Lenin terminó El Estado y la Revolución dos meses antes de Octubre. La obra no llegó a publicarse hasta después de la insurrección. Contemporáneamente escribe otros artículos íntimamente relacionados con el asalto al poder: “El marxismo y la insurrección”; “¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?”; “Consejos de un ausente”.
Lenin terminó El Estado y la Revolución dos meses antes de Octubre. La obra no llegó a publicarse hasta después de la insurrección. Contemporáneamente escribe otros artículos íntimamente relacionados con el asalto al poder: “El marxismo y la insurrección”; “¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?”; “Consejos de un ausente”.
Lenin defiende y desarrolla las tesis marxistas sobre esta temática en polémica con las corrientes reformistas que habían arriado todas las banderas. Nuestro autor no es un “publicista”. Es un apasionado militante que, en simultáneo está ejerciendo sus deberes de jefe de un Partido en las vísperas.
Al menos dos ideas quedan instaladas. Una: para acometer su misión histórica de eliminar la explotación, el proletariado debe barrer, revolución mediante, con el Estado burgués terrateniente. La otra: en ese proceso dispondrá de una amplia variedad de tácticas. Todas ellas válidas a condición de que no sustituyan y/o se contrapongan con el objetivo general a alcanzar. Dada su trascendencia las obras fundantes del leninismo no merecen ser contempladas como libros de recetas. El mejor de los textos, al margen de las condiciones propicias, no parirá una revolución. A la vez, la más “ofrecida” de las situaciones revolucionarias, desprovista del andamiaje teórico que la sustente, estará, seguramente, condenada a la derrota.
Una única revolución triunfante. Varias malogradas.
Noviembre de 1918. Alemania es un caldero. Tras el levantamiento de la marinería la revuelta se generaliza. Cae el Kaiser. Y como en el Febrero ruso, los “mencheviques” alemanes se ofrecen como garantes de la “paz social”. Carlos Liebknecht y los espartaquistas proclaman la República Socialista Libre de Alemania. En diciembre se marchaba al “Primer Congreso General de Consejos de Obreros y Soldados”. ¿Nuevamente la dualidad de poderes? Pero lo cierto era que ni el Gobierno estaba tan debilitado como se lo suponía, ni el Ejército estaba tan descalabrado, ni la correlación de fuerzas en el proletariado y otros sectores populares era tan favorable a la revolución. En enero de 1919 se produce una crisis política. Durante varios días medio millón de berlineses manifiestan contra las provocaciones gubernamentales. La represión es feroz. Días después caen asesinados Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo. La reacción ha capeado el vendaval.
Baviera y Hungría son los escenarios de sendas repúblicas soviéticas en Europa de efímera duración. La oleada revolucionaria se va cerrando.
Nuestra actualidad
Nuestra condición de comunistas y revolucionarios es razón suficiente para nuestra lucha intransigente contra esta sociedad perversa. Sabemos que nuestras buenas razones no bastan. Porque en un largo proceso los explotadores blindaron sus propias “razones”. Las apoyan en la fuerza bruta de su Estado. Y en las ideas dominantes que neutralizan a muchas de sus víctimas. Se le atribuye a Goethe haber afirmado “prefiero las injusticias antes que el desorden”. Tal frase conlleva la admisión de que el “orden instituido” normalmente es injusto. Contradicción de hierro sobre la que debemos trabajar los revolucionarios.
Mendieta popularizó el “mal pero acostumbrado”. ¿Nos habituamos realmente a la “malaria”? Somos millones los que peleamos. Y si alguno se resigna a estar mal seguramente no va a tolerar estar peor. Estas batallas reivindicativas permiten alcanzar triunfos parciales a la vez que crean conciencia en la necesidad de la lucha política por la liberación. Más necesaria que nunca cuando el revanchismo antiobrero y antipopular apunta contra nuestras conquistas.
“Muy actual pero, ¿dónde están las revoluciones del siglo XXI?”
Lenin habló de la época del imperialismo y las revoluciones proletarias. Caracterizó a la fase imperialista como un momento de descomposición del capitalismo. La exacerbación de sus contradicciones ocasionó una nueva Gran Guerra, revoluciones triunfantes y el resquebrajamiento del colonialismo. Se instaló la ilusión de que dicho proceso sería lineal y rápido. La posterior restauración capitalista en la URSS y China son elocuente demostración de que no será así. Los imperialismos recuperaron la ofensiva. Y aun así no “curaron” una sola de las enfermedades sustantivas del capitalismo. Las lacras que señaló Lenin son las que eran y su voltaje centuplicado.
El mundo se ha transformado en un hogar sumamente inhóspito. Los sectores dominantes se curan en salud y nos la van a hacer bien difícil. Pero ninguna revolución del pasado fue un paseo. Se sucederán las crisis y las guerras. Las condiciones objetivas las “aportarán” los de arriba. Las subjetivas serán fruto de nuestro accionar. Lo que sembremos hoy… Así será nuestra cosecha cuando llegue el momento.