1. Con motivo de la constitución del FREJUPO, a fines de 1988, y luego del 14 de mayo, caracterizamos al Dr. Menem como representante de un sector de la burguesía nacional. Para nosotros, la burguesía nacional de un país oprimido por el imperialismo, como es la Argentina, es aquél sector de esa clase social cuyos intereses la hacen oponerse, con una u otra forma, y en mayor o menor medida, al imperialismo. La diferenciamos de la burguesía intermediaria por ser éste, en un país dependiente, el sector de la burguesía subordinado al imperialismo. En un país como el nuestro, con un grado muy grande de desarrollo capitalista y con una nación con 180 años de independencia política, la burguesía nacional, como clase, en bloque, no integra el frente de las clases revolucionarias y hace ya mucho tiempo que dejó de ser una fuerza motriz de la revolución democrático-popular, agraria y antiimperialista. Por eso nuestra línea con ella, desde nuestro primer congreso, en polémica con la dirección del P“C” con la que veníamos de romper, fue la de neutralizarla. Esto implica ganar al sector más afín –en un momento determinado– a las fuerzas revolucionarias, aislar al sector reaccionario y neutralizar a la mayoría de esa clase social.
Incluso el sector de burguesía nacional posible de aliarse en determinados momentos a la clase obrera y a las fuerzas revolucionarias, es vacilante, su carácter político es dual y siempre debemos estar alertas, cuando nos unimos a él, porque lo más probable es que en el futuro nos traicione y porque cuando se une a nosotros lo hace disputándonos la dirección de las masas oprimidas a las que influencia. Así como, cuando traiciona, no debemos confundir a la burguesía nacional con los enemigos estratégicos de la revolución (los imperialismos, los terratenientes y la burguesía intermediaria del imperialismo) porque muy probablemente en el futuro debamos unirnos de nuevo con ella. Y así como criticamos en su momento la línea seguidista de la burguesía de la dirección codovillista del P“C”, criticamos, luego de 1972, la línea de los nuevos dirigentes de ese partido y de los sectores prosoviéticos que utilizaron la teoría del capitalismo dependiente para golpear como enemiga a la burguesía nacional en bloque, con el objetivo de facilitar el golpe de Estado hegemonizado por los prosoviéticos en 1976. Criticamos, así, una línea que ya fue practicada, con resultados funestos para el pueblo, por las fuerzas comunistas y de izquierda respecto de los gobiernos de Yrigoyen y de Perón, a los que hicieron el blanco principal de su lucha, actuando como instrumento de los golpistas del 30 y de la Unión Democrática en el 46. Si en la burguesía nacional, o en un sector de la misma, predomina su aspecto, antiimperialista (entendido éste no como antiimperialista en un sentido revolucionario) o su aspecto conciliador, depende, siempre, de circunstancias concretas –nacionales e internacionales– que deben ser analizadas en concreto. Este análisis, para nosotros, debe hacerse desde un punto de vista político, no meramente económico o economicista. Y no depende del carácter monopolista o no de la burguesía, ya que hay sectores de burguesía que son monopolistas y son nacionales y otros que son pequeños o medianos y son agentes o testaferros, burguesía intermediaria, de algún imperialismo.
2. Cuando nosotros caracterizamos a Menem como un representante de la burguesía nacional tuvimos en cuenta todo lo anterior. Y la historia política concreta de Menem.
Carlos Menem ha sido peronista desde su inicio en la vida política.
Carlos Menem fue parte, desde 1955 hasta ser electo presidente, de la corriente nacionalista, federalista, plebeya y verticalista del peronismo. Fue leal al gobierno peronista hasta el día del golpe de Estado de 1976 y duramente castigado por la dictadura. Fue electo gobernador de La Rioja en tres ocasiones.
Su triunfo en la interna peronista, en 1988, es historia reciente y es analizada en el balance de la actividad del Partido.
La candidatura de Menem a presidente fue levantada por un sector nacionalista –principalmente del interior del país– a partir de 1975 y relanzada en 1987. Al ser sostenido por fuerzas muy débiles, ya que su apoyo principal estaba en la provincia de La Rioja (la provincia, en muchos aspectos, más pobre del país) buscó inicialmente el apoyo de sectores de burguesía intermediaria y terratenientes para ganar la interna peronista. Así su candidatura fue apoyada por el grupo prosoviético de Saadi. Este grupo para financiarlo y sostenerlo le impuso varias condiciones. Por lo que es público esas condiciones fueron: llevar a Eduardo Duhalde como vicepresidente; dar una posición nacional en el partido a Ramón Saadi; acordar con Lorenzo Miguel para la interna; y amnistiar a los dirigentes presos o perseguidos del Peronismo Revolucionario. Con este apoyo Carlos Menen tuvo el aparato (incluido el aparato Montonero) y el dinero necesario para ganar la interna peronista. Para ello se apoyó en los sentimientos de rebeldía social y de repudio al alfonsinismo, de las grandes masas obreras y trabajadoras peronistas, por lo que tuvo el apoyo de la mayoría de esas masas.
