No es lo mismo un barrio de La Matanza que un barrio de Chaco o un barrio en Salta. No es lo mismo el Astillero Río Santiago que Kraft [hoy Mondelez Pacheco]. Cada realidad es particular y distinta. Conocer la línea y conocer la realidad, algo que se dice tan simple, es a la vez tan complejo. Yo pregunto: ¿Se hubiera podido desarrollar el movimiento de desocupados de la CCC sin conocer cómo viven los compañeros y las compañeras en los barrios, cuáles son sus sufrimientos, sin conocerlos y sin ser parte de ellos? Imposible. Y ese movimiento de los desocupados de la Corriente Clasista y Combativa, ¿se hubiera podido desarrollar sin ser cooptado por el gobierno kirchnerista, sin traicionar, sin abandonar las calles, si no hubiera predominado la línea de nuestro Partido?
Hace pocos días, el 1° de Mayo, en el acto de Córdoba, Roque Romero nos emocionaba a todos con un discurso donde dijo algo muy profundo: “En 1972 habíamos ganado el sindicato pero no habíamos ganado todavía el corazón de los obreros mecánicos, por eso volvimos a las fábricas y las llenamos de delegados”. Eso dijo Roque Romero sobre la experiencia del Smata. ¿Se hubiera podido liderar semejante proceso de masas desde el clasismo sin arraigar profundamente entre los obreros mecánicos, sin conocer sus corrientes, sus penurias? ¿Y podrían haber sido protagonistas esos miles de trabajadores sin ese gran instrumento que fue el Cuerpo de delegados, planteado en el capítulo 6° de nuestro 2° Congreso y reafirmado en nuestro 12 Congreso?
En esa integración está condensada la posibilidad de que esas masas explotadas y oprimidas, a través de su propia práctica, confíen en sus propias fuerzas y que su esperanza, en un proceso, pase a ser la revolución. En definitiva, podemos decir que el papel del Partido entre las masas es demostrar que es posible lo necesario.
Por eso, en medio de los procesos de lucha que hemos participado a lo largo y ancho del país, proceso más avanzados, distintos, tenemos que plantear la lucha revolucionaria. Porque si junto con el avance del movimiento de masas en sus conquistas, no avanzamos en la construcción de una fuerza revolucionaria que le dé perspectiva de poder, siempre terminará absorbido por distintos sectores de las clases dominantes.
La línea de masas
Gran tema la línea de masas. ¿Por qué? Porque la disputa por la dirección política de las grandes masas, en particular de los jóvenes, es principalmente con el kirchnerismo. Y está en debate qué ponemos en el centro: ¿Nos trazamos una política para ganar al conjunto de la masa o centramos en el activo? ¿Encabezamos la lucha y tenemos en cuenta al último de esa masa, o nos movemos solamente con los que saben, con un núcleo?
Es decir: fundir al Partido con las masas. Como decía Mao Tsetung: ¿Cómo juzgar si un joven es revolucionario? “Es necesario ver si está dispuesto a fundirse, y se funde en la práctica, con las grandes masas obreras y campesinas”. Y si está dispuesto a seguir el destino de esas masas.
Esto, de las masas a las masas, es una de las cuestiones importantes sobre el papel del Partido. Mao Tsetung, allá por el año 43, está en el tomo 3, dice: “Esto significa recoger las ideas (dispersas y no sistemáticas) de las masas y sintetizarlas, transformarlas mediante el estudio, en ideas sintetizadas y sistematizadas) para luego llevarlas a las masas y explicarlas de modo que las masas las hagan suyas, perseveren en ellas y las traduzcan en acción. Y comprobar en la acción de las masas la justeza de esas ideas. Luego hay que volver a recoger y sintetizar las ideas de las masas y llevarlas a las masas para que perseveren en ellas, y así indefinidamente, de modo que las ideas se tornen cada vez más justas, más vivas y más ricas en contenido. Tal es la teoría del conocimiento”. Eso es lo que aporta el maoísmo al trabajo de los partidos, entiendo que en todo el mundo.
