El último censo contabilizó 36 habitantes en los alrededores, contando los cabriteros, los cuidadores de las residencias exclusivas de los palomeros, los dueños de La Casa de campo La Serena y la familia de la bodega Jairala Oller y 5 residentes permanentes en el pueblo de Ischilín. La villa, un caserío de cinco siglos, no es más que un aglomerado de casas sin perros, sin alambrados, algunas sin techos, todas sin timbres ni apuros que alguna vez fue posta del Camino Real al Alto Perú.
Un algarrobo de ochocientos años y un aljibe más reciente ocupan el centro de la plaza de armas. La posta de correos, el “Come tierra” con su cartel escrito en las paredes de adobe: “proveduria i otras necesidades”, una iglesia construida en 1706 por los jesuitas y el rancho de Doña Eulogia, la bisabuela de Conrado que nos invitó con grapa y papas con grasa esta mañana son en sí mismo un museo a cielo abierto en éste rincón olvidado de la provincia de Córdoba.
“Zona gris” le llama uno de los habitantes que se quedó para siempre y atiende a los visitantes como quien los recibe en el patio de su casa. Cuenta, con gestos que cada quien tiene derecho a interpretar, que la Secretaría de Cultura de la Provincia, o no sabe bien qué organismo cedió los derechos de cuidado de la villa (que no tiene municipalidad, ni condición de comuna, ni forma jurídica alguna de gobernación política propia) a Carlos Fader, el nieto del pintor Fernando Fader –nacido en Burdeos en 1886 pero que vivió, pintó y murió aquí entre los años 1916 y 1935-. Ahora, entran dos tipos de visitantes: los de alto nivel internacional, cazadores de palomas, envueltos en manto de dólares y secretos, sin identidad alguna y los perdidos en busca de historias y de emociones.
Ischilín es el nombre de un departamento del noroeste de la provincia de Córdoba, la etimología de la palabra quiere decir alegría en lengua sanavirona, se encuentra a veinte kilómetros de Deán Funes, la ciudad cabecera del Departamento y detenta un honor histórico que pocos le conocen. Muy pocos. Fue la segunda población que juró la Declaración de la Independencia en 1816, después del Congreso de Tucumán.
En el facsímil fotocopiado y recuadrado que atesora Conrado, se puede leer: “En la benemérita capilla de Ischilín, a Treinta días del mes de Agosto del año de mil ochocientos y diesisés. Terminada la publicación del bando expedido fecha nueve del pasado mes de julio induciendo a la libertad de las Provincias en Sudamérica. Los Pedáneos existentes que se hallaban congregados en este día, todos juntos con el Sr Cura y Vicario de esta Parroquia, Don Bernardino Subiaux, y los Pedáneos Don José Eugenio Quintero, Don simón Silva, Don José Roque Varela y Don Pedro de Avila y a presencia de todos los concurrentes, procedimos al más solemne de todos los juramentos, de Independencia del País de la Dominación de los Reyes de España y su Metrópoli y de cualquier nación extranjera. Y como igualmente juraron todos los oficiales militares y más individuos que se hallaron y fueron convocados para solemnizar la gravedad del Juramento y luego pasamos a la iglesia a celebrar el Santo Sacrificio de la Misa y tributar al Ser Supremo nuestros humildes respetos por la feliz libertad e independencia de nuestra Sudamérica y la firmaron dando noticias a Vuestra Señoría de haberlo hecho”.
A pocos días de cumplidos los 206 años de la declaración de la independencia y bajo un sol agreste la crónica para el hoy se queda en silencio. Tampoco hay mucho más para decir. La pregunta para Conrado, uno de los cinco habitantes permanentes de Ischilin, es ¿Quién tiene el original de éste facsímil? Y, él, que no cobra ningún sueldo de la provincia para ser un cuidador amoroso de parte del patrimonio más increíble del estado cordobés nos responde con otra pregunta ¿Será Carlos?
Escribe María de los Ángeles Fornero
Hoy N° 1924 03/07/2022