A fines del año 1988, e inicios del año 1989, al hacerse notoria la posibilidad del triunfo electoral de Menem diversos grupos monopolistas y terratenientes decidieron apoyarlo. Entre esos grupos se destacaron el de Pérez Companc y el de Bunge y Born. Principalmente el de este último. En el congreso peronista de febrero de 1989, realizado en Mar del Plata, y en el programa que aprobó ese congreso, se evidenció la participación de hombres del grupo Bunge y Born. Esto originó un momento de tensiones en el FREJUPO que casi llevaron a la ruptura del mismo, porque la dirección del Partido Justicialista presionó para que ese fuese el programa del Frente. Luego de muchas discusiones, en las que nuestro Partido jugó un papel muy importante, se aprobó el programa electoral del Frejupo, un programa reformista bastante avanzado, que en los hechos coexistió durante la campaña con el programa del P.J. y también con la orientación que Menem impuso a esa campaña. El discurso electoral de Menem, no coincidía enteramente ni con el programa del FREJUPO ni con el de su partido. Ganadas las elecciones, precipitada la hiperinflación, producidos los saqueos de la llamada ‘Tablada Social”, colocado el país al borde del caos y la guerra civil, se produjo el contragolpe de las fuerzas derrotadas electoralmente el 14 de mayo. Estas fuerzas controlaban el poder, los resortes claves del gobierno (incluido el parlamento) y las palancas principales de la economía. El Dr. Menem aceptó recibir anticipadamente el gobierno y, al hacerlo, fue condicionado por el alfonsinismo gobernante, ya que el no controlar ni el Parlamento, ni la Corte Suprema de Justicia, ni el Ejército, debería gobernar inicialmente sobre la base de acordar con aquél. Y fue condicionado por los grupos económicos que lo apoyaron para ganar las elecciones. Por lo que a partir de asumir el gobierno hizo una política muy diferente a la que prometió en la campaña electoral. Ha aplicado una política que descarga los efectos principales de la crisis sobre las masas trabajadoras del campo y la ciudad, obreras, asalariadas, campesinas y de la pequeña y mediana empresa. Por esta razón, quienes tuvieron exageradas ilusiones con la perspectiva que abría el triunfo electoral, o aquellos que directa o indirectamente se opusieron a Menem durante esa campaña, lo han calificado de haberse entregado o vendido al grupo Saadi, primero, y luego al grupo Bunge y Born, al City Bank, al imperialismo yanqui o al imperialismo inglés. Pero esto no es así. Menem ha hecho hasta ahora, en las dificilísimas condiciones en las que asumió la presidencia, concesiones alternativas a uno u otro sector de las clases dominantes sin entregarse totalmente a ellos. Los ha golpeado con medidas como las de enero que eliminaron el déficit cuasifiscal, con impuestos de emergencia, con el control de los contratos con el Estado, con la eliminación de subsidios, con penalidades a los evasores impositivos, y ha utilizado esos golpes para negociar con unos y otros. Forcejea y concede. Se apoya en un imperialismo para enfrentar y negociar con otro. Así se ha recostado, primero, en la mejoría de relaciones con los yanquis e ingleses (acuerdos con el Fondo Monetario Internacional; negociaciones y acuerdos sobre Malvinas y concesiones a los capitales ingleses, etc.) para endurecer sus posiciones con la URSS y negociar, en mejores condiciones que las que acordó el alfonsinismo, los contratos de pesca; sin anular éstos y sin anular el carácter depredatorio de las riquezas nacionales que tienen estos contratos. Luego ha hecho promesas y concesiones a los acreedores yanquis sin dejar de forcejear con ellos por lo que el Fondo Monetario Internacional aún no efectivizó su acuerdo financiero con el gobierno. Este procura conseguir mercados mediante la unificación económica latinoamericana; objetivo en el que coinciden distintos sectores de la burguesía nacional (unos para negociar acuerdos con EE.UU. y Canadá; otros para hacerlo con Europa Occidental; otros con una Europa con eje alemán-soviético; otros con Japón y el área del Pacífico). Hasta ahora Menem beneficia a los terratenientes –sin dejar de forcejear con ellos en algunas cuestiones– esperando que en estas condiciones puedan aportar a la reactivación económica. Todo lo ha hecho en defensa de un capitalismo “decente, competitivo y eficiente”, como lo ha declarado en su discurso del 11 de Mayo. Es decir: como un defensor de este sistema. No como su enemigo. Como un burgués.