Digo esto porque nosotros hemos tenido y tenemos muchas discusiones. En el Comité Central, en una dirección de zona o provincia, en una célula o círculo, de lo que nos tenemos que convencer es que, para ser maestros, primero tenemos que ser alumnos de esas masas, y tenemos que aprender de ellas. Escuchar mucho, sobre todo a los que menos hablan. Y argumentar. Porque si no, cuando vamos a ver a las masas, daría la impresión de que lo único que nosotros tenemos que hacer es explicar porque la gente no entiende, y lo que queda claro es que muchas veces hasta entender la realidad de una fábrica, de un barrio, de una zona agraria nos lleva mucho tiempo. Es difícil. Por lo tanto, aprendemos. Es una batalla que tenemos que dar para avanzar. Porque no es lo que practicamos permanentemente.
Una célula o un círculo deben tener objetivos claros, avanzar en conocer en profundidad las opiniones del conjunto de la masa del lugar. Tiene que compartir su lucha, sus alegrías y tristezas y, a la luz de la línea del Partido, orientarlas, resumir su experiencia de lucha, para volver a las masas.
Digo esto, porque si queremos ser vanguardia reconocida hay que ganárselo con la línea y con el lomo. Es decir: ser vanguardia reconocida lo tenemos que ganar con la línea y con el ejemplo.
La actitud ante el error
El otro tema que quiero plantear es la actitud ante el error. Cuando cometemos errores, porque es imposible que no cometamos errores. Como decía mi abuela: “el que hace se equivoca y, el que no, se calla la boca”. No conozco a nadie que no haya cometido errores. Cuando hay errores hay que analizarlos, hay que discutirlos colectivamente, y no preocuparse tanto por buscar los culpables sino encontrar las causas.
Por ejemplo, cuando hay un error –no quiero dar nombres porque es de mal gusto–, pero en una asamblea de una fábrica, los compañeros de un organismo tuvieron tres posiciones diferentes. Entonces, se miraban, no se hablaban, se miraban de reojo, decían “¿y éste?, ¿y éste?” Hasta que eso no se puso sobre la mesa y se pudo discutir, no se logró que se amigaran… pero se amigaron después de la discusión, después de discutir mucho… volvieron a la carga y se fortalecieron con eso. Porque la actitud ante el error es discutir colectivamente. Somos un partido y una juventud, ¿nos podemos equivocar? Sí, nos vamos a equivocar. ¿Podemos errar? Sí, podemos errar. Lo que no podemos es no discutir. Porque sobre la base de la discusión podemos cambiar. Ahora, la experiencia enseña que, donde se discute poco, se trenza mucho. Y, donde se discute mucho, se trenza poco. Así que tenemos que discutir.
Por eso digo: no buscar culpables, encontrar las causas, la raíz del error, etc. y ser capaces de autocriticarnos porque la actitud ante el error –me parece–distingue a un comunista de quien no lo es. Es lo que señala Lenin en El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, Capítulo VII: “La actitud de un partido político ante sus errores es una de las pruebas más importantes y más fieles de la seriedad de ese Partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y examinar atentamente los medios de corregirlos: esto es lo que caracteriza a un partido serio, en esto es en lo que consiste el cumplimiento de sus deberes, esto es educar e instruir a la clase, primero, y después, a las masas”. Eso decía Lenin.
Este es un tema que vivimos cotidianamente. Ustedes vieron que hay compañeros que nunca dicen ‘me equivoqué’. Y cuando queda en evidencia su error, hablan de otra cosa. Bueno, eso es lo que no hay que hacer.
No hay que hacer como los que fraccionaron el Partido, que viven hablando de los errores de otros y son tan duros con los demás y tan buenos y comprensivos con las barbaridades que hicieron ellos y que hacen… Así, no.
Como dice Mao Tsetung: La lucha de clases en la sociedad y la lucha de líneas en el Partido son permanentes: existen independientemente de la voluntad de los hombres.
O sea, cuando nos vamos de vacaciones, la lucha de clases sigue; cuando dormimos, la lucha de clases y la lucha de líneas sigue.
hoy N° 2080 08/10/2025