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30 de enero de 2013

El hundimiento de la Santísima Trinidad

Un ejemplo de la “modernización” kirchnerista

En Puerto General Belgrano, yace escorada a 90º la Santísima Trinidad. Retirada de servicio y abandonada, es la imagen más demostrativa del desarme impuesto a la Argentina desde junio de 1982, en represalia por la osadía de reconquistar el territorio usurpado por el colonialismo inglés y por defender la soberanía en la batalla por Malvinas en ese año. Esa imposición se suscribió con los llamados Acuerdos de Madrid de octubre de 1989 y febrero de 1990, y que establecieron el paraguas británico de soberanía y el control de policía sobre las Fuerzas Armadas Argentinas de parte del Reino Unido, respectivamente. Esos Acuerdos públicos y otros secretos, así como Entendimientos y leyes de garantía están plenamente vigentes.
El   ARA Santísima Trinidad fue un destructor misilístico  de la clase  42 con el que contó la  Armada para que, junto con su gemelo el ARA Hércules, se encargaran de la cobertura antiaérea del portaaviones, gracias a su combinación de electrónica, radares y misiles Sea Dart. El ARA Santísima Trinidad fue ensamblada en los Astilleros Río Santiago y su construcción fue terminada el 29 de noviembre de 1980. [El 22 de septiembre de 1975 se había producido un atentado explosivo por parte de Montoneros. La explosión produjo daños importantes principalmente en lo relativo a la deformación de ejes y cunas, pero ello no impidió -una vez reflotada y reparada- la terminación del buque, aunque con considerable demora respecto del calendario].
Durante la Guerra de las Malvinas, el buque formó parte, para la reconquista de las Islas, de la Fuerza de Tareas FT.40 y dentro de ésta, del Grupo de Tareas 40.3 – Grupo de Escolta y Desembarco, junto al destructor ARA Hércules, y a las corbetas  Drummond y ARA Granville.
Su última navegación operativa fue en junio de 1989, pocos meses antes de la firma del Acuerdo de Madrid en octubre. Desde entonces comenzó a ser canibalizado debido al embargo británico posterior a la Guerra de Malvinas, para servir como fuente de repuestos para su gemelo, el ARA Hércules. En el año 2000, el buque ARA Santísima Trinidad fue puesto en “receso temporario”. En 2004 fue finalmente dado de baja, existiendo el proyecto de convertirlo en un buque museo con referencia a la Guerra de Malvinas. El 21 de enero de 2013, el abandono y la corrosión provocaron la rotura de una tubería en el sector de máquinas y provocó el hundimiento de varios compartimientos y el escorado de la nave.

“Se me cae la cara de vergüenza”
Esto afirmó el ministro de Defensa Puricelli cuando el hundimiento del ARA Santísima Trinidad evidenció a los ojos del mundo la desidia del gobierno nacional para el patrimonio militar, luego del papelón internacional de la captura de La Fragata Libertad por una demanda de los fondos buitres ante los tribunales de Ghana.
Sin embargo el ministro (de un país que tiene parte de su territorio ocupado y crecientemente militarizado) no parece sentirse afectado por la destrucción sistemática de todo el sistema de defensa nacional que lleva largos años de ejecución, de los cuales 10 corresponden a la gestión kirchnerista.
Como señalamos líneas arriba, esa política tiene un punto de inflexión con la firma de los Acuerdos de Madrid. La Argentina no puede adquirir ningún material de guerra sin el visto bueno de Londres. La destrucción impuesta a la Argentina abarca las FFAA como instrumento para la Defensa, la industria militar como Altos Hornos Zapla, astillero Domeq García, etc., el desmantelamiento del proyecto Cóndor, la firma del Tratado de no proliferación Nuclear que significó la liquidación del Plan nuclear independiente. Mientras Londres despliega sus diez submarinos atómicos en el Atlántico Sur portando todos ellos misiles Tridentes de 10.000 Km. de alcance y provistos de varias cabezas nucleares.
El presupuesto nacional destina $26.312,1 millones al Ministerio de Defensa. Es un 19% de aumento respecto de 2012, un porcentaje inferior a las estimaciones de inflación que rondan el 25%.
La reducción del presupuesto nacional provocará que los pilotos tengan 13.641 horas de vuelo frente a las 28.769 previstas para este año, es una reducción del 47%. Con la reducción de los vuelos en casi un 50% los pilotos no se entrenan y corren riesgos de perder la certificación que reconoce su aptitud para volar. A los problemas salariales se suman las dificultades por la falta de recursos para mantenimiento.
Los barcos de la Armada tendrán 161 días para navegar y controlar los espacios marítimos y la hidrovía, cuando en 2012 se previeron 174 jornadas. En 2011 contaron con 329 días. La reducción del control de los espacios marítimos y fluviales favorecerá la pesca ilegal y la depredación del patrimonio ictícola argentino. Al mismo tiempo, brinda absolutas garantías al Reino Unido para su control del Atlántico Sudoccidental donde aspira a colonizar más de 5 millones de kilómetros cuadrados de territorio argentino, incluido el Sector Antártico Argentino bautizado por los colonialistas británicos como Tierras de la Reina Isabel. La Armada también contará con menos recursos para el control aéreo del mar y de los ríos. El presupuesto apenas alcanzará para 70 horas de vuelo, cuando hace dos años llegaba a 273 horas.
Las actividades previstas para el Ejército se mantienen en los mismos niveles de 2012, porque ya han sufrido recortes significativos anteriormente.
Sin inversión en Defensa, la Argentina destina al área de Defensa solo el 0,9% de su PBI. El 89% de ese presupuesto está destinado a sueldos, el 11% a “modernización” del sistema de Defensa Nacional. El hundimiento del ARA Santísima Trinidad es el ejemplo exacto, de esa “modernización” kirchnerista.