III.
El Partido Comunista y los sindicatos
El Partido Comunista y los sindicatos
6. El partido comunista nace en el mismo momento en que surgen del seno de las grandes masas estas formaciones pequeñoburguesas, disgregadoras, y que actúan según los intereses el régimen capitalista; se propone reconstruir la conciencia unitaria y la capacidad de acción del movimiento sindical, injertando los fines específicos del sindicato profesional en el cuadro de las necesidades sociales creadas por la actual fase de la historia mundial. La organización de masas es al partido comunista lo que en el desarrollo histórico tradicional es el Estado al gobierno: entonces, es fin específico del partido comunista promover y favorecer el nacimiento de una organización estatal a partir de la actual organización de resistencia de los trabajadores, afirmándose en ella como elemento preponderante de gobierno. Resultan de estas premisas: la función del partido en el campo sindical, las relaciones entre partido y sindicato, y las relaciones entre el partido comunista y los otros partidos que actúan en el campo sindical.
7. Las relaciones entre el partido comunista y el movimiento sindical no pueden ser definidas con los conceptos tradicionales de igualdad entre los dos organismos o de subordinación del uno al otro, sino solamente con la noción de las relaciones políticas establecidas entre un cuerpo electoral y el partido político que a él propone una lista de candidatos para la administración. Si la noción es igual, sin embargo la práctica real es fundamentalmente distinta.
El partido comunista tiene su representación permanentemente constituida en el seno del sindicato y actúa a través de ella, es decir con la mayor competencia y con la mayor responsabilidad. No se trata entonces de dos organismos distintos: solo se trata, como por otro lado siempre ha sucedido, de una parte de la asamblea sindical que hace proposiciones y expone un programa al resto de la asamblea misma. Y esa asamblea, evidentemente, tiene libertad para aceptar las proposiciones y el programa, o para rechazar a ambos. Hasta ahora, en el movimiento sindical las direcciones siempre fueron disputadas entre grupos autónomos o grupos débilmente ligados a un partido. Esta ha sido una de las principales razones de las corrupciones y traiciones consumadas por la burocracia sindical. Por cierto, no pretendemos que las relaciones de estricta organización y de severo control instauradas por el partido comunista entre su complejo unitario y cada uno de los grupos sindicalistas comunistas excluyan de manera absoluta la verificación de episodios de corrupción y traición. Pero podemos afirmar que ellos se volverán cada vez más raros, y en especial podemos afirmar también algo: la imposibilidad casi absoluta de que se verifique nuevamente un fenómeno como el de la formación de una burocracia sindical unida que se pasa en bloque a la burguesía. Esta seguridad existe tanto más por cuanto el partido comunista es a su vez controlado estrictamente por la Internacional: la aplicación integral del programa propuesto a una asamblea sindical por el grupo comunista interesa entonces no solo a la asamblea misma, sino a la sección comunista a que pertenece ese determinado grupo, al partido y a la Internacional. Los organizados que resultan elegidos por la asamblea para los cargos dirigentes sobre la base de ese programa, son sometidos a dicho control múltiple, que sin dudas tiene un valor educativo y sirve para moralizar el ambiente. Las objeciones hechas por reformistas y sindicalistas a estas relaciones que el partido comunista tiende a crear entre su organización y la organización sindical, están privadas de todo fundamento.
El partido comunista quiere que también en el sindicato sus miembros sigan siendo coherentes y disciplinados, quiere que un comunista convertido en dirigente sindical permanezca fiel al programa por el que ha sido elegido, en toda circunstancia. ¿Qué daño puede acarrear esto a las masas organizadas y al movimiento sindical?
