En el contexto de la tremenda crisis detonada por el Coronavirus, la intervención de Alberto Fernández en la cumbre virtual del G20 el 26 de marzo incluye algunos párrafos que deseamos remarcar:
“Enfrentamos el dilema de preservar la economía o la salud de nuestra gente. Nosotros no dudamos en proteger integralmente la vida de los nuestros”.
Propone “… un gran Pacto de Solidaridad Global” y “un Fondo Mundial de Emergencia Humanitaria para enfrentar, mejor equipados de insumos, el contexto que vivimos”.
Que “la investigación sobre el COVID 19, el conocimiento científico y médico, sea un bien público global”.
“El tiempo de los codiciosos ha llegado a su fin”.
“Estas decisiones no pueden quedar libradas a la lógica del mercado, ni preservadas a la riqueza de individuos o naciones”.
“Celebro que el FMI y el Banco Mundial [¨…] reconozcan lo insostenible de las deudas que soportamos los países más postergados”.
“Como nunca antes, nuestra condición humana nos demanda solidaridad. No podemos quedar pasivos frente a sanciones que suponen bloqueos económicos que solo asfixian a los pueblos en medio de esta crisis humanitaria”.
“De ese modo, la humanidad superará esta pandemia. Pero lo que además logrará es acabar con el vicio de la exclusión social, la depredación ambiental y la codicia de la especulación”.
Como era de esperar, la Cumbre no tuvo en cuenta estas exhortaciones. Lo que no desmerece el haberlas formulado. Los países centrales se limitaron a contarnos lo que gastarán fronteras adentro para mitigar la hecatombe económica desatada por la pandemia.
¿Economía o salud?
O mejor debiéramos decir ¿negocios o vidas? Con la franqueza que los caracteriza brutales referentes de los sectores dominantes se preguntan si el Mundo se ha vuelto loco. Por unos miles de muertos, ¿acerrojar la economía global?
Los Trump y los Bolsonaro, ante dicha contradicción tampoco dudan: “que se mueran millones y avanti con los negocios”.
La anárquica carrera entre monopolios farmacéuticas por ver quien llega antes a una vacuna contra esta peste. El premio para el ganador será una fortuna inconmensurable.
China vendiendo con kits “no fiables” a España.
Un ignoto articulista escribe en el New York Times: «Pará un minuto, ¿qué nos estamos haciendo a nosotros mismos y a nuestra economía? ¿No será el remedio, […], peor que la enfermedad?». Se conduele de los millones que se quedarán sin cobrar sus sueldos. Por lo tanto, habla en nombre de ellos. Plantea volver al trabajo para salvar vidas y para que no colapse el sistema de salud. y agrega: “que al cumplir los dos primeros objetivos no destruyamos la economía, y en consecuencia, incluso muchas más vidas”. Lo curioso es que esta arenga contra la cuarentena la recogen simultáneamente La Nación y El Clarín.
Los EEUU de Trump, corriendo de atrás, ya han superado en contagios a Italia y China. Ante los primeros 100.000 enfermos se encoge de hombros e insta a trabajar.
Y la crisis política en Brasil donde el Bolsonaro de la “gripecita” soporta una generalizada repulsa. Y la rebeldía de 26 de los 27 Gobernadores estaduales.
La lógica del Mercado…
… está contrapuesta con la indispensable y urgente solidaridad. El Mercado, los mercados… el Becerro de Oro al que reza una minúscula minoría mientras destruye en vida los derechos de los demás.
Así Techint despide 1.500 obreros. “A quién se le ocurre que paguemos sueldos si no van a trabajar?”
En medio de la doble emergencia (pandemia + co0lapso económico) necesitamos medidas heroicas. Distintos sectores han demostrado su indiferencia y/o responsabilidad ante los padecimientos colectivos. Con Macri en el Gobierno se castigó a la Salud pública con rebajas presupuestarias (-25%), con los despidos diezmaron valiosos equipos de trabajo. Se precarizaron las Obras Sociales. Se reforzó el principio de una Medicina de clase. Estratificada. Mientras tanto los monopolios farmacéuticos derramaban su angurria sobre el 99% de los argentinos.
