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14 de noviembre de 2016

El femicidio es la manifestación más dramática y extrema de una cadena de violencias que se descargan sobre las mujeres.

El patriarcado y la sociedad de clases

Violencia contra las mujeres

En octubre se produjeron más de 20 femicidios. Una mujer muere cada 26 horas. El mismo mes en que decenas de miles de mujeres  en Rosario en el 31 Encuentro Nacional de Mujeres repudiamos unánimemente todas las manifestaciones de violencia y opresión sobre las mujeres. Y a los pocos días en la marcha del #NiUnaMenos del 19 de octubre manifestamos masivamente en todo el país nuestra indignación y nuestra disposición de profundizar la lucha para parar los femicidios. Esta vez fuimos acompañadas por paros y adhesiones en los lugares de trabajo.

 

El femicidio es la manifestación más dramática y extrema de una cadena de violencias que se descargan sobre las mujeres.  Sabemos que la erradicación de la violencia contra la mujer tiene que ser una política de Estado, para lo cual se requiere de medidas urgentes para frenar los femicidios. Y a la vez comprendemos que esa lucha tiene que estar integrada con la lucha de todo el pueblo para terminar con este Estado, construido con el objetivo de que las clases dominantes opriman a la inmensa mayoría.

 

Existe un interrogante de qué significa este evidente incremento de la violencia contra las mujeres. Nos parece que hay una diversidad de causas. Sin desconocer la incidencia de situaciones particulares o de trastornos de personalidad, consideramos que la razón principal y que condiciona todas las demás es que las mujeres no estamos dispuestas a seguir sufriendo las consecuencias de una doble opresión: de clase y de género y hemos dicho, basta!  Hay una reacción en una parte de los varones al avance del movimiento de mujeres que se resisten a perder el poder ancestral que le otorga el patriarcado, el derecho a disponer sobre “sus” mujeres. Cuestionar el patriarcado es poner en tela de juicio una institución fundamental del sistema capitalista y de su cultura. Nunca tenemos que olvidar que el patriarcado surge junto con el Estado y la propiedad privada cuando la sociedad se divide en clases antagónicas; y tiene como fundamento la necesidad del pater familia de garantizar no sólo su propiedad sino la herencia, para lo cual tiene que tener la certeza que los hijos sean verdaderamente de él, lo que consigue sometiendo y oprimiendo a la mujer y a los hijos.

Por eso, viene unida a la obligación de la monogamia para la mujer y a la prostitución. Desde entonces, como lo explica maravillosamente Engels, las mujeres no sufrimos sólo la explotación que se ejerce desde el sistema sobre todos los trabajadores sino también la opresión por ser mujeres. Por eso mismo, la lucha por la liberación de la mujer será imposible sin integrarse con el objetivo la liberación de la sociedad de toda explotación de clase. También la experiencia histórica demuestra que eso solo no resuelve la liberación de la mujer. Sino que, conseguido el objetivo, tiene que seguir la lucha para que dentro de la nueva sociedad se termine con todas las rémoras de las sociedades anteriores, en la medida en que todavía en el socialismo hay clases y lucha de clases. Y esta lucha es particularmente aguda en el nivel de la superestructura que es en donde se expresa en particular las ideas machistas y todas las vinculadas al patriarcado. 

A la vez, la lucha de las mujeres que se rebelan contra el machismo y el patriarcado atacan objetivamente a todo el sistema capitalista imperialista. Por eso no es de extrañar que este Estado oligárquico imperialista haga  tan poco para atender a las urgencias de parar la violencia contra las mujeres.

También se entienden fenómenos que uno ve en este momento en que se agudizan reacciones violentas cuya expresión extrema son los femicidios, mucha veces acompañados por el asesinato de los hijos, en la medida en que las mujeres se rebelan y expresan su decisión de profundizar su lucha como fue la marcha del 19 de octubre.

Podría pensarse  que una cantidad de los varones que reaccionan de este modo, no se resignan a este avance que han hecho las mujeres, en algunos aspectos superando la propia estructura y superestructura dominante en esta sociedad, manifestando que no quieren seguir como estaban. Sociedad donde todavía se mantiene -porque se mantiene el régimen capitalista, la sociedad patriarcal y la idea de que la propiedad privada es algo sagrado, en la intimidad de cada uno de estos sujetos  la idea de que lo más sagrado de todo es la propiedad de ellos sobre las mujeres y que, por lo tanto,  pueden hacer lo que quieran:  matarlas, prenderles fuego, etc. Al punto tal que lo hacen aunque después se suiciden.  Es más importante a veces que su propia vida, la defensa del derecho que ellos tienen de disponer en ese pequeño coto privado de su mujer, mientras que, en muchos de esos casos sufren a la vez la explotación de patrones y oligarcas.

Hemos visto a algunos sujetos con reacciones que se asemejan a brotes de locura porque no pueden aceptar que lo que ellos consideran su propiedad más íntima, su mujer, rompa la situación de sometimiento y que no la puedan doblegar. Este encarnizamiento que no se contenta sólo con matar sino que necesita violar, quemar  y mancillar salvajemente el cuerpo de las víctimas está íntimamente vinculado a un sistema social que durante miles de años ha legitimado que la mujer es propiedad del hombre. Por eso también la complicidad de las instituciones del esta sociedad como la justicia, la policía, etc. en atender a las denuncias de las mujeres. Una de las últimas víctimas que murió acuchillada por su pareja en la parada del colectivo llevaba aún en su cartera la denuncia contra el asesino, la que había sido rechazada en la comisaría de su barrio.

 

El movimiento de mujeres es una avanzada en la lucha por terminar con la opresión, confluye objetivamente con la lucha de la clase obrera y del pueblo por terminar con este sistema de explotación y opresión. Por eso es necesario, a su vez, que la clase obrera y el pueblo tomen la lucha de las mujeres como su propia lucha.