Este grupo de artistas que integran HO2, del que los misioneros Joselo y Carlos son parte, arrancó luego de estar en el escenario mayor de Cosquín en el 2006. Lo componen además, Fernando Tortora en batería, Carlos Nievas que pinta los murales, Fernanda (fotógrafa), Jesús, Pochosqui; y amigos que encuentran en el camino, como Luis, sacerdote oriundo de Misiones que vive en Buenos Aires y trabaja en derechos humanos, que estuvo también compartiendo con nosotros el picnic.
—¿Cómo se inicia este proyecto, Joselo?
J: La idea de la gira fue tratar de reconocer y aprender del mapa de conflictos ambientales y sociales que tiene la Argentina. Lamentablemente no vamos a terminar nunca, porque cada vez que conocemos a alguien, nos presenta a otro que nos dice ‘a tal lugar tienen que ir’. Y como nosotros somos independientes, nos cuesta un poquito movernos. Generalmente usamos el dos por uno: uno te paga y dos reciben, vamos a una escuela que puede pagar y después, al otro día tocamos en la escuela más pobre de ese pueblo que no puede pagar. Nos sentimos a veces como Robin Hood del arte también.
A veces hay organizaciones que pagan un cachet y que realmente nos permiten poder llevarnos una plata a casa, porque vivimos de esto; y después vamos y entregamos también nuestra cuota de agradecimiento a través de nuestra música, apoyando una asamblea, una movilización, un acto”.
—Carlos, ¿cómo te integraste al grupo con tu bandoneón?
C: Hace más de un año y medio que lo conozco a Joselo y a su movimiento, su idea, el compromiso que sostiene sobre lo que hace, y estoy convencido de que es genuino y totalmente sincero, no le pagan para que lo haga.
Entonces, como eso es muy bueno para la gente, me acoplé al movimiento por esa causa. Además, es la música que a mí me gusta, la música del Litoral.
—¿Cómo se desarrolla la comunicación con el público?
J: “Al elegir qué mensaje dar, el público se va acercando o alejando. Como decía Atahualpa ‘Si uno canta coplas de amor, del potro, del domador, del cielo, de las estrellas algunos dicen que es una cosa muy bella y que cantas como un primor. Pero si uno, como el Fierro, se larga opinando, el pobre se va acercando con las orejas alerta, el rico a la puerta y se aleja reculando’. Creo que el que quiere se acerca; a veces puede estar en desacuerdo, pero se queda para seguir escuchando. Después te hace llegar su voz, también por aquellas cosas que uno puede estar equivocado y no se había dado cuenta.
El público te hace ver lo bueno y lo malo; te acepta una canción con el corazón y de alguna manera sabe que uno está jugándose el todo por el todo cuando abre el estuche de la guitarra y canta lo que tiene que cantar en el lugar que corresponde.
—En tu opinión, ¿cuál es el rol del artista?
J: El artista es una persona común como en cualquier profesión. A veces ser artista se confunde, cuando trata de autoelevarse por encima del nivel de la comunidad, y en ese momento se equivoca, es el momento cuando deja de estar en contacto con la comunidad que lo nutre. Entonces, una planta que está flotando en el aire, no puede seguir viviendo, tiene que tener las raíces puestas en la gente, escuchar lo que la gente dice y como músico popular, tratar de traducirlo. El folclorista debe interpretar el sentir de su lugar. La postura del rockero argentino hoy es mucho más comprometida que la de los folcloristas. El folclorista argentino, en su mayoría, sueña con los espacios de escenarios con luces, que cuando uno los pisa, se da cuenta que son nada más que un mito y que muy poco se le parecen a la realidad. El rock and roll hoy tiene mucho para enseñarle al folclore. Y el folclore tiene que recapacitar, reflexionar por qué el escenario mayor de Cosquín se llama Atahualpa Yupanqui y el 90% de los que se suben a ese escenario no saben siquiera quién fue Atahualpa Yupanqui, pero lo nombran, y lo homenajean sin saber quién fue, especialmente los organizadores de ese festival.
C: Los grandes escenarios como Cosquín, Jesús María, Baradero, están sostenidos por gente que lucra con el arte folclórico. Nada tiene que ver con el folclorista, quien alucinado, sube, canta, cree que eso es el folclore. Está engañado, son muy pocos los artistas que dicen ‘voy a cantar a una escuela en Santiago del Estero a 200 kilómetros del asfalto’, donde hay chicos que van descalzos con el estómago vacío a la escuela.
—¿Cuál es el mensaje que llevan a las comunidades?
J: Nosotros venimos desde la tierra del agua. Venimos desde un lugar maravilloso, donde justamente estamos involucrados con la defensa de eso y queremos que la gente tome conciencia de que los problemas ambientales están entre nosotros. Es una cuestión del futuro, y el que va a pagar el pato es justamente el más carenciado, el más pobre, porque es el primero que recibe este impacto.
Sin embargo, hay una bajada de línea que la gente más pobre debe preocuparse por resolver sus necesidades laborales, que no puede ocuparse de los problemas am-bientales, porque en realidad tiene que comer, tiene que vivir y esto es un perfecto plan de confusión para que estemos matando a la gallina de los huevos de oro, faltando el respeto a nuestra propia madre.
Para los guaraníes, la tierra, el agua, el monte, son parte de nuestra vida. Yo soy agua, yo soy monte, yo soy madera, entonces yo no podría llamar a eso como un recurso con un precio que se puede comprar y vender.