Dos días después, el ministro de economía Caputo anunció las primeras medidas: Megadevaluación oficial del peso; no renovación de contratos laborales en el Estado; suspensión de la obra pública; recorte de subsidios a la energía y el transporte, que redundará en un nuevo tarifazo; congelamiento nominal del Potenciar Trabajo; como paliativo, duplicación del monto de la AUH y suba del 50% en la Tarjeta Alimentar.
Además, buscarán derogar la actual fórmula de movilidad jubilatoria, ya de por sí mezquina, para acelerar aún más la licuación de los haberes jubilatorios. También quieren revertir la eliminación del impuesto a las ganancias para los trabajadores, que había sido votada hace tres meses por el propio Milei. Y apuran un nuevo blanqueo de capitales.
En suma, entre aumento de impuestos y recorte del gasto, apuntan a un severo ajuste fiscal de 5% del PIB en 2024, muy por encima de lo que exigía el propio FMI.
Todo esto como parte de un programa de desregulación y liberalización de la economía, que incluye la privatización de las pocas empresas estatales o con participación del Estado que quedan (como YPF y Aerolíneas Argentinas). Se trata de una política abiertamente entreguista y hambreadora.
Caputo tuvo el descaro de afirmar que los argentinos “somos adictos al déficit fiscal”. En realidad, él y su pandilla son adictos al endeudamiento externo y a la fuga de capitales de un puñado de grupos económicos locales y extranjeros, como ya lo demostró durante el gobierno de Macri, primero como secretario de Finanzas y luego como fugaz presidente del Banco Central.
Por su parte, el multimillonario Paolo Rocca (dueño de Techint) afirmó que “esto va a requerir un sacrificio” y abogó por la mentada reforma laboral para aumentar la superexplotación obrera. Oculta que el costo laboral en la industria se redujo 34% desde 2017 (INDEC).
De dónde venimos
Milei y Caputo sostienen que es necesario un gigantesco ajuste, como si los sectores populares no lo vinieran padeciendo hace ya muchos años.
La economía argentina se encuentra estancada desde fines de 2011. No obstante, luego de la fase recesiva iniciada en 2018 durante el gobierno macrista, y del desplome del producto interno bruto (PIB) en 2020 -en el marco de la pandemia y la cuarentena-, este tuvo una significativa recuperación en 2021 y 2022, cuando alcanzó el pico previo de 2017. Pero los salarios, jubilaciones y otros ingresos populares, que ya venían hachados de la gestión macrista, siguieron en baja. En 2023, por la sequía que afectó al campo, el PIB cerrará con una caída promedio en torno al 1,0%, que terminó siendo moderada por un gran endeudamiento y salarios bajos.
En este marco, luego de seis años consecutivos de caída (2018-2023), el salario real de los trabajadores registrados es un 25% inferior al de 2017, con una trayectoria mucho peor en el caso de los no registrados. En el mismo período, el salario del sector público cayó 21% y el salario mínimo disminuyó 29%. Estos son datos a octubre o noviembre, previos al salto devaluatorio oficial. En cambio, el descenso del PIB medido por habitante fue mucho menor, del 7%.
Esta dinámica desigual del PIB y los salarios tuvo como correlato una abrupta caída de la participación de los trabajadores asalariados en el producto. En la industria, dicha participación disminuyó del 49% en 2017 al 33% en 2023, mientras que en el comercio se redujo del 38% al 28%, con un drástico aumento de la ganancia empresaria como contrapartida. Naturalmente, fueron los sectores más concentrados, extranjeros y locales, los que engrosaron sus ganancias. Los grandes terratenientes también siguieron apropiándose de su enorme tajada.
Como resultado, la pobreza escaló al 44,7% y la indigencia al 9,6% de la población según el Observatorio Social de la UCA (Universidad Católica Argentina); pobreza similar al pico de la pandemia y la más elevada desde 2006. El propio Milei reconoció que los salarios reales actuales son “miserables” y que “impulsan el aumento de pobres e indigentes”. A pesar de esto advirtió, citando al oligarca y genocida ex presidente Roca, de los “supremos esfuerzos y dolorosos sacrificios” que se avecinan. Como siempre, estos recaerán sobre los sectores populares y no sobre la “casta”.
