–En relación al colapso de la Unión Soviética, ustedes han hablado del “fin de una etapa”. ¿Podría desarrollarme este concepto?
–La clase obrera ha recorrido un largo camino en la lucha contra su enemigo histórico, la burguesía. Ya en los albores del capitalismo, aún durante la propia tormenta burguesa de la Revolución Francesa, Graco Babeuf organizó la “Conspiración de los Iguales”. Marx denominó a la organización conspirativa de Babeuf “el primer partido comunista de la historia”. Y lo llamó así con razón, porque ese partido levantó, por primera vez, los intereses del proletariado –en realidad el pre-proletariado– en forma independiente, diferenciándolos de los de las otras clases de la sociedad. Tenían en forma embrionaria un concepto de dictadura del proletariado (si bien no de la clase obrera y de las masas explotadas, sino como una dictadura de partido) y también un concepto de partido de vanguardia, al que organizaron en forma conspirativa, como una sociedad secreta. Pero llama la atención la genialidad de las concepciones de aquellos que organizaron aquel primer destacamento de combate político del proletariado, sobre todo de Babeuf y de Buonarroti.
Desde entonces, como decía, la clase obrera ha seguido un largo camino en la lucha por la defensa de sus intereses y por su objetivo histórico, que es el establecimiento de una sociedad sin clases acabando con la explotación del hombre por el hombre. Reprimido duramente como fue ese partido de Babeuf, iba a reaparecer décadas después, reorganizadas sus fuerzas, en casi todo el viejo continente, e iba a permitir a Marx hablar del “fantasma del comunismo” que recorría Europa.
Ese largo camino tuvo hitos importantes. Por ejemplo, el Manifiesto Comunista en 1848, con el análisis científico de la sociedad capitalista y de la posibilidad de su reemplazo por la dictadura del proletariado y la sociedad socialista, como una necesidad interna del propio desarrollo histórico de aquella sociedad. La publicación de El Capital en 1867. La Comuna de París en 1871, que bocetó, digamos así, el tipo de Estado que necesitaba el proletariado para realizar el tránsito entre el capitalismo y el comunismo como objetivo histórico del movimiento obrero. Y el otro hito, donde se produce un salto cualitativo en el desarrollo del combate proletario, fue la revolución rusa de noviembre de 1917, que por primera vez instauró la dictadura del proletariado en la sexta parte de la tierra. A partir de allí se abrió un proceso que iba a llevar al triunfo de revoluciones de liberación nacional y de revoluciones socialistas que triunfaron en países en los que vivía la tercera parte de la población de la tierra, fundamentalmente la Revolución China en 1949.
A partir de la Revolución Rusa el proletariado dio un salto cualitativo. Recorrió un camino práctico y teórico de experimentación de las vías que llevan a la sociedad sin clases en temas sobre los que nadie había teorizado, salvo con los trazos más gruesos, porque la humanidad carecía de esa experiencia. Nadie pudo, por ejemplo, imaginarse los caminos concretos que podían llevar a la transformación de 80 millones de campesinos individuales rusos en campesinos colectivistas en los koljoses, o en granjas estatales como los sovjoses. Y menos aún, nadie pudo concebir los caminos que iban a llevar a más de 600 millones de campesinos chinos –que habían vivido siglos de feudalismo– a la explotación colectiva de la tierra en las comunas socialistas. Un período de una riquísima experiencia para el combate proletario, experiencia práctica donde el movimiento obrero dio un salto gigantesco también en lo teórico.
La experiencia demostró que la lucha de clases no desaparecía con la dictadura del proletariado. Por el contrario, la dictadura del proletariado era una forma particular de desarrollo de la lucha de clases. Y en esa lucha, con la mayor parte del mundo todavía bajo regímenes capitalistas, en condiciones de combate que por momentos fueron muy desiguales, muy difíciles y que obligaron a políticas que, casi insensiblemente, fueron implantando formas superestructurales cuya peligrosidad no fue detectada en su momento, se fueron generando las condiciones para la restauración capitalista. Desde 1972, nosotros hemos dicho que, en el marco de una sociedad de relaciones de producción no enteramente revolucionarizadas, se fueron generando privilegios políticos que se transformaron en privilegios económicos y fueron creando las condiciones para el surgimiento de una capa burocrática de burguesía de nuevo tipo, que permitió la restauración del capitalismo en la Unión Soviética en 1957, tema del que hemos hablado en extenso en este libro.
Muerto Mao Tsetung y derrotada la Revolución Cultural, se restauró el capitalismo también en China a fines de 1978. Nosotros planteamos que esta etapa abierta en el proceso de desarrollo del movimiento obrero con el triunfo de la revolución rusa, etapa que permitió al proletariado durante más de cuarenta años realizar la práctica concreta de la dictadura del proletariado y del ejercicio del poder estatal, se cerró. Estamos en una nueva etapa signada por la derrota que significó la restauración capitalista, primero en la Unión Soviética y luego en China, derrota que por su magnitud puede ser denominada como una tragedia histórica. Aunque hay que decir que el movimiento obrero continúa su combate y su lucha por su objetivo histórico, la sociedad sin explotados ni explotadores. Las condiciones no son las mismas, desde ya, que aquellas en las que Babeuf bocetó la idea de un partido del proletariado y de un gobierno proletario, o aquellas en las que Marx y Engels redactaron el Manifiesto Comunista, porque el movimiento obrero y comunista actual aquilata una experiencia y un bagaje teórico enormes, riquísimos, que pueden posibilitarnos luchar con esperanzas de éxito futuro.
–Debo decir que su optimismo revolucionario no es común en el mundo actual…
–Bueno, todo el centro del revisionismo moderno gira, si se puede decir así, en torno a dos premisas. Una, que la derrota del movimiento comunista mundial ha demostrado la inviabilidad de la teoría marxista para la construcción de la sociedad socialista como camino de transición al comunismo. Ha reemplazado también todas las certezas sobre ese tema por la incertidumbre de las llamadas “utopías”, que reemplazan la lucha por un objetivo científico. Y está también la idea de que la llamada “revolución científico-técnica” ha generado a fines de este milenio problemas de nuevo tipo que el marxismo sería incapaz de afrontar. Unen a esto la hipótesis de que el propio desarrollo capitalista ha llevado a la humanidad a enfrentar la posibilidad de un desastre ecológico mundial, una catástrofe tampoco prevista por el marxismo.
Son todos elementos que apuntan a privar al proletariado de esa riqueza teórica de la que hablaba antes, que se atesoró a costa de tantos sacrificios y de tantos esfuerzos en esos años, y al mismo tiempo a reemplazar la lucha de clases y la lucha política por la llamada lucha ecologista y por todo tipo de cuestiones que el posmodernismo ha colocado en el orden del día del debate teórico.
hoy N° 2083 29/10/2025
