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05 de octubre de 2011

Breve historia de uno de los mayores monopolios de la alimentación y su política de concentración de la producción y reducción encubierta de puestos de trabajo.

El monopolio Molinos Río de la Plata

Hoy 1389 / Nota 1 de 2

En 1902 el monopolio imperialista exportador de granos Bunge y Born fundó la sociedad anónima de Molinos Harineros y Elevadores de Granos Molinos Río de la Plata, el más moderno molino de la época, en el Dique 3 de Puerto Madero, consiguiendo del Estado protección arancelaria y/o favores; convirtiéndose en la empresa líder de la “mesa de los argentinos” con sus marcas Favorita, Blancaflor, Aceite Cocinero, Exquisita, Vitina, Matarazzo, Delicia, Nobleza Gaucha, Preferido, etc.

En 1902 el monopolio imperialista exportador de granos Bunge y Born fundó la sociedad anónima de Molinos Harineros y Elevadores de Granos Molinos Río de la Plata, el más moderno molino de la época, en el Dique 3 de Puerto Madero, consiguiendo del Estado protección arancelaria y/o favores; convirtiéndose en la empresa líder de la “mesa de los argentinos” con sus marcas Favorita, Blancaflor, Aceite Cocinero, Exquisita, Vitina, Matarazzo, Delicia, Nobleza Gaucha, Preferido, etc.
Por otro lado, durante el primer gobierno peronista (1946-55) se desarrolla el Grupo Pérez Companc, que crece con actividades petroleras y financieras, y luego se expande al sector agropecuario, la industria, la construcción, la petroquímica y los servicios.
En la década del ‘70, a través de sus empresas controladas y/o vinculadas (Banco Río, Compañía Naviera Pérez Companc, SADE, Petrolera Pérez Companc, Aguila Saint, Pesquera San Carlos, Electromecánica Argentina, Pesquera Santa Margarita, Inversora Patagónica, Alto Palermo, entre otras), se convierte en uno de los grandes deudores privados, siendo favorecidos durante los ‘80 por la estatización de la deuda externa privada, llevada adelante por Cavallo.
Incrementaron también su capital con subsidios por promoción industrial a empresas como Petrosur, Pasa y Petroquímica Cuyo. Su evolución meteórica pasó de 10 empresas en los años ‘70, a 53 al final de la dictadura, 80 y pico en el gobierno de Alfonsín y 149 al terminar la primera presidencia de Menem.
En 1999 se desprenden de muchas de esas empresas y compran Molinos Río de la Plata a Bunge y Born, consolidando las marcas tradicionales y las innovadoras, y también reafirmando el sector de graneles, con dos grandes lineamientos: exportación de productos de valor agregado con marca, y exportación de commodities (especialmente aceite crudo de girasol, pellets y aceite de soja), actividades con baja generación de valor agregado y ocupación de trabajadores.
Durante los últimos años, ya en manos de Gregorio Pérez Companc, y desde el 2009 con el timón de sus hijos Luis y Jorge, compraron varias empresas: Virgilio Manera Sacifi, el Grupo Estrella S.A., Bonafide Golosinas S.A., convertida hoy en Compañía Alimenticia Los Andes S.A y otras, desarrollaron inversiones financieras a nivel regional, y adquirieron una cerealera en Ucrania, las bodegas Nieto Senetiner, la agropecuaria Goyaiké, establecimientos ganaderos en Chile y el frigorífico Friosa, y otros negocios familiares.
Junto a Arcor, Ledesma, Aceitera General Deheza, y monopolios imperialistas como Cargill y Kraft, Molinos constituye parte principal de la Coordinadora de Industrias de Productos Alimenticios.
Con la expansión del negocio de la soja instalaron plantas de procesamiento en San Lorenzo (cerca de Rosario) y construyeron el puerto San Benito, activando la producción de biodiesel y realizando los primeros embarques a fines del 2008.
Aunque ha aprovechado la política basada en la expansión del negocio de la soja de los gobiernos de los Kirchner, y ha recibido subsidios durante varios años, Molinos no tiene afinidad política con ellos, y ha sido acusada por el gobierno de triangular operaciones económicas y financieras a través de sus firmas con asiento en Uruguay, Chile y Miami, para evadir impuestos.

