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11 de febrero de 2016

Queremos abordar en esta sección poemas, cartas y/o escritos de comunistas y revolucionarios de todos los tiempos que son ejemplo para nuevas y viejas generaciones. Hoy un poema del gran escritor español Miguel Hernández.

El niño yuntero

Vale la pena luchar por la revolución

Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
 
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
 

Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
 
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
 
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
 
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
 
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
 
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
 
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
 
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
 
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
 
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
 
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.
 
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
 
Me da su arado en el pecho, 
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
 
¿Quién salvará este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
 
Que salga del corazón
de los hombre jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
 
 
Miguel Hernández (1910-1942) nació en Orihuela, España, y falleció en una cárcel franquista a los 31 años. Poeta campesino (“el más real de todos”, dijo Vicente Aleixandre ante su tumba), fue comunista y combatió en la Guerra Civil Española: “…aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo, / y defiendo tu vientre de pobre que me espera. // Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado, / envuelto en un clamor de victoria y guitarras… // Es preciso matar para seguir viviendo”. Sus libros son: Perito en lunas (1933), El silbo vulnerado (1934), El rayo que no cesa (1936), Viento del pueblo (1937), El hombre acecha (1939), Cancionero y romancero de ausencias y Poemas últimos (1938-1941). Reproducido de Poesía social y revolucionaria del siglo 20. Selección y notas, Jorge Brega, Editorial Ágora, segunda edición, 2012