8. Estas relaciones prácticamente asumen la forma de una red organizativa del movimiento sindical en su conjunto. Cada fábrica o empresa, cada sindicato, por más pequeño que pueda ser, tiene o debería tener su grupo comunista; la expansión y la popularidad del partido comunista están en proporción a la difusión de los grupos comunistas en estos organismos y al prestigio de que allí gocen. En la fábrica, el grupo comunista desarrolla su actividad para la conquista de la comisión interna, si es que existe y, cuando todavía no existe, lucha para que nazca y se la reconozca. Además, el grupo prepara en este ambiente las asambleas sindicales y allí discute los métodos y la táctica de los reformistas, sindicalistas y anarquistas. Allí hace la propaganda en favor de los consejos y del control sobre la producción, partiendo no de los principios generales sino de las experiencias concretas de la fábrica misma, comunes a todas las maestranzas, y llegando de estas experiencias a la afirmación de los principios políticos y del programa del partido. Los grupos sindicales comunistas se reúnen local y nacionalmente, formando comités por cada cámara del trabajo y por cada federación nacional de oficio o de industria. Ellos aceptan el principio de la disciplina democrática: es decir, si son minoría se muestran dispuestos a las decisiones de la mayoría, pero en ningún caso aceptan limitaciones a la propia libertad de propaganda y de crítica escrita y oral. Si son minoría, aceptan cargos en los organismos deliberativos directamente elegidos por las masas organizadas y no por los organismos ejecutivos, elegidos en segundo grado, y a los cuales no podrían entrar sino por una benigna concesión o por compromiso. El conjunto de los comités sindicales está obligado a recibir sus palabras de orden del comité central sindical.
La red de los grupos y comités sindicales debe ser considerada no como una institución provisional, dirigida únicamente a la conquista de las centrales del movimiento sindical, sino como una institución permanente, que tendrá sus objetivos y desarrollará una actividad propia aun después del advenimiento de la dictadura proletaria. (…)
VIII.
El problema de la estructura sindical
El problema de la estructura sindical
20. Para mantener y perpetuar sus posiciones de predominio, la burocracia sindical reformista trata de modificar incesantemente la estructura confederal, de manera de volver cada vez más débil el control de la masa organizada sobre los burós dirigentes. Los comunistas creen que una organización obrera es más vigorosa y tiene una mayor capacidad de desarrollo revolucionario en relación directa a la mayor participación de las grandes masas en la administración y en el gobierno. Pues bien: en cuanto creen todo ello quieren, en cambio, que la estructura confederal sea simplificada y que se acerque a la vida local intensa de la clase obrera; para los comunistas, el poder de la burocracia sindical debe ser reducido al mínimo y, en cambio, debe ser valorizada al extremo la voluntad inmediata de las masas. La cuestión de la unidad organizativa de la clase obrera italiana está estrechamente ligada a dicho problema de una mayor democracia en la organización; cuanto más luchen los comunistas en este sentido, tanto más facilitarán el advenimiento de la unidad y tendrán una respuesta en las masas sindicalistas que hoy están fuera de la confederación.
21. La estructura de la Confederación General del Trabajo debe corresponder adecuadamente a las exigencias de la acción y aun a los precedentes históricos que todavía son parte viva de la tradición sindical italiana. Esa correspondencia entre estructura y necesidad de la acción falta por completo, tanto en el viejo esquema confederal como en las nuevas propuestas de modificaciones estatutarias ventiladas en Livorno y pasadas después casi subrepticiamente a un encuentro posterior. Para defenderse de las críticas sobre una falta de interés por determinadas controversias, la confederación ha afirmado que entre sus objetivos: “no está ni puede estar también el de asumir las responsabilidades de los movimientos iniciados o dirigidos por los organismos adheridos a ella. La confederación debería intervenir solo en los movimientos más graves y simplemente como colaboradora y no como responsable” (Informe al Congreso de Livorno sobre las modificaciones estatutarias, p. 7).
Acerca de la estructura, se afirma en cambio: “la Confederación no puede seguir todos los movimientos locales sin tener localmente órganos propios. Es necesario tender a la creación de estos”, “trasformando las Cámaras del Trabajo en secciones de la Confederación”, en “sucursales confederales dependientes de la central” (p. 3).
Hay aquí una evidente contradicción entre la centralización burocrática de la estructura y la reconocida necesidad de descentralizar la acción: los comunistas deben oponerse con todas sus fuerzas a que las aptitudes de lucha de los órganos locales queden cortadas en las raíces por una centralización, repetimos, de tipo burocrático. Las cámaras del trabajo deben conservar íntegras sus propias funciones actuales y la correspondiente autonomía, necesaria para hacer frente a las exigencias de la lucha local. El problema de armonización de la necesaria autonomía con la ligazón y la disciplina igualmente necesarias, no se resuelve con un arreglo de orden burocrático, sino proponiéndose un programa que comprenda puntos de interés inmediato y general para la clase trabajadora y que inspire la acción en todos los centros proletarios de manera uniforme.