3. Por todo eso seguimos considerando a Menem un representante de un sector de la burguesía nacional y no un agente del imperialismo ni un títere del mismo.
Pero sucede que esta burguesía nacional, que siempre dijimos que nació castrada desde el punto de vista revolucionario, hoy ha perdido incluso los mejores atributos reformistas que tuvo en otras épocas. Lo que es un resultado concreto de las circunstancias actuales (económicas, sociales y políticas) de tipo nacional e internacional. Más aún en el caso del sector de burguesía que expresa Menem, una burguesía provincial muy débil, con múltiples lazos que la unen a la burguesía monopolista extranjera y nacional y a los terratenientes.
Cuando nos referimos a los atributos reformistas de la burguesía nacional habíamos de los que caracterizaron al peronismo de la primera época. La época-anterior a la crisis de 1951-1952, época en la que existía un enorme mercado para nuestros productos del agro y en la que la mayoría de los actuales acreedores de la Argentina eran nuestros deudores; cuando a la burguesía imperialista no le preocupaba mayormente el desarrollo, en países como la Argentina, de una industria liviana que producía lo que ella no podía abastecer por las consecuencias de la guerra, El desarrollo de esa industria liviana obligaba, a su vez, a la burguesía nacional, a tomar medidas que ampliasen el mercado interno para poder colocar su producción. Como es sabido Perón hizo eso sin liquidar el latifundio (conciliando con los terratenientes) y sin acabar con la dependencia (forcejeando y conciliando con los monopolios imperialistas a los que hizo concesiones muy importantes, como sucedió con los de la industria frigorífica). Cuando estalló la crisis de 1951-1952 el gobierno peronista produjo un viraje en su política realizando concesiones al imperialismo y a la oligarquía. Frecuentemente, cuando se lo acusa de olvidar las enseñanzas de Perón, Menem acude a citas de discursos y artículos de Perón de esta época.
Cuando Menem, como peronista y representante de la burguesía, dice que no puede hacer lo que hizo Perón en su primer gobierno, tiene, desde este punto de vista, razón. Más aún cuando entonces existían líderes de lo que luego se llamó el Tercer Mundo como Sukarno, y Nehru, entre otros, triunfaba la revolución China, y la URSS practicaba una política socialista. Pero lo que Menem olvida es que Perón, no hizo como él. No siguió la política de “moda”. Inicialmente Perón gobernó contra la voluntad de las potencias imperialistas de la época; y en América Latina políticas nacionalistas como la que él aplicó, no estaban de moda.
Pero no está en eso nuestra discrepancia con Menem. No le pedimos que haga lo que hizo Perón en 1946. Tampoco le pedimos que haga una política revolucionaria, ya que para hacerla primero habría que haber hecho la revolución, lo que desde ya no será el resultado en la Argentina, de ganar una elección parlamentaria o presidencial; y además debería ser Menem, un revolucionario, cosa que no es.
Nuestra discrepancia con Menem, en cuanto a la línea que aplicó al asumir el gobierno está en que no sólo abandonó el programa del FREJUPO,
programa que le permitió tener el apoyo de un frente sin cuyos votos no sería presidente (ya que le permitió tener colegio electoral propio) sino que también abandonó las banderas reformistas que levantó en esa campaña electoral para ganar el voto de las masas populares: salariazo; revolución productiva; defensa del mercado interno y muchas otras. No lo criticamos por hacer un programa reformista en vez de uno revolucionario. Lo criticamos porque forcejea y concede a los imperialistas, burgueses intermediarios y terratenientes, pero, hasta ahora, lo que predomina en su política son las concesiones sobre los forcejeos. Lo criticamos por encarar la crisis con un programa neoliberal abandonando su programa reformista, lo que trae tremendos padecimientos a las masas y agrava la dependencia y el atraso del país.
Menem se autodefine como pragmático. Hay que entender esto no filosóficamente sino políticamente. El dice no ser liberal y ser pragmático. Pero ha sido seducido por las baratijas que venden los neoliberales, partidarios de la economía de mercado y la libreempresa. Esto no es extraño porque esas son las teorías de moda. En el Este y el Oeste. En el Norte y en el Sur. Pero Menem, que critica las políticas nacionalistas y populistas que se aplicaron en otros tiempos por ser “un libreto probado y fracasado”, un “antiguo remedio” que ya no cura al enfermo, olvida que el libreto que él aplica fracasó mucho antes que el otro. Ese “remedio” liberal fue responsable de que la crisis del 30 sorprendiese, como sorprendió, a la burguesía mundial, derrumbando sus sueños de un progreso indefinido, y haciendo añicos las ilusiones de los revisionistas de entonces deslumbrados, como los de ahora, por las virtudes del capitalismo. Fue un “remedio” que en su momento casi mató al paciente.
