Hasta donde se conoce, hubo en los últimos tiempos del paleolítico, embriones de división del trabajo en el seno de una misma tribu. Pero recién luego, con la domesticación de animales, surgieron las tribus de pastores. Ésta fue la primera gran división social del trabajo. Así fue posible, por primera vez, establecer un intercambio regular de productos.
En determinado momento y en ciertas regiones, el desarrollo de la ganadería exigió el cultivo de cereales y la acumulación de forraje. El grano no tardó en llegar a ser también un alimento para el hombre. “La tierra cultivada -escribe Engels- continuó siendo propiedad de la tribu y se entregaba en usufructo primero a la gens, después a las comunidades de familia y, por último, a los individuos. Estos debieron tener ciertos derechos de posesión, pero nada más”.
En el mismo estadio histórico se inventaron el telar, la fundición de materiales y el labrado de metales. Por consiguiente, fueron desarrollándose distintas ramas de la producción. A consecuencia de ello, la fuerza de trabajo del hombre iba haciéndose capaz de crear más productos que los necesarios para su sostenimiento.
También aumentó la suma de trabajo que correspondía diariamente a cada miembro de la gens, de la comunidad doméstica o de la familia aislada. Era ya conveniente conseguir más fuerza de trabajo, y la guerra la suministró: los prisioneros fueron transformados en esclavos. “De la primera gran división social del trabajo nació la primera gran escisión de la sociedad en dos clases: señores y esclavos, explotadores y explotados”. (Engels, Ob. Cit.)
En esas condiciones, la familia y la mujer se transformaron en lo contrario de lo que eran antes. La misma causa que había asegurado a la mujer su posición en una sociedad, la degradaba ahora y la sometía al hombre. Éste pasó a tener la supremacía en el hogar debido a que su trabajo productivo se convirtió en algo muchísimo más importante que la tarea doméstica de la mujer. A propósito: “La emancipación de la mujer no se hace posible sino cuando ésta puede participar en gran escala, en la escala social, en la producción y en el trabajo doméstico no le ocupa sino un tiempo insignificante” (Engels, ibíd.).
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Con la fundición del mineral de hierro y el labrado de este metal se produjeron grandes cambios en la producción y en la guerra. Se diversificaron los oficios artesanales urbanos y la agricultura. Se originó la segunda gran división del trabajo: los oficios se separaron de la agricultura. Los esclavos dejaron de ser auxiliares y se los llevaba por decenas a trabajar en los campos y en los talleres. Con ello “nació la producción directa para el cambio, la producción mercantil, y con ella el comercio, no solo en el interior y en las fronteras de la tribu, sino también por mar (…). La diferencia entre ricos y pobres se sumó a la existente entre libres y esclavos: de la nueva división del trabajo resultó una nueva escisión de la sociedad en clases. La desproporción de bienes de las distintas cabezas de familias destruyó las antiguas comunidades comunistas domésticas (…). El suelo cultivable se destruyó entre las familias particulares; al principio de un modo temporal, y más tarde para siempre; el paso a la propiedad privada completa se realizó poco a poco paralelamente al tránsito del matrimonio sindiásmico a la monogamia. La familia individual empezó a convertirse en la unidad económica de la sociedad. La guerra hecha anteriormente solo para vengar la agresión o con el fin de extender un territorio que había llegado a ser insuficiente, se librará ahora sin más propósito que el saqueo y se convirtió en una industria permanente” (Engels, Ob. Cit.). Tal curso fue acentuando el contraste entre la ciudad y el campo. Se desarrolló el intercambio, apareciendo la clase de los mercaderes.
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Dichos procesos generaron la oposición entre el hombre y la mujer, entre el campo y la ciudad, y entre el trabajo manual y el intelectual. Las labores en la producción pasaron a ser indignas, propias de esclavos, que en el derecho romano eran considerados instrumentos que hablaban y no seres humanos. Desde entonces –y en lo esencial hasta hoy-, unos (la inmensa mayoría) sólo trabajan con las manos y otros sólo “se ocupan de pensar” y mandar.
Sobre este terreno brotó y creció la división de la sociedad en clases. Y junto a la riqueza en mercancías, en esclavos y en dinero apareció también la propiedad territorial.
Sólo faltaba una institución que asegurara las riquezas de los individuos contra las tradiciones comunistas, que “consagrase la propiedad privada antes tan poco estimada e hiciese de esta santificación el fin más elevado de la sociedad humana, (…) faltaba una institución que no sólo perpetuase la naciente división de la sociedad en clases, sino también el derecho de la clase poseedora de explotar a la no poseedora y el dominio de la primera sobre la segunda. Y esa institución nació. Se inventó el Estado” (Engels, Ob. Cit.).
Hoy N° 1929 07/09/2022