1. Lo nuevo
¿Qué es lo nuevo en la Argentina?
1. Lo nuevo es que el campo se plantó y funciona con un estado asambleario, al impulso de los productores autoconvocados y las bases combativas de Federación Agraria.
2. Lo nuevo es el enorme debilitamiento del gobierno kirchnerista. ¿Cuánto le queda de los 3 de cada 10 que lo votaron? Los que lo apoyaron en octubre, en el campo, ahora creen que es perder el tiempo negociar en estas condiciones con un gobierno provocador y sordo a sus reclamos.
Por todas partes hay grandes y pequeñas asambleas. El Cabildo Abierto con "camionetazo" de Paraná, la de 10.000 personas en Jesús María, y muchísimas más como las de Amstrong, General Pico, Firmat, Villa Eloísa, etc. La base del campo no le cree al gobierno, considera que las medidas anunciadas son insignificantes, que son para los que no conocen el campo. Sienten que la dilación de las negociaciones, las patoteadas y los anuncios unilaterales, son “una forreada” del gobierno. Hay mucha bronca.
Por otra parte, los productores agrarios, chacareros y trabajadores, toman crecientemente conciencia de su fuerza: la venta de granos está parada, no funciona la Bolsa de Comercio porque no existe el mercado a término, los barcos dan vueltas en los puertos sin poder cargar, la cadena de pagos en los pueblos y ciudades de provincia está cortada, los boletos de compraventa de maquinarias agrícolas se han roto masivamente paralizando la agroindustria que concentra 128.000 trabajadores (había contratos firmados en la Expochacra por $ 1.500 millones).
2. Incendio e inflación
Los ataques infames del gobierno a los productores, como hacerlos responsables de los incendios del Delta, provocan más bronca. Si algún “cerebrito” del gobierno creyó que podía crear esa “cortina de humo”, el tiro le salió por la culata, porque el chacarero sabe que la quema del pasto, que se practica en el campo desde siempre, se hace cuando el pasto se seca, en el invierno; y la multitud de focos y su trazado con regla apuntan a una provocación contra el campo.
El gobierno acusa a los productores del campo de ser responsables de la inflación. Es falso. En el país se consumen entre 3 y 4 millones de toneladas de trigo, 7 millones de toneladas de maíz (para alimento de vacas, cerdos y pollos), y 3,5 millones de toneladas de aceite. Todo eso tiene un valor de $ 9.450 millones, la cuarta parte de lo que el gobierno recauda por las retenciones: $ 40.000 millones.
Las retenciones fueron impuestas en el 2002 para resolver la crisis de hambre y desocupación. Con el 50% de ellas el gobierno podría entregar gratis la mayor parte de la canasta alimentaria a la mitad del pueblo que está por debajo de la línea de pobreza (no la mentira de los datos oficiales), aumentar los planes sociales a $ 500 a todos los desocupados, y dar un aumento sustancial a los jubilados.
Después de esos gastos sociales para las que fueron creadas, todavía le quedaría al gobierno la mitad de las retenciones. Ese 50% alcanza para cobrarlo de manera diferenciada, como reclaman los productores, y coparticiparlas con las provincias para blanquear y aumentar los salarios de los trabajadores rurales, y garantizarle a los pequeños y medianos chacareros precios sostén en origen y créditos para estímulo de sus producciones. Así crearían trabajo y aumentarían la producción de alimentos para el mercado interno.
3. Los chupasangres
El gobierno se enloquece con la rebelión agraria. Provoca buscando ganar el apoyo de sectores de la ciudad que no conocen la profundidad de esa pueblada. Lo que logra es incendiar de bronca a los productores del campo.
En secreto y por fuera de las “negociaciones” públicas a las que relaja, el kirchnerismo mantiene conversaciones reservadas con sus “socios” en el poder, Urquía, Elsztain, Grobocopatel, los monopolios como Cargill, Bunge, Dreyfus, Noble, ADM, Monsanto, y los importadores de soja y exportadores de glifosato chinos. Como toda negociación entre “pesados”, se pelean por la plata, pero acuerdan en trabajar para dividir la protesta del campo.
Estos socios de poder y negocios del gobierno, ahora forcejean y negocian con el kirchnerismo. Son parásitos que oprimen a los trabajadores y productores del campo. El gobierno les garantiza trabajo en negro y libertad de arriendos (alquileres). Saquean, a medias con el gobierno, como se ha denunciado, con formularios de exportación que el gobierno les permitió que entregaran antes de los aumentos de retenciones, sin comprar soja, y cuando se la compran al productor, le cobran las retenciones con el aumento. También el gobierno mira para otro lado cuando las cerealeras se quedan con el 19% de diferencia entre el precio “al pie del barco” y “arriba del barco”. Estas lacras forcejean porque el gobierno les recortó la tajada. Pero a ellos y al gobierno los espanta la rebelión agraria.
