciones contraídas con el Fondo Monetario Internacional; devolución de empresas expropiadas por el peronismo; etc.) los rusos son los que principalmente fortalecen sus posiciones en Argentina. Ahora éstos aprovechan el remate por la dictadura de las empresas intervenidas para adueñarse, con pocas monedas, de importantes inversiones.
La lucha nacional tiene entonces como representante de su principal enemigo estratégico a la dictadura videlista. Esta lucha es antiimperialista en general y no pude dejar de golpear a los yanquis y especialmente a su instrumento financiero, el Fondo Monetario Internacional. Pero fundamentalmente, al hacer blanco en la dictadura videlista, es una lucha antirrusa.
La dictadura videlista aplica una política proterrateniente y de abierto apoyo a la gran burguesía comercializadora del tipo de Bunge y Born. Oprime así a la mayoría del campesinado y de la pequeña burguesía y burguesía nacional. Simultáneamente ha instaurado una dictadura terrorista de tipo fascista.
Por lo tanto la lucha antiterrateniente y contra la gran burguesía comercializadora tipo Bunge y Born, y la lucha democrática, tienen como representante del enemigo principal a la dictadura videlista.
El golpe principal de la lucha democrática y liberadora va hoy contra la dictadura videlista. Esta dictadura expresa al bloque imperialista y de terratenientes y gran burguesía proimperialista que es el enemigo estratégico de la revolución argentina en su actual etapa.
Como la dictadura videlista expresa fundamentalmente los intereses del socialimperialismo, objetivamente, golpeando a esa dictadura, estamos golpeando principalmente al socialimperialismo.
Hay quienes se alían en la práctica con el P“C” y el sector videlista de la dictadura para atacar a un ala antividelista de la misma, so pretexto de atacar al imperialismo yanqui, o al “fascismo”, como enemigo principal. Hacen lo mismo que hizo la dirección del P“C” en 1946. Se alían con los enemigos reales, y abren el camino a la entrega y al fascismo.
Siendo más débiles que sus enemigos coaligados, la clase obrera y el pueblo, para avanzar, deben utilizar no sólo las contradicciones de las superpotencias con los países del Segundo Mundo. Existiendo, como existen, contradicciones entre una superpotencia imperialista (los EE.UU.) o de sectores monopolistas de ella, con la dictadura videlista, contradicción producida por el hecho de ser esta dictadura fundamentalmente prosoviética, es totalmente justo utilizar esta contradicción. Así se ha hecho en la lucha contra el terror dictatorial (defensa de los “derechos humanos”), y en el caso Graiver y Aluar.
No sacrificamos con ello ningún interés fundamental de la revolución en aras de intereses parciales y temporarios como es propio del oportunismo. Hacen oportunismo, en la práctica, los que atenúan el golpe al dictador Videla so pretexto de aprovechar una supuesta “apertura” y “meter una cuña en la puerta que vislumbra entornarse para ensanchar la brecha”, como acaba de plantear la dirección prosoviética del ERP; o so pretexto de golpear a un enemigo principal que, hoy por hoy, (repetimos; hoy por hoy) no es tal.
Esta es nuestra línea frente a la dictadura videlista. Esta línea parte de la realidad y tiene en cuenta la estrategia del Partido. Se basa en la teoría marxista-leninista de la revolución y en su integración concreta con la revolución argentina.