El ejército de China infiltró la red de computadoras del Pentágono. El hecho, sucedido en junio, no tiene precedentes en el Departamento de Defensa norteamericano. El Pentágono tuvo que apagar durante más de una semana parte del sistema nada menos que en la oficina del propio secretario de Defensa Robert Gates.
Todavía los capos yanquis no saben cuánta información y de qué categoría pudieron apropiarse los chinos. Pero la preocupación de Washington es mayúscula, porque el hecho demostró que China podría, en momentos críticos, paralizar los sistemas norteamericanos de defensa, y aún otros, como los de investigación y los de obras de infraestructura vitales.
Un par de semanas antes Angela Merkel, la canciller de Alemania, se vio obligada a plantear ante el premier de China Wen Jiabao el tema de la infiltración china en computadoras del gobierno alemán. En mayo, expertos informáticos de Estados Unidos, junto a otros de la OTAN y la Unión Europea, debieron correr a Estonia para rehabilitar la red íntegra del país báltico, uno de los más informatizados del mundo.
Cada tanto y desde hace tiempo, los líderes del ascendente imperialismo chino envían una “señal” a los de la declinante superpotencia yanqui y a otros competidores “globales”: “ojo con nosotros, ya somos una gran potencia del siglo 21 y vamos por más”. Desde el recordado episodio del avión espía norteamericano obligado a mediados de los ’90 a aterrizar en territorio chino y luego devuelto prolijamente desarmado, hasta la reciente prueba exitosa de un misil chino contra satélites espías en el espacio y los ejercicios militares conjuntos del “Grupo de Shangai” (China, Rusia y cuatro países centroasiáticos) corrió mucha agua bajo los puentes.
China es ya una de las principales potencias comerciales, industriales y financieras del planeta. Todavía reviste su competencia con los otros imperialismos con palabras de “equidad”, y enmascara su saqueo de los recursos productivos y naturales de los países del tercer mundo con cierta verborragia tercermundista. Pero se prepara en todos los órdenes para la etapa que inexorablemente se aproxima en su rivalidad estratégica con las demás potencias por “esferas de influencia”.
02 de octubre de 2010