Por eso la concentración de Jesús María chifló masivamente a Urquía, que había sido “el candidato” de Cristina Kirchner a la gobernación de Córdoba, y un hombre de Urquía está en la lista del PJ decidida por Kirchner. Por eso, también, en el Cabildo Abierto de Paraná, abuchearon a los legisladores oficialistas, y todas las concentraciones exigen a gobernadores, intendentes y legisladores que “dejen de estar de rodillas” ante el gobierno kirchnerista.
4. Un gobierno muy debilitado
El gobierno se ha debilitado enormemente. En primer lugar por la lucha agraria, y la de los trabajadores y el pueblo. Y también, por las peleas entre los de arriba.
La nueva dirección del PJ-K nació renga de la lapicera de Néstor Kirchner. Fue aprobada por la asamblea general de la Quinta de Olivos integrada por el matrimonio presidencial. El PJ-K surgió del fracaso de la “transversalidad” y la “concertación plural”. Y nació debilitado, rengo, por el terremoto agrario. Algunos se bajaron, como Lavagna, y otros fueron dejados afuera, como “el Momo” Venegas y Solá. Están los enviados “a Siberia”, como Reutemann y Schiaretti, y los “amigos bajo control”, como Scioli y Moyano. Y por supuesto, los “premiados K” (ver aparte).
El debilitamiento del gobierno lo “palpan” los de arriba y los de abajo. Lo sienten los productores del campo. Por eso el gobierno busca “embarrarles la cancha” para no abrir la mano: necesita “caja” para emparchar a su “modelo” que hace agua.
Lo ven las potencias imperialistas y sus monopolios que, golpeados por la crisis mundial, aprietan a la Argentina con la deuda externa. A pedido de los tenedores de bonos argentinos que no cobraron, un juez de Nueva York tomó medidas para ejecutar embargos si el gobierno argentino intenta uno de los “canjes” que preparaba; atrás de ellos hacen cola los “fondos buitres”. Las potencias del Club de París condicionan cualquier negocio o crédito a que la Argentina les pague la deuda en “default”, poniendo al FMI como intermediario de esa negociación.
Los hechos muestran que la mejoría económica del país tuvo que ver con la decisión, impuesta por el Argentinazo del 2001, de no pagar la deuda externa. La política kirchnerista de pagarla, incluso por adelantado al FMI, puso a rodar nuevamente la bola de nieve de esa deuda ilícita y usuraria, que aplasta a la economía nacional.
La política kirchnerista de sostener un dólar artificialmente caro, para subsidiar a los monopolios exportadores y hacer caja con las retenciones, obliga a fabricar parvas de pesos que han terminado por desbocar a la inflación.
La política kirchnerista de subsidiar a los grupos “amigos” con $ 20.000 millones, y de obras públicas caras (que llegan a duplicar los precios por las coimas), es otra bola de nieve. A lo que se suman los gastos que provoca ocultar en lugar de resolver la crisis energética.
La política kirchnerista de armar un partido del sistema “borocotizado” es muy cara.
La bola de nieve de la deuda pública, la inflación desbocada, los subsidios a los “amigos”, la crisis energética y el PJ-K son los fardos que el kirchnerismo quiere cargar sobre las espaldas de los trabajadores y chacareros, y el conjunto del pueblo argentino.
5. Unir la ciudad y el campo
Debilitado, el kirchnerismo redobla la apuesta: embarra la cancha a chacareros y trabajadores rurales, y reprime como lo ha hecho a los trabajadores de Maffisa e Impa. Teme que se unan las luchas del campo con las de la ciudad.
Esta semana será decisiva para las negociaciones entre el gobierno y los productores. Hasta ahora, todo indica que de las movilizaciones y asambleas el 2 de mayo se volverá nuevamente a las rutas, con toda la experiencia de los 21 días.
La lucha por salarios brota en los metalúrgicos (el gremio reclama el 30%), se prepara en los mecánicos (25% si el acuerdo es por 6 meses y 35% si es por un año), los de la alimentación (a los que la dirección pretende imponer el tope del 19,5% pero de abajo se reclama $ 3.200), los de Rigolleaux, ATE provincia de Buenos Aires ($ 3.200 con cláusula gatillo por la inflación), etc.
Brotan protestas contra la carestía. La lucha estudiantil, en varias universidades, junto al paro de la Conadu Histórica, están diciendo basta a un presupuesto educacional miserable. Lo mismo hacen los trabajadores de la salud con el suyo.
El kirchnerismo está jugando con fuego. Su política de prepotencia y “tensar la cuerda” es muy peligrosa. Le facilita el juego a la derecha reaccionaria, odiada y enfrentada por el pueblo.
Para las fuerzas populares, patrióticas y democráticas, es un buen momento para encabezar las luchas y avanzar en la unidad, acumulando fuerzas, por el camino que, como volvió a mostrar la pueblada agraria, es el único que puede abrirle la mano a esta política kirchnerista. Por eso hay que trabajar por un paro nacional activo obrero, campesino y popular.