Miente, miente, que algo siempre queda: “No hay plata”
En su discurso, Milei sostuvo reiteradamente que no hay plata ni solución alternativa al ajuste (palabra que repitió unas diez veces), ni tampoco lugar para el “gradualismo”. La frase “no hay plata” se ha convertido en uno de sus slogans favoritos para chantajear al pueblo. Trata de instalar que no hay otra salida y así poder justificar su brutal ajuste.
En la Argentina hubo plata y va a seguir habiendo plata. Tanto en lo que respecta a la recaudación impositiva del Estado; a los dólares provenientes del comercio exterior; y a los bolsillos de los monopolios y grandes terratenientes, que se engrosan día a día. La cuestión central es quién se apropia de los frutos del esfuerzo productivo del pueblo.
Por el lado de las cuentas externas, para no ir más lejos, en 2021-2022 se produjo un ingreso excepcional de dólares del agro por unos USD 82.000 millones gracias a los altos precios internacionales. Pero estos fueron dilapidados por el Banco Central, debido a la falta de control de las importaciones y los cuantiosos pagos de deuda del sector privado (siempre opacos y factibles de encubrir transferencia de utilidades), además del déficit estructural de la cuenta servicios, entre otros factores.
Este año la situación de las cuentas externas se agravó sobremanera por la sequía que recortó fuertemente el ingreso de dólares del agro, llevando las reservas “netas” (propias) del Banco Central a un nivel negativo de 11.000 millones de dólares (está usando divisas prestadas a gran escala). No obstante, para 2024 la cosecha luce auspiciosa y se estima que ingresarán -a partir de abril- unos 20.000 millones de dólares adicionales de exportaciones agrícolas, similar a lo que cayeron este año, trayendo más holgura a las cuentas externas.
Al respecto, el problema central en el corto plazo son los pagos de deuda, centralmente la estafa del FMI, con el cual hay que negociar nuevamente los desembolsos, actualmente frizados por el incumplimiento de las metas acordadas.
Por su parte, luego del descenso generado por la pandemia, la recaudación tributaria tuvo fuertes aumentos en términos reales en 2021-2022 (11,9% y 5,3%). En 2023 resultó afectada por la sequía y la menor actividad económica, pero aún así se mantuvo en un nivel similar al de 2021.
Con una política a favor del pueblo y la producción nacional que expanda el mercado interno -contraria a la que propone Milei-, junto con una reforma impositiva progresiva (donde paguen más los que más tienen) y se combata la evasión, podría incrementarse sustancialmente la recaudación, obteniéndose recursos genuinos para resolver rápidamente las necesidades más urgentes de nuestro pueblo.
“Ajuste y estanflación”
Milei advirtió que su plan de ajuste “impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes”, como si la situación social no fuera ya muy difícil, y que “habrá estanflación” (estancamiento con inflación). En realidad, de poder concretarlo, su plan generará un verdadero desplome de la economía.
Lejos de cualquier programa “novedoso”, el flamante gobierno apela a la vieja receta de inducir una recesión a través de una megadevaluación y un ajustazo fiscal. En particular, la suba del tipo de cambio pretende: 1) Incentivar las exportaciones, en especial agrícolas; y encarecer las importaciones que requiere la dependiente industria local, perjudicando en particular a las pymes. El objetivo es “ahorrar” divisas a costa de una recesión para pagar deuda en dólares y recomponer reservas. 2) Al mismo tiempo, generar un nuevo salto inflacionario, exacerbado por la simultánea liberación de precios y tarifas. El propósito no es otro que la licuación de los salarios y el gasto público mediante un fogonazo inflacionario.
La consecuente caída de la demanda interna y la actividad afectará asimismo el nivel de empleo, cada vez más precarizado. Todo esto incidirá también negativamente en la recaudación, dificultando el manifestado objetivo de achicar el déficit fiscal.
El propio Milei adelanta que la inflación podría ubicarse en un rango del 20% al 40% mensual en los próximos meses. Chantajea con la posibilidad de una inflación anual de 15.000 % si no se aplica su programa económico, que es en realidad el que abre las puertas a una hiperinflación.
El plan de hambre y entrega de Milei amenaza con agravar al extremo la ya difícil situación económica y social de nuestro pueblo y la producción nacional. Con la organización y la lucha de los trabajadores y el pueblo es posible enfrentar y derrotar esta política catastrófica, en el camino de acumular fuerzas para una salida liberadora.
Escribe Ramiro Suárez
Hoy N° 1992 20/12/2023