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01 de diciembre de 2010

En el lenguaje ordinario, se llama intelectual a un profesional, científico, artista, escritor, etc., desvinculado del trabajo productivo.

El papel de los intelectuales en la sociedad argentina

Hoy 1346 / Un debate con “Carta Abierta”

El Sr. Forster, de Carta Abierta, delimita el territorio intelectual al decir: “El espacio que hemos creado conjuga gente que viene de los diversos mundos de la cultura, de la academia y de la ciencia…”.

El Sr. Forster, de Carta Abierta, delimita el territorio intelectual al decir: “El espacio que hemos creado conjuga gente que viene de los diversos mundos de la cultura, de la academia y de la ciencia…”.
Sobre este particular dijo Gramsci: “El tipo tradicional y vulgarizado del intelectual es el ofrecido por el literato, el filósofo, el artista. Por eso los periodistas, que se consideran literatos, filósofos y artistas, se consideran también como los ‘verdaderos’ intelectuales.” Antonio Gramsci La formación de los intelectuales.
Entiéndase bien, no he dicho trabajo material, sino productivo, en el sentido de que el trabajo que un intelectual realiza en el interior de una fábrica sí es productivo, aunque no material. 1
 Si este trabajo se realiza para un patrón, rinde plusvalía, de la misma manera que el trabajo de un obrero “manual”. Este sujeto ¿es un trabajador? Sí, lo es, aunque, por rendir trabajo más complejo, su salario sea más alto que el de un obrero manual.
Por una cuestión cultural, la división entre el trabajo material y el intelectual aparece como si todo trabajo material quedara excluido de la categoría “intelectual”. Estrictamente hablando, todo trabajo es “intelectual”. Dice Carlos Marx:
“Concebimos el trabajo bajo una forma en la cual pertenece exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operaciones que recuerdan las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de un maestro albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al peor maestro albañil de la mejor abeja es que él primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la cera.” El Capital, Libro I, T. 1, p 215-216, Siglo XXI. (Resaltado mío S.S.).
En el mismo sentido dice Gramsci en la obra citada: “No hay actividad humana de la que pueda excluirse toda intervención intelectual: no se puede separar al homo faber del homo sapiens (…) Todo hombre, fuera de su profesión, despliega alguna actividad intelectual, es un “filósofo”, un artista… participa de una concepción del mundo…”. Y agrega: “Por eso podría decirse que todos los hombres son intelectuales; pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales (…) Cuando se distingue entre intelectuales y no-intelectuales se refiere uno en realidad y exclusivamente a la función social inmediata de la categoría profesional de los intelectuales, o sea, se piensa en la dirección en que gravita el peso mayor de la actividad profesional específica; en la elaboración intelectual o en el esfuerzo nervioso-muscular.
Dice luego Gramsci: “El problema de la creación de una nueva capa intelectual consiste, por tanto, en elaborar críticamente la actividad intelectual que existe en cada individuo con cierto grado de desarrollo, modificando su relación con el esfuerzo nervioso-muscular, en cuanto elemento de actividad práctica general que innova constantemente el mundo físico y social, y se convierta en fundamento de una concepción del mundo nueva e integral.” (Los resaltados son míos, S.S.).

La concepción del mundo de los intelectuales K
Una de las funciones del partido que se propone fundar un nuevo Estado es la de tender a modificar crecientemente la escisión entre los intelectuales “puros” y los trabajadores cuya actividad principal es “nervioso-muscular”, elevando a estos últimos a partir de su actividad práctica para que ésta “se convierta en fundamento” de una nueva concepción del mundo.
¿A qué ha quedado reducida la concepción del mundo de los intelectuales K? A la “defensa de la democracia”. Pero la democracia que defiende Carta Abierta no es abstracta, está personificada en sujetos sociales, que, como sostienen estos mismos intelectuales, “nos decepcionan”. Uno no puede confeccionar al mismo tiempo una lista de decepciones y luego manifestar de la mano de Moreno, Moyano, Pedraza, etc.
Los comunistas somos los principales defensores de las libertades democráticas y enfrentaremos en la calle cualquier intento sedicioso de las clases dominantes, sea militar o institucional. Pero no es eso los que nos define como comunistas. Nosotros creemos que la democracia burguesa consiste en una forma de gobierno del Estado de las clases dominantes (en nuestro caso el Estado oligárquico imperialista) en tanto administrador de los intereses de los sectores hegemónicos, cuyo fin último es, como dijo Adam Smith, fundador de la economía política clásica burguesa “garantizar que la propiedad de los ricos no sea amenazada por los pobres”.
Por lo tanto, la “defensa de la democracia” es una consigna vacía de contenido y limitada a mantener el orden de cosas existente. Si el pueblo se alza contra el contenido real de la democracia burguesa en defensa de sus derechos, como lo hizo en el 2001, ¿quién pugna por una auténtica democracia, cuáles son las clases sociales llamadas a enfrentar los golpes reaccionarios y luchar por un Estado que defienda los intereses populares?
La Argentina se encamina rápidamente a una disputa feroz por el poder en el seno de las clases dominantes, tanto las que representa el gobierno como sus opositores. A medida que transcurra el tiempo esta disputa se acentuará, en el marco de una marea inflacionaria que amenaza con desbocarse, azuzada por el carnaval financiero que solventará la campaña electoral a costa de los esfuerzos del pueblo, y de un consecuente empeoramiento de las condiciones de vida de vastos sectores populares.
Si la intelectualidad progresista no se desembaraza de los Forster y forma parte del haz de fuerzas patrióticas encaminadas al establecimiento de un poder popular y antiimperialista, es decir, defiende la verdadera democracia desde “una concepción del mundo nueva e integral”, corre el riesgo de cometer un nuevo error histórico. Es un deber de todo intelectual revolucionario conquistar la voluntad y la práctica militante de la intelectualidad progresista, como condición para lograr el triunfo sobre nuestros enemigos.

1. “El error metódico más frecuente me parece consistir en buscar ese criterio de distinción en el núcleo intrínseco de las actividades intelectuales (…) en vez de verlo en el conjunto del sistema de relaciones en el cual dichas actividades… se encuentran en el complejo  general de las relaciones sociales.” Antonio Gramsci, Id.