4. Nuestra participación en el FREJUPO no tuvo como razón principal la caracterización política y de clase de Menem. Esta es importante para saber si lo ubicarnos como amigo, como enemigo o como representante de una fuerza a neutralizar. Pero nuestra participación en el FREJUPO fue el resultado de nuestra lucha contra el alfonsinismo, en las condiciones concretas en que se hizo, y de nuestra convicción de la necesidad de unirnos con las grandes masas obreras y populares del peronismo para poder llevar al triunfo la lucha revolucionaria en la Argentina. Toda nuestra línea política ha estado basada en la tesis leninista que no se podrá ganar a esas masas “con la teoría, necesitan de la experiencia.”
Participamos en el FREJUPO y fuimos el motor de su organización básica en los Comités de Apoyo, como dijimos entonces, por la necesidad de: derrotar al alfonsinismo; conseguir una mejoría en las condiciones de vida de las masas (estábamos en pleno derrumbe de la economía nacional previo al estallido hiperinflacionario de junio y hablamos de “tener yerba para el mate y poder comer”); conseguir mejores condiciones para la lucha de masas; y acumular fuerzas revolucionarias. En general esos objetivos fueron conseguidos con la derrota del alfonsinismo en mayo de 1989. Todavía hoy existe un debate sobre esto con las fuerzas que, en forma abierta o encubierta, hicieron una política de frente único con el alfonsinismo desde 1983, como sucede con el MAS, el P“C” y la ahora llamada “centro izquierda”.
El resultado más importante de la alianza en el FREJUPO fue la derrota política del alfonsinismo y de su proyecto de gobernar la Argentina, como mínimo, “hasta el años 2000”. Este proyecto representó, en su momento, el sueño preciado del bloque terrateniente, prosoviético y prosocialdemócrata, dominante.
Y el otro resultado importantísimo para nuestro proyecto revolucionario ha sido y es el reforzamiento de la unidad de los comunistas revolucionarios con las masas que dirige o influencia el peronismo, masas que son parte mayoritaria de la principal fuerza motriz de la revolución argentina. Quebrando cerca de treinta años de división entre comunistas y peronistas nos unimos a ellas en la lucha antigolpista y enfrentamos juntos la resistencia antidictatorial. Luego del 83 marchamos varios años por caminos separados hasta confluir en 1988 en el FREJUPO.
Antes y después del 14 de mayo mantuvimos nuestra independencia política, ideológica y organizativa. Así lo hicimos en la campaña electoral (en la que realizamos nuestra propia propaganda) con el sostenimiento de tres programas: el del FREJUPO, el programa electoral del Partido y el programa estratégico del Partido. Luego de las elecciones nos opusimos al rumbo económico-social del gobierno y al indulto. En unidad y lucha nos mantuvimos en el FREJUPO.
Acertamos al valorar en 1988 el estado de ánimo de las masas que llevó al triunfo electoral del 14 de mayo de 1989. Esas masas depositaron enormes esperanzas en Menem. Luego del 8 de julio de 1989 ha predominado en ellas una gran confusión –por las alianzas de Menem con la derecha liberal y por su política– junto a expectativas que fueron fuertes hasta noviembre del año pasado, cambiaron a desesperanza en los últimos días de diciembre y primeros días de enero, para volver a abrirse un momento de expectativas a partir de fines de marzo. En este momento, lo que predomina en las grandes masas explotadas, es, con críticas, la idea de “darle tiempo a Menem.” Se puede advertir, asimismo, en la creciente discusión de masas sobre quién debe pagar la crisis, y en cómo lograrlo, un rasgo nuevo, de avance, en la conciencia obrera y popular.
