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14 de octubre de 2011


El gobierno, Roca y los originarios

Hoy 1390 / Suaves críticas en el marco de un acuerdo general

Hay que agradecerle a Mariano Grondona la claridad con la que logra exponer sus reaccionarias ideas: es un muy buen “maestro por la negativa”. Incluso vamos a constatar una vez más que el principal agradecido hacia opositores como Grondona, por el imprescindible trabajo de embellecimiento que le hacen, es el propio gobierno.

Hay que agradecerle a Mariano Grondona la claridad con la que logra exponer sus reaccionarias ideas: es un muy buen “maestro por la negativa”. Incluso vamos a constatar una vez más que el principal agradecido hacia opositores como Grondona, por el imprescindible trabajo de embellecimiento que le hacen, es el propio gobierno.
En un artículo aparecido en La Nación (2/10/11) este escriba de varias dictaduras plantea la apología de Roca y pretende que esa figura histórica estaría bajo ataque K. Critica la concepción gubernamental de la historia como “un relato” a imponer, pero sólo atina a contraponerle la tradicional historia oficial liberal, que sería la “científica”. Dice: “La batalla cultural que ha emprendido el ultrakirchnerismo apunta a dos objetivos centrales: de un lado, beatificar a Kirchner; del otro, demonizar a los representantes de la que ellos llaman “la Argentina liberal” y, particularmente, a Julio Argentino Roca, que presidió nuestro país de 1880 a 1886, y de 1898 a 1904”.
A esto ha agregado, también en La Nación, el historiador Luis Alberto Romero: “El relato mítico del kirchnerismo está en pleno proceso de construcción, y por ahora suma motivos que no siempre encajan. Esta suerte de beatificación de Kirchner se une ahora con la execración de Roca”.
Sin embargo Grondona y Romero saben que si el intento de beatificación de Néstor es real, no lo es el de demonización de Roca, o por lo menos no es la nota dominante en un gobierno que ha golpeado a los pueblos originarios y ha permitido un nuevo ciclo de concentración en el agro. Simulan que la ofensiva anti-roquista pretendería eliminar sus monumentos, difundir una falsa historia a través de libros histórico-propagandísticos y, un poco infantilmente, “hasta” reemplazar su estampa en los debilitados billetes de cien pesos, para quedar como porta-estandartes de alguna bandera difusamente “nacional”.
Sin embargo veamos lo que dicen algunos historiadores enrolados junto al gobierno kirchnerista:
“[…] la mayoría de los historiadores –pertenecientes tanto a la Historia Oficial como a la Historia Social e incluso al Revisionismo nacionalista católico– coinciden en personalizar esta época en la figura de Roca, así como en lanzar sobre dicho General la más descalificatoria opinión. Para la Historia Oficial, se está en presencia de un jefe inescrupuloso, apodado ‘El Zorro’, por sus trapisondas, que imprimió a su política un fuerte carácter personalista. Se trata del creador del Ejército, y por ende, se lo supone bastante inculto, en comparación con Mitre o Sarmiento. La Historia Social, según la tesis de José Luis Romero, sostiene que hasta el 80 gobernó una aristocracia, una elite austera y culta, pero que a partir de 1880 debe hablarse de oligarquía, plagada de vicios. El nacionalismo católico sostiene que todos los males del país derivan de ese gobierno de Roca en el cual predominaron los intelectuales positivistas, atacando a la Iglesia, implantando la Ley 1420, el Registro Civil y otras medidas antirreligiosas.
“Estas coincidencias de opinión se entienden, especialmente, porque el roquismo inicia su ciclo político como expresión neta de antimitrismo. Es sabido que Mitre, padre de la Historia Oficial, ha quedado indemne en el remozamiento de esa historia llevada a cabo por la Historia Social, y asimismo, ha sido respetado también por la mayoría del revisionismo por aquello que sostenía Manzi, que ‘había dejado un diario de guardaespaldas’”.
