Este sistema ha pasado a ser predominante por lo menos en la soja, donde dos tercios de su producción en el país es controlado por los grandes operadores de fondos y grandes terratenientes que, además de la tierra propia, conforman fideicomisos para arrendar grandes extensiones en distintos lugares del país, e incluso en los países vecinos, que explotan a través de contratistas, que ponen los equipos y emplean los maquinistas, tractoristas y demás obreros rurales.
Este sistema ha pasado a ser predominante por lo menos en la soja, donde dos tercios de su producción en el país es controlado por los grandes operadores de fondos y grandes terratenientes que, además de la tierra propia, conforman fideicomisos para arrendar grandes extensiones en distintos lugares del país, e incluso en los países vecinos, que explotan a través de contratistas, que ponen los equipos y emplean los maquinistas, tractoristas y demás obreros rurales.
El capitalismo en el campo
En el sistema de producción capitalista hay tres clases fundamentales, que se identifican por la disposición de lo que los economistas burgueses llaman factores de producción: tierra, capital y trabajo. Ellos son los terratenientes, los burgueses y los proletarios, que personifican las tres relaciones de producción fundamentales: la propiedad territorial, el capital y el trabajo asalariado, respectivamente. Categorías a las que corresponden la renta, la ganancia y el salario, como formas de distribución de lo que se produce.
Los terratenientes son los propietarios del suelo (campos, solares, minas, etc.) que, en tal carácter, para que ese suelo pueda ser puesto en producción exigen como remuneración la renta. Esta, como la ganancia de los capitalistas, surge de la plusvalía (el mayor valor del producto que crean los obreros por sobre el valor de su salario). La renta de los terratenientes es la forma de apropiación, por su monopolio del suelo, de una parte del valor del producto que crean los obreros.
Los capitalistas para acceder a la tierra (o a las minas, en su caso) tienen que dar cuenta a los terratenientes de la renta, sea a través del arrendamiento o las distintas formas de contratos. Esa renta, como su ganancia, surge de la explotación directa de los proletarios rurales.
Los terratenientes, en su carácter de tales, para obtener la renta pueden “hacer producir” la tierra a través de capitalistas arrendatarios, o hacerlo por administración, recurriendo a los llamados contratistas de servicios, que disponen de maquinaria para la realización de las tareas fundamentales del campo (siembra, fumigación, cosecha). También pueden hacerlo explotando directamente a obreros rurales (es decir, actuando además como capitalistas agrarios). En este último caso en una sola persona o empresa se juntan los dos móviles (el de la renta y el de la ganancia), aunque en su función de terrateniente el móvil sigue siendo la obtención de la renta.
En el arrendamiento, la renta del suelo aparece representada en la suma de dinero o en la cantidad del producto que el capitalista tiene que entregarle al terrateniente, a cambio de permitirle el uso del suelo para su explotación. Pero en la llamada explotación por administración, como el terrateniente contrata a los capitalistas para la producción, la renta no aparece directamente sino que le queda en el producto junto a la ganancia del capital que haya adelantado para la compra de insumos y la paga a los contratistas. Algo semejante sucede con los pools que recurren a contratistas, en tanto y en cuanto esos pools suplantan a los terratenientes en el control de la tierra y en la relación con los capitalistas agrarios. (Ver Eugenio Gastiazoro: “La renta del suelo hoy en la Argentina”, en Política y Teoría N° 49/50, septiembre de 2002).
El poder de los pools
Los pools reúnen grandes cantidades de dinero, de afuera o del propio campo (en particular de los grandes terratenientes), actuando como los llamados fondos de inversión, siendo en este caso su “inversión” la compra o el arriendo de campos para ponerlos bajo una única administración. De esta manera monopolizan el manejo de grandes extensiones de suelo, que le permiten obtener la ganancia por el capital que adelantan y todo el beneficio extraordinario que surja por la operatoria de las leyes de la renta en la producción capitalista del suelo, a través de los capitalistas contratistas y la explotación de los proletarios rurales.
Aquí, el capital financiero no modifica las condiciones de producción sino que se apropia de las mismas, insertándose en la relación terrateniente-capitalista, sustituyendo al primero a través del arriendo (compra temporal) del recurso suelo y convirtiéndose él en el administrador, con la ventaja de que monopoliza grandes extensiones, que le permiten imponer sus condiciones al capital agrario.
Los pools no favorecen el desarrollo del capital agrario sino al desarrollo del latifundio, monopolizando enormes extensiones de tierra, reforzando y elevando la renta del suelo. Reuniendo grandes sumas de dinero, los pools compiten ventajosamente en el alquiler de las tierras con los capitalistas agrarios (arrendatarios o contratistas), que tienen que terminar produciendo en los suelos administrados por los pools. Con lo que terminan tributando una mayor renta que la que hubieran tenido que pagar si ellos arrendaban directamente el campo.
Los fondos administrados por los pools han obtenido fabulosas ganancias en los últimos años. ¿De dónde surge su capacidad de absorber una parte importante del trabajo agrario? Fundamentalmente del control de grandes extensiones de tierra, a través de su compra o arriendo (compra por un período limitado de tiempo), organizando la producción en gran escala sobre ellas. Monopolizando la fuente de la renta y el control de la producción aumentan su capacidad de absorción de la plusvalía agraria en el producto que “les pertenece”, por haberse hecho antes “dueños de la tierra” y haber adelantado el dinero para pagar ciertos insumos y “los servicios” de los capitalistas contratistas. (Ver Eugenio Gastiazoro: “Lo nuevo y lo viejo en el campo argentino”, en Política y Teoría, Nº 64, noviembre de 2007).
Los “mini-rentistas”
La llamada sojización del campo argentino, con la extensión de la explotación latifundista basada en el contratismo, ha dejado fuera de juego a miles de pequeños campesinos propietarios e incluso a muchos campesinos ricos. De estos últimos algunos tienen la posibilidad de convertirse en pequeños terratenientes administradores, pero la gran mayoría que eran campesinos medios y han podido conservar la propiedad de sus tierras, no les queda otra que vender o alquilar sus tierras a contratistas o a los pools. En este caso, por el modo que obtienen sus ingresos se asemejan a los pequeños terratenientes. Pero por la proporción de la riqueza social que obtienen no dejan de pertenecer a la pequeñoburguesía, asemejables a los pequeñoburgueses urbanos que disponen de una o dos casas para alquilar: de ahí que se los llame “mini-rentistas”. Como tales forman parte de los sectores oprimidos del campo, unibles en la lucha contra el latifundio y la dependencia, con la reivindicación de suficiente tierra e instrumentos para trabajar, para ellos y para sus hijos.