El día llegó. Disparó el Aurora, ocupamos las centrales telefónicas, las terminales ferroviarias, el Banco Nacional. Asaltado el Palacio de Invierno1 detuvimos a los ministros del Gobierno. Horas después inició sus sesiones el II Congreso de los Soviets de toda Rusia. En rápida sucesión se aprueban los decretos sobre la paz, la tierra y es elegido el nuevo gobierno presidido por Lenin. El Poder ha pasado a manos de los soviets de obreros, soldados y campesinos.
Tantas veces reseñamos estas gloriosas jornadas que corremos el riesgo de simplificarlas. ¿Habrá sido un paseo? Una insurrección con pocas bajas ¿merece acaso ser considerada como tal? Viejas falacias y nuevas “verdades” por encargo apuntan al vaciamiento de este hito grande de la historia. Un antes y un después en nuestra larga marcha.
La decisión
Los ocho meses que agitaron a Rusia llevaron a los Diez días que conmovieron al Mundo. A poco de la Revolución de Febrero Lenin puso proa hacia su siguiente etapa. Pero la toma del Poder requería de condiciones insoslayables. La principal de ellas: revertir la debilidad de los bolcheviques. Un termómetro inapelable: su crecimiento en los soviets, en las fábricas, las barriadas populares y en los cuarteles y el frente de guerra.
Hasta la oleada represiva de julio (ilegalización del Partido, clausura de su prensa, detenciones y/o persecución de sus militantes) los bolcheviques no agitan la consigna de la insurrección como vía al Poder. A fines de julio se reúne en el más absoluto secreto el VI Congreso del Partido. Casi 300 delegados representando a unos 240.000 afiliados. Ausente Lenin oculto en Helsinki. Tras arduos debates el Congreso convalida su apreciación sobre la nueva situación. La violencia revolucionaria va emergiendo como inevitable. Por esos días escribe Lenin A propósito de las consignas2. Uno de los materiales de trabajo del Congreso. Durante el mismo se produce el primero de los varios choques con Kamenev y Zinoviev contrapuestos a la nueva línea insurreccional.
El golpe restauracionista de Kornilov, su contundente derrota y la conquista por los bolcheviques de la mayoría en los principales soviets van consolidando la certeza de que la cita está próxima.
Manos a la obra
Hacia fines de septiembre Lenin se traslada de Finlandia a los suburbios de Petrogrado. Aún en la clandestinidad pero ahora a tiro de fusil de donde se van a librar las inminentes batallas. Sus cartas al CC adquieren más y más vehemencia. Anticiparse a las condiciones puede significar una dura derrota. Pero “la dilación equivale a la muerte”3.
Lenin no se da el lujo de subestimar al enemigo. Kerensky trabaja a destajo para detener la oleada roja. Motoriza iniciativas como la Conferencia Estatal y el Preparlamento. Convoca (con un retraso de meses) a la elección de diputados a la Asamblea Constituyente. En los pliegues de cada maniobra alguno que otro quedará atrapado. Pero mucho más. Plantea mudar el gobierno provisional a Moscú e inicia negociaciones para declarar a Petrogrado como “ciudad abierta”4 facilitando su ocupación por el ejército alemán. Procura dispersar por el frente bélico los regimientos de la guarnición de la capital. La resistencia popular frustró cada uno de estos propósitos. Y convenció a los bolcheviques de ponerle fecha a la insurrección.
25 de Octubre / 7 de Noviembre
Los planes estaban lanzados. Lenin se instala en el Instituto Smolny5 y comienza el jaleo. Nada sencillo amalgamar el accionar de soldados, marineros y guardias rojos. ¡Tarea cumplida!
¿Fue una insurrección?
En tren de bajarle el precio a Octubre distintas usinas la reducen a la categoría de putch. Putin adhiere a esta tesis. Curioso golpe de Estado protagonizado por multitudes cansadas de guerra, de hambre, de atropellos.
Ironizan por el mínimo derramamiento de sangre durante la jornada. Como si la cantidad de muertes dignificara una insurrección. Hubo combates aquí y allá. En Moscú se luchó una semana. Tiempo después comenzaría la guerra civil y los muertos se contarían por miles. Y aún así es cierto que en la madrugada de la insurrección murieron pocos. ¿Por qué no atribuirlo al éxito de su preparación y la contundencia en su ejecución?
Quien supuso que estaba todo dicho…
…se equivocó. Surgen voces por “izquierda” que se interrogan: ¿no habrá sido la Revolución de Octubre un desatino siendo que estaba inevitablemente condenada al fracaso? Hobsbawm transforma esta pregunta en tesis: “Ciertamente la experiencia soviética del siglo XX nos ha enseñado que podría ser mejor no hacer lo que se debe hacer bajo condiciones históricas que imposibilitan virtualmente el éxito”6. La cita es recogida acríticamente por Prensa Obrera. Y lo cierto es que entre el planteo de Hobsbawm y la tradición trotsquista hay demasiados vasos comunicantes.
Una fuente inagotable
Enseñanzas y experiencias. Un Partido y su jefe. Las masas poniéndose al hombro una revolución tras otra. Octubre seguirá iluminando nuestros caminos.
Notas:
1. Residencia de los zares hasta la Revolución de Febrero. Desde entonces sede del Gobierno provisional.
2. Finales de julio.
3. “Carta a los camaradas bolcheviques…..de los Soviets de la Región Norte” 08.10.17.
4. Declarase como “Ciudad abierta” es una modalidad de rendición limitada al territorio de la misma.
5. Palacio en Petrogrado. En el momento de la insurrección allí funcionaban el Soviet de la ciudad y el Comité Central bolchevique. El Comité Militar Revolucionario dependiente del Soviet instaló su comando en un ala del edificio. Desde allí Lenin dirigió la insurrección. El II Congreso de los Soviets de toda Rusia sesionó igualmente en el Smolny y desde allí proclamó al nuevo Gobierno Soviético.
6. Eric Hobsbawm del “Prefacio al Manifiesto del Partido Comunista” (párrafo reproducido en Prensa Obrera, 20.04.17).