Palabras de Norberto Galasso que no cuadran con el ataque a Roca que exagera Grondona. Curioso es notar que ambos confluyen en la defensa de Roca, uno desde el liberal “diario guardaespaldas” fundado por Mitre, otro desde el revisionismo nacionalista y presuntamente anti–mitrista.
Por su lado el también kirchnerizado Pacho O’Donnell escribió en 2008:  “[…] En lo que hace a la Conquista del Desierto, es objetable su militarismo excesivo ante un enemigo mal armado y poco orgánico, y el destino que se dio a las tierras conquistadas, repartidas mayoritariamente entre la aristocracia agrícola ganadera de la época. Pero no hay duda de que, de no haber sido por la decisión de Roca, es más que probable que la Patagonia no sería hoy argentina”.
Es decir “razonables” críticas en un marco de acuerdo general con el accionar de Roca, (de hecho O’Donnell descartó como “tonterías” y “fundamentalismo estúpido” las meritorias propuestas de Osvaldo Bayer y otros de retirar los monumentos al genocida).
Por supuesto que dentro del kirchnerismo también existen voces críticas de Roca, como la de Felipe Pigna pero, en la resultante del equilibrio de fuerzas dentro del oficialismo, no pareciera predominar un ataque hacia esa figura como plantea el periodista-terrateniente Grondona. Démosle de nuevo la palabra: “El principal argumento que se utiliza para denostar a Roca es que en la Campaña del Desierto de 1877, que condujo como ministro de Guerra, incurrió en genocidio para aniquilar a los “pueblos originarios” que poblaban la Patagonia. Bastaría recurrir a verdaderos historiadores como Félix Luna en su espléndida biografía, que lleva por título Soy Roca, o a otros estudiosos, como Luis Alberto Romero, para desenmascarar esta falacia. En primer lugar, porque los mapuches a los que derrotó Roca no eran “pueblos originarios” de la Patagonia sino pueblos “invasores”, ya que eran araucanos que provenían de Chile y que habían aniquilado a los verdaderos pueblos originarios, los tehuelches, antes de que llegara Roca. En segundo lugar, porque habría que anotar que muchos mapuches, aunque no todos, sin ser por cierto los idílicos “buenos salvajes” de Rousseau, desataron los malones que mataban a nuestros pioneros rurales, y raptaban a sus mujeres, llevándose el producto de sus sangrientas correrías al otro lado de la cordillera. En tercer lugar, porque Roca, lejos de ser un despiadado “genocida”, pactó la paz con casi todas las tribus invasoras.
“La calificación de “genocida” mediante la cual se lo pretende demonizar incurre en un pecado que el propio Max Weber denunció cuando sostuvo que el verdadero historiador no es quien retroproyecta sus propios valores al pasado, sino quien describe a los protagonistas del pasado desde los valores que ellos mismos poseían”.
Una verdadera clase de “lógica” grondoniana: ¿Cómo podría cambiar el carácter genocida de la “conquista del desierto” el que los masacrados fueran tehuelches o araucanos? Desde la eurocéntrica mirada de la oligarquía ¿podrían ser menos originarios unos que otros? ¿No sería, a la inversa, que el proceso de conquista comenzado siglos antes empujó a los originarios a su belicosidad y no, como pretende Grondona, que la conquista a sangre y fuego fue para defender a los “pioneros” de los “violentos” malones?
Por otra parte, suponiendo que fuéramos buenos historiadores, al estilo propuesto por Max Weber, todavía quedaría por ver desde qué punto de vista de aquellos protagonistas reconstruiríamos la historia. Y si Grondona se siente heredero de Roca nosotros lo somos de los originarios.
En relación al kirchnerismo Grondona sabe que un gobierno que sojiza, que favorece la gran propiedad terrateniente, que reprime a los qom, que enriquece a Cargill, Noble o Monsanto, etc.; no puede ser nunca verdaderamente anti–roquista. Entonces en definitiva para criticar al kirchnerismo es más necesario analizar su historia política que algunas de sus pretendidas políticas hacia la historia.