 

Pujas interimperialistas
Tal vez algunas de las contradicciones surjan de la asociación de Molinos con Grobocopatel, para producir biodiesel certificado con las normas exigidas, accediendo por eso a un plus de precio, y exportarlo a través de Shell, que mezcla el biodiesel con gasoil y lo vende en la Unión Europea.
En cambio, la presidenta y su ministro De Vido anunciaron algo más de mil millones de dólares de inversiones por parte de grupos empresarios yanquis como Apache, Exxon y Chevron, para la producción de energía con petróleo y gas no convencional, en áreas donde estas empresas ya se encuentran radicadas, acordando con YPF, y realizando también inversiones en la construcción de una usina eléctrica en las afueras de Buenos Aires con uso de biodiesel en sus generadores.
“Se buscará la producción de energía, ya prevista desde la vigencia del Plan Energético Nacional (2003), para subsanar la falta que obligaría a importar a precio no conveniente, aunque aceptable para pasar el momento”.
Son notables los cambios que producen los negocios. En estos días, se puede leer en Página 12, diario que se caracterizó por su discurso antiyanqui y pro K “Que ExxonMobil vuelva a invertir en exploración en nuestro país, después de varias décadas de haber abandonado las actividades de exploración y producción, es una muy buena noticia. Hoy Exxon sigue siendo una empresa poderosa por valor de mercado, por tecnología, por dinámica, por capacidad de inversión, pero es un león sin garras. ¡Bienvenida entonces esta vez, Exxon a la Argentina!”.
 Es que los negocios van y vienen, y en las pujas empresarias e interimperialistas se producen algunos chisporroteos en la política y la economía local, aunque a la hora de contar los dividendos y/o ajustar a los trabajadores, están todos de acuerdo.

 

Fortuna y superexplotación
 La fortuna que acumuló Molinos Río de la Plata, y Goyo Pérez Companc, contando con los favores de los distintos gobiernos, se amasó principalmente en base a la superexplotación durante décadas de los trabajadores, incluso menores de edad, que se paraban en la puerta de las plantas esperando ser “elegidos” para entrar a trabajar, sin saber a que hora iban a salir, y volviendo al otro día a esperar de nuevo.
Durante años se trabajó con contratos que llegaron a durar 10 o 15 años, durante varios gobiernos, incluidos el de Néstor y el de Cristina.
Durante años se vaciaron plantas aprovechando los contratos para dejar afuera trabajadores sin el costo que significa despedir efectivos, pero siempre buscando mantener la imagen de empresa “buena y comprensiva”, pidiendo ponerse la camiseta cuando aprieta la crisis, pero concentrando la producción y reduciendo personal cuando les conviene.
Así fue como fueron desmantelando plantas en Alsina, Avellaneda, San Luis, Chaco y últimamente pretendieron hacerlo en Romang (Santa Fe). Allí se toparon con la decisión de sus trabajadores, que apoyados por su pueblo, decidieron enfrentar el cierre. Con su disposición de lucha consiguieron, contradicciones políticas mediante, la intervención del gobierno nacional para evitarlo, obligando a Molinos a vender la planta a productores locales. Esto no hubiera sucedido si no hubieran tomado la defensa de los puestos de trabajo en sus manos.
Es una enseñanza clave para el resto de los trabajadores de la empresa en sus diferentes plantas, ya que están ejecutando la concentración de la producción en algunos lugares, achicando de hecho la cantidad de trabajadores.
La producción de arroz se concentró en Concepción del Uruguay, y la de yerba está trasladándose a Misiones. La planta de Esteban Echeverría pasó a incorporar máquinas para la producción de Exquisita y Gelatinas, traídas desde San Luis, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo en esa provincia; pero no todas están puestas en producción y hay sectores con poco trabajo y muchos rumores.
Lo mismo pasa en la planta Barracas, donde desde el 2008 están desmantelando el arroz y la yerba y encubriendo despidos por el mecanismo de los contratados, retiros voluntarios o traslados.
En próximas notas desarrollaremos algunos aspectos más de esta y otras empresas de la alimentación y los cambios para lograr la reducción de puestos de trabajo sin mayores costos ni exposición pública, y la necesidad de enfrentar esos planes para garantizar la continuidad de los puestos y las condiciones de trabajo.