I. La clase obrera, el campesinado pobre, las masas populares de Chile han conseguido un gran triunfo electoral el 4 de setiembre. Han asestado, con él, un duro golpe al imperialismo yanqui y a la reacción chilena.
Se ha creado una nueva situación en América Latina.
I. La clase obrera, el campesinado pobre, las masas populares de Chile han conseguido un gran triunfo electoral el 4 de setiembre. Han asestado, con él, un duro golpe al imperialismo yanqui y a la reacción chilena.
Se ha creado una nueva situación en América Latina.
Salvador Allende ha triunfado con un programa democrático, antiimperialista y antioligárquico y ha proclamado su decisión de que el mismo abra el camino al socialismo en Chile. Ese programa incluye: una auténtica y profunda reforma agraria que asegure la tierra al campesinado pobre y a las masas indígenas de Chile y liquide el latifundio; garantizar salarios y condiciones de vida elevadas a la clase obrera; nacionalización del cobre y los principales monopolios extranjeros y nacionales, incluido el crédito y el seguro; modificar el Parlamento y la justicia para darles un carácter popular y revolucionario; una política exterior independiente restableciendo relaciones con Cuba, la República Popular China, República Popular de Corea y República Popular de Vietnam, apoyo a las luchas liberadoras de los pueblos.
Ni el imperialismo yanqui, ni la oligarquía burguesa terrateniente chilena, pueden tolerar la aplicación de tal programa por cuanto, de ser el mismo aplicado a fondo, significa el fin -como clase social- de los terratenientes y la burguesía monopolista chilena, y el fin de la dependencia al imperialismo, creando condiciones para la instauración de la dictadura del proletariado y el socialismo.
II. El triunfo de Salvador Allende es otra expresión de la situación revolucionaria global que vive América Latina, en el marco de un periodo de auge de las luchas antiimperialistas y anticapitalistas a escala mundial.
La situación revolucionaria global que viven nuestros países ha tenido expresión, recientemente, en las luchas del proletariado y el estudiantado argentino de 1969-1970 y en los renovados combates de la clase obrera y los estudiantes de Bolivia y Uruguay, en la reiniciación de la lucha guerrillera en el campo boliviano y en el accionar de fuerzas revolucionarias como los Tupamaros de Uruguay.
III. El imperialismo yanqui y la oligarquía burguesa terrateniente de Chile preparan su contragolpe. No es la primera vez que enfrentan peligros semejantes. En situación diferente, es claro, debieron enfrentar, primero, el triunfo de un frente popular encabezado por Aguirre Cerda, a fines de la década del treinta, y luego de la Segunda Guerra Mundial el de un frente popular encabezado por González Videla. Las maniobras de las clases dominantes, apoyadas en el poder del Estado (ejército, policía, burocracia estatal) que continuó en sus manos, y en las vacilaciones y lastres reformistas de las fuerzas obreras y populares, le permitieron capear la situación. No hubo entonces revolución en Chile pese al triunfo electoral de las fuerzas populares.
El imperialismo, los terratenientes, la gran burguesía chilena harán lo posible y lo imposible para impedir que se aplique el programa de Allende. Apelarán para ello sin vacilar a todas las formas y medios.
Ya se movilizan para impedir que tome posesión efectiva de la primera magistratura. “Todo es posible de aquí al 24 de octubre”, declaró el Departamento de Estado de los EE.UU. ante el triunfo de Allende. Simultáneamente presionan para que Allende abandone su programa, para que rectifique “su política de modo que su gobierno realice un intento honesto de ser verdaderamente representativo”, como señaló el Buenos Aires Herald del 6 de setiembre; o sea, que forme un gobierno de “amplia coalición” que incluya a todos los partidos burgueses de Chile, incluso con sectores de Alessandri, confíe en las “amplias alianzas” y no en la movilización revolucionaria de las masas, y traicione el programa.
Si la Unidad Popular y Allende logran la presidencia efectiva y avanzan en el programa prometido se abrirá un abanico de maniobras, intrigas, presiones -incluso militares- hasta llegar, de ser necesario, al golpe de Estado reaccionario, a la guerra civil o a la intervención militar directa.
En el camino de aplicar el programa republicano, antiimperialista, antioligárquico, en marcha al socialismo, de Allende, el triunfo del 4 de setiembre es el primer paso. Aún conseguida la presidencia las fuerzas de la Unidad Popular tendrán una parte del gobierno en sus manos, pero seguirán en manos de las clases dominantes (gran burguesía, terratenientes) y del imperialismo las palancas fundamentales del Estado: la policía; las fuerzas armadas que acaban de ser pertrechadas por la burguesía con armas modernas y han instruido a decenas de oficiales en las escuelas yanquis de Panamá y los EE.UU.; el aparato judicial y burocrático.
