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12 de octubre de 2016

La semana pasada Abuelas de Plaza de Mayo dio a conocer la recuperación del nieto número 121. Su hermano Ramiro Menna nos cuenta cómo fue esta nueva victoria contra los genocidas de la dictadura.

El nieto 121

Entrevista a Ramiro Menna

 

 
Ramiro Menna tiene 42 años y vive en Chepes, La Rioja, con su compañera y sus hijos. Es hijo de Ana María Lanzillotto y Domingo Menna, dirigentes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) secuestrados el 19 de julio de 1976. Ramiro fue criado por una hermana de su madre y su familia, y conoció su identidad empezando la adolescencia. Hoy es docente, tras una historia vinculada a la Iglesia, incluso como cura salesiano. De esta experiencia y su misionar en Etiopía volvió sin los hábitos y con quien hoy es la madre de sus hijos. Ramiro es integrante del Frente Riojano de Organización Popular (FROP), y lucía la remera de su organización en la conferencia de prensa en Abuelas de Plaza de Mayo en la que se anunció la recuperación del nieto 121, cuando dijo “Acá hay una familia incondicional con ganas de abrazarte”.
 
“Brotan árboles que ellos quisieron truncar”
Conversamos telefónicamente con Ramiro el sábado 8 de octubre y lo primero que nos cuenta es la alegría por recuperar a su hermano, Maxi, con quien se reencontró el jueves 6: “La verdad que ha sido un momento de mucha intensidad a nivel familiar. Se movilizó toda la familia en torno a esto, con el deseo de conocer a Maxi, que sienta que hay una familia que lo está esperando con mucho amor, con muchas ganas de abrazarlo. También muchos compañeros y militantes lo vivieron como una experiencia a nivel afectivo y emocional muy potente, y además una experiencia militante, Una victoria de las Abuelas, de la Conadi, en esta lucha del campo popular que busca siempre los caminos de la emancipación, de la igualdad y de la justicia. En el marco de esa lucha que tiene cientos de años en nuestra América, con una dictadura que fue una noche oscura donde los sectores de poder llevaron adelante atrocidades que uno no puede comprender que quepan dentro del corazón humano. Se robó la identidad de chicos, se secuestró, se torturó, se desapareció gente… fue un golpe duro para todos, una derrota. Ahora hay hechos como éste que son victorias en el marco de la misma lucha. Brotan árboles que ellos quisieron truncar. Ellos quisieron que estos árboles no den más frutos, pero acá está Maxi, con el que nos reencontramos el jueves por la tarde, sus hijos, están los míos. Eso hace que tengamos hoy una alegría grande, a nivel afectivo y desde nuestro lugar como militantes. 
“El reencuentro fue muy fuerte. Al principio uno no sabe bien qué hacer. Me encontré con alguien que tiene el corazón abierto, la sensibilidad a flor de piel y las ganas de tener esa familia que la historia le había negado. Se puso muy contento, lo que nos relajó a todos, porque no sabíamos cómo iba a reaccionar”.
 
—Nos gustaría que cuentes con tus palabras la historia de ustedes dos…
Ramiro: Mi mamá es secuestrada con un embarazo de ocho meses, a término, y yo tenía dos años. No sabíamos si mi mamá había dado a luz, o había muerto en la tortura. El tiempo dio por probado que había un plan sistemático de robo de bebés, de apropiación de menores. Lo comprobó la justicia y se dieron pruebas suficientes. Eso dio esperanzas de que muchas secuestradas embarazadas hubieran sido mantenidas con vida hasta el término de su embarazo. Por eso la esperanza nuestra de encontrar a mi hermano o hermana se acrecentaba. Hubo dos momentos en que creímos haber encontrado a quien podría ser mi hermano, en el 2000 y en el 2004, pero dieron negativos los análisis de ADN. 
Ahora fue una sorpresa muy fuerte, porque no estábamos esperando resultados de ningún análisis. No sabíamos que había alguien que estaba siendo analizado. Se estaba llevando adelante una investigación general, a partir de unas hipotéticas partidas de nacimiento falsas.
Yo me crié con una tía, hermana de mi mamá. Estuve desde el 19 de julio de 1976 hasta la segunda semana de agosto también desaparecido, pero me rescataron. Yo había quedado en una guardería, y fui a parar vaya uno a saber dónde. Pero gracias a unos tíos y a un amigo de un amigo lograron saber dónde estaba yo, y rogando y rogando lograron que me entreguen, tanto a mí como al hijo de Benito Urteaga, que estaba en la misma condición. 
 