5. El gobierno de Menem tuvo dos etapas. La primera llegó hasta la crisis de diciembre. La segunda llega hasta hoy (mayo de 1990). Las dos etapas tienen elementos comunes: la política de mercado y fundamentalmente de privatizaciones de empresas estatales. Pero en la primera Menem lideraba un gobierno que dirigía un hombre del grupo Bunge y Born y el peronismo no controlaba ni el Poder Legislativo ni la Corte Suprema de Justicia. En la segunda el gobierno se ha peronizado y Menem controla, directamente, la conducción económica –a través de Erman González– y el manejo de las principales empresas estatales. Menem –al no poder subordinar a Ubaldini ni a Miguel– alentó, a través del Ministerio de Trabajo y de la ANSSAL, la división de la CGT, utilizando el aparato estatal y empalmando, objetivamente, con sectores divisionistas de la CGT Azopardo que trabajan para otro proyecto político. Ha mantenido el régimen de paritarias, intentando simultáneamente avanzar con medidas legislativas que impidan el libre accionar del movimiento obrero (reglamentación del derecho de huelga) y eliminen algunas de sus principales conquistas (ley de empleo). Junto con esto ha reducido el papel del aparato del partido Justicialista en el gobierno y practicado una línea de alianzas y enfrentamientos para ir organizando una fuerza política propia, basada en fuerzas peronistas pero con alianzas con otras fuerzas. Ha mantenido semicongelado al FREJUPO, que gracias en gran parte a nuestro trabajo en ningún momento aprobó su línea económico-social, ni el indulto a los asesinos de la dictadura militar.
El gobierno de Menem sigue siendo un gobierno heterogéneo y débil. La política de las clases dominantes es presionarlo para que conceda y utilizar sus concesiones para desgastarlo ante las masas populares. El bloque hegemónico en las clases dominantes (constituido por los terratenientes y monopolios prosoviéticos unidos a sectores de monopolios europeos que se alían con los primeros para disputar posiciones a los yanquis en América Latina) bloque también hegemónico en la cúpula del Ejército y la Aeronáutica, lo hostiga utilizando principalmente al alfonsinismo y a Izquierda Unida. Simultáneamente trata de cercarlo, aprovechando para esto último a las fuerzas liberales que influencia y a las corrientes prosoviéticas del peronismo (como las del grupo Saadi, Montoneros, etc.). En este juego de hostigamiento y cerco que practican los sectores prosoviéticos con el gobierno de Menem, lo que predomina es el hostigamiento.
La política de Menem en las Fuerzas Armadas también es una política de forcejeos y concesiones. Ha eludido una alianza con la corriente nacionalista porque ella sería contradictoria con su línea neoliberal, y porque teme quedar prisionero de esa corriente por no tener, Menem, una fuerza propia desde la cual negociar. En los hechos fue quedando atrapado por la corriente lanussista del Ejército y sólo ganó cierto margen de maniobra por la desaparición de Cáceres. Los indultos que ha anunciado a los jefes de la dictadura van a deteriorar aún más su fuerza en los sectores democráticos, y van a reforzar la fuerza del lanussismo militar en la cúpula. Esto no unificará a las Fuerzas Armadas porque ha crecido, numérica y orgánicamente, la corriente nacionalista en la oficialidad y la suboficialidad y esta corriente dispone, cada día, de mayor poder de acción.
6. La situación global es de mucha inestabilidad. La estabilidad económica es precaria y lograda gracias a la paralización de las obras de infraestructura, la construcción y gran parte de la actividad productiva; y a costa de afectar seriamente la labor educacional y la asistencia hospitalaria. El gobierno ha avanzado en armar una fuerza propia luego de la crisis de marzo pero camina por un camino de cornisa y el menor soplo puede desestabilizarlo.
Cuando la inestabilidad crece, como sucedió desde fines de febrero hasta mediados de marzo, el peronismo aparece desgarrado por sus contradicciones internas hasta el punto que parecen llevarlo al colapso. Cuando Menem logra cierta estabilidad esas contradicciones se mantienen latentes: entre renovadores cafieristas y menemistas; dentro del menemismo entre los “celestes” (Eduardo Menem-Bauzá-Dromi-Manzano) y los “Rojo Punzó” (la mayoría de los funcionarios que trabajan en las secretarías de la presidencia: Kohan, Cardozo, Arias, Béliz, entre otros); entre Ubaldini y Barrionuevo; entre los “miguelistas” y el sector de De Genaro en la CGT Azopardo; entre el menemismo y el grupo Saadi-Jorge Antonio, etc.
Todas estas contradicciones internas del peronismo van a agudizarse en la medida en que se aproximen las elecciones de 1991. Más aún porque éstas serán elecciones con distritos provinciales y municipales.
Necesitamos conocer y caracterizar estas contradicciones a nivel general y en cada provincia, sindicato y movimiento de masas para determinar cuándo ellas expresan la contradicción con el enemigo y el enemigo principal en particular (el sector prosoviético de los terratenientes y monopolios intermediarios) y cuándo expresan contradicciones secundarias, de carácter nacional y local, para no confundir a amigos con enemigos, en cada provincia, y reducir el radio del golpe de la lucha de masas.