El pasado 19 de marzo, el jefe del gobierno imperialista yanqui, Donald Trump, recibió al fascista presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
Ambos celebraron el “alineamiento bilateral sin precedentes”. Trump afirmó que Brasil y Estados Unidos “nunca han estado tan cerca”. Bolsonaro dijo por su parte “Estados Unidos y Brasil están hermanados por la fe en dios, contra la ideología de género, lo políticamente correcto y las fake news. Queremos una América (por Estados Unidos) grande y un Brasil grande también. Sellamos una alianza promisoria entre las dos grandes economías del continente”.
Los acuerdos, se sabe, tienen que ver con el apoyo de ambos capomafias a Guaidó en Venezuela, sus coincidencias ideológicas en impulsar una política abiertamente de derecha en el continente, un creciente alineamiento militar, y también con acuerdos económicos que, digamos de paso, lesionarán la relación con Argentina. Es el caso de la promesa de Bolsonaro de comprar a Estados Unidos 750.000 toneladas de trigo libre de aranceles.
Es cierto que hay limitaciones, como la que le impusieron las cúpulas militares brasileñas a Bolsonaro, frenando su pretensión de permitir a Trump la utilización de bases en nuestro país vecino, para el estacionamiento de tropas yanquis en previsión de una invasión a Venezuela. Sobre este punto Bolsonaro se hizo el misterioso y afirmó “Hay ciertas cosas que si se divulgan dejan de ser estratégicas, no se puede hacer público eso. Es una cuestión de estrategia y todo lo que se habló aquí será honrado”.
Hablando de Venezuela, en la conferencia de prensa posterior a la reunión, Trump dijo: “Pedimos a los militares venezolanos que dejen de apoyar a Maduro, que es apenas un títere de Cuba. El ocaso del socialismo llegó al hemisferio occidental y en nuestro país también”. Bolsonaro no se quedó atrás, lamió las botas de Trump deseándole que fuera reelecto el año que viene y afirmó que espera que “los que están con el socialismo puedan darse cuenta de que lo mejor es vivir en democracia”.
Ambos mandatarios coinciden en avanzar en una campaña contra los derechos de las amplias masas populares, en beneficio de las clases dominantes que representan, y en esto se inscribe su “cruzada” ideológica, pretendiendo, como les ha pasado muchas veces en la historia, que con ellos ha triunfado para siempre esta política.
“No se oye otra voz que la de los dominadores”, escribía el gran poeta alemán Bertolt Brecht en la década del 30 del siglo pasado, para contestarse en la Oda a la dialéctica “Lo firme no es firme. Todo no seguirá igual./ Cuando hayan hablado los que dominan, hablarán los dominados”. Y esto no es una profesión de fe ciega, sino partir de la confianza en la impresionante energía revolucionaria de los pueblos en lucha. Siempre los imperialistas y los poderosos gerentes a su servicio como Bolsonaro, tratan de convencernos de que “no hay otra”, o que “es por acá”, como suele decir Macri. Es parte de su naturaleza, como diría Mao Tsetung. Porque las clases dominantes desprecian a los pueblos y sus luchas, que como vemos todos los días, se despliegan en todo el mundo, porque donde hay opresión, hay rebelión. Y podríamos llenar varias líneas con ejemplos, empezando por las grandes luchas que recorren nuestra patria.
Es cierto que estas luchas no tendrán un desemboque automático en procesos revolucionarios, porque entre otras condiciones es necesario un partido de vanguardia que sea el estado mayor de esas luchas, pero no vale desconocerlas, ni restringir la lucha a la participación electoral, como pretenden que hagamos los Trump y Bolsonaro. Eso sí, si las elecciones no les son favorables, bien valen las intervenciones militares y los golpes de estado.
Trump y Bolsonaro, además, identifican con el “socialismo” procesos que no son tales, como el pretendido “socialismo del Siglo 21”, la vieja socialdemocracia, o países imperialistas como China. Eso sí, Bolsonaro se cuidó de aclarar, sobre esta última potencia, que “Brasil hará negocios con el mayor número de países del mundo, pero sin moverse por lo ideológico”, mostrando que pese a su alineamiento con EEUU no come vidrio, y no tiene empacho en diversificar la dependencia.
Lejos está del ocaso el socialismo, porque este injusto sistema capitalista día a día acumula males sobre los pueblos, y su respuesta a esas miserias son nuevos nubarrones de guerra. Dejemos que lo explique Mao, mejor que nosotros: “¡Qué diferentes son la lógica del imperialismo y la del pueblo! Provocar disturbios, fracasar, provocar disturbios de nuevo, fracasar de nuevo, y así hasta la ruina: ésta es la lógica de los imperialistas y de todos los reaccionarios del mundo frente a la causa del pueblo, y ellos no marcharán nunca en contra de esta lógica. Esta es una ley marxista. Cuando decimos que “el imperialismo es feroz”, queremos decir que su naturaleza nunca cambiará y que los imperialistas nunca dejarán de lado sus cuchillas de carnicero ni se convertirán jamás en Budas, y así hasta su ruina.
“Luchar, fracasar, luchar de nuevo, fracasar de nuevo, volver a luchar, y así hasta la victoria: ésta es la lógica del pueblo, que tampoco marchará jamás en contra de ella. Esta es otra ley marxista. La revolución del pueblo ruso siguió esta ley, y la ha seguido también la revolución del pueblo chino.
“Las clases luchan, unas clases salen victoriosas, otras quedan eliminadas. Así es la historia, así es la historia de la civilización de los últimos milenios. La interpretación de la historia desde este punto de vista es el materialismo histórico; desde el punto de vista contrario, el idealismo histórico”.
Hoy N° 1761 03/04/2019