Ir contra la lógica del Mercado es no vacilar. Y hacerles pagar, sin dilaciones, a Bancos, monopolios y terratenientes todo el mal que nos han hecho.
A apenas 3 meses de asumido, el Gobierno debe pilotear una crisis de magnitudes absolutamente desconocidas. Se han adoptado medidas para atenuar los efectos de la cuarentena sobre los ingresos de múltiples sectores. Desde ya válidos, desde ya insuficientes. Debemos garantizarle comida y agua a quienes hoy no les llega. Y camas, respiradores y demás recursos para cuando la pandemia apriete.
Todos ellos consumen ingentes fondos. Que precisamente es de lo que carecemos. De hecho se está imprimiendo pesos. No faltan los que identifican emisión con inflación. Contradicción real pero secundaria. Hoy la urgencia es llevar dinero a los bolsillos de los carecientes.
Está sobre la mesa una gran disyuntiva: ¿volveremos a hacer el gasto nuevamente los sectores populares? ¿Nos gastaremos el Fondo de Garantía de Sustentabilidad del ANSES? No nos cabe duda de que estos no son los caminos. Debemos ir sobre quienes fugaron miles de millones de dólares; sobre las cerealeras y los terratenientes; sobre los Bancos; sobre los monopolios de la comunicación; las farmacéuticas; las mineras y petroleras.
Muchos de ellos, en plena cuarentena, mantienen inalterable sus planes de negocios. ARCOR en Arroyito sigue fabricando golosinas para la exportación. Por cada camión con alimentos para nuestro consumo que circula por algunas rutas, otros 4 (con cereales o aceites) convergen sobre los puertos. Es imperioso un impuesto de emergencia sobre esas grandes fortunas. Pero, además es irreemplazable. Porque no existe ninguna otra fuente de financiamiento de todo lo que deberemos gastar para sobrevivir.
El Mundo ha cambiado… ¿para siempre?
Los tiempos que vivimos no tienen parangón. Ni en el pasado lejano. Imposible predecir el costo en vidas humanas ni la duración de la pandemia. Mientras continúe su onda ascendente perdurará el crack económico y se multiplicarán las penurias de las grandes mayorías.
Se dice que la Humanidad está en guerra contra un enemigo común. Hasta cierto punto sí. Pero se trata de una guerra muy peculiar. La misma carne de cañón que muere en las guerras injustas morirá en esta tenida. Pero el patrimonio de los poderosos quedará indemne. En alguna de sus tertulias se restregarán las manos calculando cuántos excedentarios se han sacado de encima gracias al Coronavirus.
Algunas cuestiones cambiarán. Probablemente nuestra Argentina se encuentre haciendo causa común con otras Naciones hermanadas en la Deuda. Y se produzca una denuncia colectiva del carácter odioso de la misma. En tal situación el default será una expresión de lucha y no de impotencia.
Pero, ¿cambiarán para siempre? Ojala… pero difícil. La condición de posibilidad es comprender acertadamente el Mundo al que pretendemos cambiar. Y la despiadada catadura de los sectores dominantes. La fase actual del capitalismo, el Imperialismo, es el reinado omnímodo de las injusticias, la maximización de las desigualdades, el hábitat de los monopolios y la especulación parasitaria, la sublimación de la irracionalidad. El mayor derroche de los dones de la ciencia, las tecnologías y la naturaleza… Beneficio para muy pocos. Denegado a los Más.
Creer que los poderosos resignarán mansamente sus privilegios, tanto en nuestro país como al nivel global, constituirá un muy grande error. Cuanto mucho harán lo del Gattopardo: cambiarán algo (lo menos posible) para que todo siga igual.
Quienes venimos luchando por que cambie el Mundo, porque lo haga a fondo, por acabar de raíz con las injusticias y desigualdades sabemos de largo que ello no surgirá de la conmiseración de nadie. El único camino es arrancárselo a los buitres. No nos vendrá de upa. Lo lograremos con nuestras propias manos
Escribe Sebastián Ramírez