—Vos supiste de chico cuál era tu origen…
—Mi familia nunca me lo ocultó. Yo hice un proceso, porque la psicología del ser humano no es sencilla en estos casos, busca protegerse de la atrocidad, sobre todo en un niño que no está en condiciones de procesar. Recién a los 12 o 13 años tomé conciencia. Despacito, en diálogo con la familia y los compañeros militantes de mis viejos, terminé conociendo todos los detalles de la historia, en particular que mamá había desaparecido con un embarazo avanzado y había alguna esperanza de que hubiera llegado a término.
Por la familia en la que me crié, y por las características de uno, terminé encontrándome no sólo con una madre y un padre, sino con un compañero. Para mí han sido todo este tiempo, y son, una referencia. Porque vivieron con una intensidad y con un nivel de coherencia en sus convicciones que a uno lo dejan sin otra palabra que no sea admiración. 
 
—Además de una gran alegría de que tu hermano haya recuperado su identidad da mucho aliento en la lucha por justicia ante los crímenes de la dictadura…
—Sí. Es un poquito más amplio. Son cientos de años de búsqueda de una patria más justa, de una América Latina emancipada. En el marco de esa lucha es que mi viejo se enrola en el PRT. En el marco de esa lucha es que Enrique Angelelli acá en La Rioja inicia su pastoral, Rubén Gleizer hace sus películas, Agustín Tosco se convirtió en el sindicalista que fue. En el marco de esa lucha los secuestran a mis viejos, los torturan, a mi papá lo tiran al mar. Y en el marco de esa lucha a mi mamá le roban el bebé que acaba de parir y se lo entregan a otra familia. Y es en el marco de esa lucha tuvimos esta victoria. Lucha que sigue por los más de 300 nietos que tenemos que recuperar. 
Lucha que sigue para que nuestro pueblo se organice para ser dueño de su propio destino, para poder lograr que haya más solidaridad, más justicia entre nosotros. Para derrotar a los sectores de poder concentrados que históricamente quieren acumular la tierra, los medios de producción, y quieren lograr que el esfuerzo de todos los argentinos en la producción de bienes materiales los beneficie principalmente a ellos, y reparten las migajas. Esa es la lucha. Y esta es una gran victoria, porque el plan de robo sistemático de bebés, entre otras cosas, era para dejar trunca la construcción de una continuidad. Nosotros criados por nuestros padres éramos semilla para continuar la lucha. El plan sistemático era para que esos chicos se críen en un ambiente diferente. 
Esto no es la primera vez que pasa en la historia. En la época de la conquista a los mapuches en el sur –yo me crié en Carmen de Patagones– también les quitaban los hijos y se los daban a otras familias para que dejen de ser “bárbaros” y fueran “civilizados”. Siempre la oligarquía y los sectores de poder más concentrados en la Argentina se han manejado de esta manera. Esta es una victoria importante para el campo popular. Los 121 nietos recuperados son una victoria importante. El trabajo de las Abuelas, más allá de la dimensión afectiva y amorosa, de ternura, que todos conocemos, tiene una dimensión política inconmensurable.
Nos despedimos de Ramiro agradeciendo la entrevista, y nos saluda afirmando: “Les mando un abrazo grande y agradecido a todos los medios que difunden esta historia, que puede despertar las inquietudes de un montón de personas que pueden tener dudas de su identidad, que pueden haber visto algo, algún indicio que nos pueda ayudar a encontrar otro nieto más”.