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08 de octubre de 2014

El cura Juan Carlos Molina, titular de la Secretaría de Programación para la Prevención de la drogadicción y la lucha contra el narcotráfico (Sedronar) fijó la posición del gobierno de Cristina Kirchner respecto a la cruda problemática del consumo de drogas en nuestro país. Una vez más se abrió el debate; pero esta vez al cura ¿se le escapó la lengua? 

El kirchnerismo busca legalizar el consumo

Un negocio millonario con nuestras vidas

Molina dijo: “Yo habilitaría el consumo de todo y abriría centros, pero estamos hablando de la no criminalización. Estamos trabajando en enviar un proyecto que reformule la ley -de estupefacientes- que hoy existe”. Y agregó: “Estamos buscando en la legalidad algo que ya es legal. Hoy el que consume no va preso, supuestamente (sic) por un fallo de la Corte Suprema” y terminó diciendo “no estamos agarrando a los grandes narcotraficantes, sino a los perejiles”. Sí, no leíste mal; lo dijo el titular del Sedronar; el mismo que dijo que “Pablo Escobar era una especie de Robin Hood”. 
Desde la JCR afirmamos nuestra posición de no criminalizar ni penalizar a quien tiene para uso personal y consume. Sí hay que hacerlo con todo con los narcos. Pero, el problema (del que no se habla en ningún lado) es que el grupo económico y político K, de burguesía intermediaria, tiene entre sus principales negocios el narcotráfico y el lavado de dinero y ha utilizado el aparato del Estado para eso (políticos, jueces, policía, etc.) . Por eso, lo que dijo el cura Molina es la esencia del gobierno K. Detrás de un discurso contra la “despenalización” y la “no criminalización” esconden la intención de la “legalización” de todas las drogas para seguir haciendo negocio con la vida de millones de jóvenes.
 
La respuesta de los curas villeros y ONGs
La posición de los curas villeros salió al cruce en forma precisa y contundente: “criminalizar es que los pibes no tengan educación, trabajo, salud, un club en los barrios” y criticaron la falta de una política de Estado de recuperación de los adictos. Desde una posición de clase, desde el sufrimiento de los sectores más castigados de nuestro pueblo, tomaron posición diciendo que no hay condiciones para abrir el debate porque la juventud en los barrios sin trabajo, educación, cultura y recreación tiene como opción, a la vuelta de la esquina, el consumo de droga. Y nosotros agregamos, también, a la muerte. Porque al instalarse en nuestro país los cárteles de narcos, han hecho de la droga una opción “laboral”. Para los pibes un sueldo por tener un arma como “soldaditos” y las pibas vendiendo encerradas en los bunkers y obligadas a prostituirse. Por eso, estos últimos años hemos visto recurrentes imágenes de sangre joven derramada en los barrios de nuestro país.
Además, sectores de ONGs que luchan contra la droga denunciaron a Molina como “vocero de George Soros quien está, desde el año 1992, impulsando la legalización de las drogas en toda América para quedarse con la comercialización del producto”. Trascendió que hace dos meses Molina estuvo reunido con el brasileño Pedro Abramovay, director para la región de Open Society Foundations (la Fundación de Soros). Y Soros, en su reunión con CFK en el marco de la Asamblea de la ONU, la felicitó por el trabajo del cura Molina.
 
No a la legalización
Para finalizar, transcribimos lo aprobado como Resoluciones en el 10º Congreso de la JCR acerca de este debate y para incorporar más elementos a lo que saliera meses atrás en este semanario como Tesis de discusión. 
“Estamos en contra de la legalización de la marihuana y de cualquier otra droga. Debemos llenarnos de argumentos para polemizar activamente con los “legalizadores”. Hay muchos sectores progresistas e incluso de izquierda que plantean la legalización de la droga. Algunos son más cuidadosos y solo hablan de la marihuana fomentando la teoría de drogas “blandas” y drogas “duras”. Un mito hecho a la medida del fomento del consumo de marihuana, principal puerta de entrada de los jóvenes a otras drogas. Pero no solo en organizaciones políticas sino también estas ideas han enraizado en muchos jóvenes. Se escuchan argumentos tales como: “si se legaliza no va a haber bandas que las controlen, por lo que los narcos perderían su negocio”, “van a tener que pagar impuestos que hoy evaden ganando millones”, “El Estado va a poder controlar”, “Cada uno va a poder plantar libremente y no habrá más negocio”, entre otros.
Pero en un mundo en donde domina la concentración monopólica y donde los países son controlados por unos pocos monopolios imperialistas y grandes terratenientes ¿por qué va a ser diferente en el terreno de la droga? Así es hoy la realidad en otros rubros. ¿Cuántos laboratorios extranjeros controlan los psicofármacos?, ¿cuántos controlan el tabaco libre? Tomemos el caso del juego –que antes era ilegal-; después de su legalización ¿se masificó o disminuyó? Su legalización trajo más jugadores y no menos y sus ganancias son mayores a las de antes. ¿Por qué va a ser distinto con la droga?
Por otro lado, pedirle a este Estado que controle es como “pedirle al lobo que cuide las ovejas”. Son precisamente sectores de las instituciones del Estado como la policía y la gendarmería, el poder judicial y político en los más altos cargos de donde se promueve, se trafica y se hacen los más grandes negociados con la droga.
Otro argumento utilizado para justificar el consumo de droga y hasta su legalización es el de la llamada “libertad” individual. Muchos dicen, y es la base ideológica de los proyectos legislativos “yo soy libre de drogarme mientras no moleste al otro”. El problema de ese razonamiento es que no parte de la realidad de un país con las desigualdades sociales que tenemos.
Es difícil, por no decir imposible, hablar de libertad en esta Argentina oprimida y dependiente. Vale preguntarse entonces ¿cuál es la libertad de un joven superexplotado?, ¿cuál la de un desocupado?, ¿y la de un joven campesino u originario sin tierra que vive el desarraigo en las villas miseria de las ciudades?, ¿cuál es la libertad de las masas populares explotadas en nuestro país? ¿La de poder emborracharse y drogarse cuando quieran? Pero sobretodo, de qué libertad se puede hablar para un pibe que está metido en la droga, ¿Qué libertad puede tener ese joven que es esclavo de la adicción que generan las drogas? No podemos hablar de verdadera libertad para los oprimidos en esta sociedad con este sistema”. (Resoluciones 10º Congreso JCR. Pág. 14 y 15).