Solo un reformista incurable, solo un traidor al proletariado, puede pensar que las clases dominantes de Chile entregarán por las buenas ese aparato estatal a Allende para que éste lo destruya, cree otro aparato, revolucionario, que le permita aplicar un programa que liquida a esas clases dominantes como clases sociales, y abra el camino al socialismo.
Por eso el triunfo del 4 de setiembre es un primer paso que exige, ahora, esfuerzos aún mayores a la clase obrera y el pueblo chilenos y plantea responsabilidades especiales al proletariado mundial.
La situación chilena puede convertirse, rápidamente, en situación revolucionaria.
Pero una situación revolucionaria no implica necesariamente que la clase obrera y el pueblo conquistarán el poder. Para que esto suceda se requiere que el proletariado, al frente de las fuerzas populares, esté dirigido por un Estado Mayor, por un partido de vanguardia, marxista-leninista, capaz de dirigir el asalto al poder. Porque ese asalto al poder, la destrucción del viejo poder explotador, requieren de la violencia, la gran partera de la historia, y ningún ejército puede ir a la batalla sin Estado Mayor.
La clave futura de la revolución chilena reside en la capacidad de movilización y organización revolucionaria de la clase obrera chilena para defender su triunfo electoral, enfrentar la violencia contrarrevolu-cionaria, armarse y destruir el viejo Estado reaccionario de la oligarquía burguesa terrateniente e instaurar el Estado democrático-popular del proletariado, el campesinado y las masas trabajadoras chilenas. La única revolución triunfante en América Latina, la Revolución Cubana, muestra que no hay otro camino para la revolución.
Esto exige como condición romper con el reformismo. Arrojar por la borda el lastre reformista. Este es el principal escollo para que las masas obreras y populares chilenas enfrenten revolucionariamente al imperialismo y a la oligarquía burguesa terrateniente, porque además de la política abiertamente conciliadora de algunos de los partidos que integran la Unidad Popular, el reformismo y el parlamentarismo han calado fuertemente en la dirección del P.C. de Chile. Del triunfo de las corrientes revolucionarias sobre las reformistas en el seno del proletariado chileno depende el rumbo futuro de los sucesos en ese país.
IV. Se ha creado una nueva situación en América Latina. Aplastar la lucha del pueblo chileno por el programa votado el 4 de setiembre pasa a ser el principal objetivo del imperialismo yanqui en nuestros países. Sostener esa lucha para que triunfe es objetivo central de la clase obrera y los pueblos latinoamericanos.
La dictadura argentina se ha conjurado con el imperialismo yanqui para aplastar en su cuna una posible revolución chilena. Se preparan, incluso, para provocaciones armadas y/o posible intervención en el país hermano.
El principal apoyo que el proletariado y el pueblo argentino pueden dar al pueblo chileno es derrocar a la dictadura sangrienta de Levingston-Lanusse, e instaurar un gobierno popular revolucionario. En ese camino la solidaridad y el apoyo a las fuerzas revolucionarias del pueblo chileno se transforman en tarea fundamental de las fuerzas revolucionarias argentinas.
Argentina no será base de agresión contra el proletariado y el pueblo de Chile! La juventud trabajadora y estudiosa no serán carne de cañón de la dictadura argentina y del imperialismo yanqui.
El Partido Comunista Revolucionario se esforzará por contribuir a la más vasta movilización solidaria del proletariado y el pueblo argentino con el proletariado y las fuerzas revolucionarias de Chile para abrir en América Latina nuevos frentes liberadores. El imperialismo yanqui se ve acosado en Indochina por la lucha liberadora de los pueblos del Sudeste Asiático, jaqueado por la heroica lucha guerrillera del pueblo palestino y de las fuerzas revolucionarias del Medio Oriente, hostigado sin cesar por las luchas de los pueblos latinoamericanos, por el proletariado revolucionario mundial y los países socialistas revolucionarios que enfrentan, sin concesiones, tanto a su política expoliadora como el reformismo conciliador.
El imperialismo yanqui y las clases dominantes en nuestros países se movilizan para impedir que la lucha revolucionaria del proletariado y el pueblo encienda en el sur del continente otro faro liberador semejante al de la Revolución Cubana que desde hace once años brilla en el Caribe.
Todos los esfuerzos del proletariado argentino deben contribuir a impedir que el imperialismo, la oligarquía burguesa terrateniente chilena, la dictadura argentina, el reformismo internacional, maten esa esperanza revolucionaria.
*Declaración del Comité Central del PCR publicada en Nueva Hora, segunda quincena, setiembre de 1970.