Había nacido en el barrio porteño de Villa Crespo el 3 de mayo de 1930, en el seno de una familia de inmigrantes judíos ucranianos. Su padre había participado de la revolución rusa de 1905. Su hermano mayor, Boris, le recitaba a Pushkin en ruso, y aunque el más pequeño no entendía el idioma, quedó prendado del ritmo y la sonoridad de aquellos versos. Desde entonces, la poesía y la revolución signaron la vida de Gelman.
Había nacido en el barrio porteño de Villa Crespo el 3 de mayo de 1930, en el seno de una familia de inmigrantes judíos ucranianos. Su padre había participado de la revolución rusa de 1905. Su hermano mayor, Boris, le recitaba a Pushkin en ruso, y aunque el más pequeño no entendía el idioma, quedó prendado del ritmo y la sonoridad de aquellos versos. Desde entonces, la poesía y la revolución signaron la vida de Gelman.
Siendo muy joven, a los 15 años, ingresó al Partido Comunista, en cuyo ámbito se inició en el periodismo y desarrolló su labor poética. Escribió en el semanario Orientación y el diario La Hora, entre otros medios partidarios, y en 1962 ingresó en Xinhua, la agencia de noticias de China Popular. Con varios camaradas y amigos (José Luis Mangieri, Héctor Negro, Juana Bignozzi, Hugo Ditaranto, Carlos Somigliana, entre otros) animó el grupo literario El Pan Duro, que editaba sus libros en forma cooperativa. Así se publicó en 1956 “Violín y otras cuestiones”, su primer libro de poesía, con prólogo de Raúl González Tuñón, a quien acababa de conocer.
Tuñón celebró allí la aparición de un poeta “ya maduro”, de tono “nacional, porteño, muy nuestro”, en quien “palpita un lirismo rico y vivaz y un contenido social, pero social bien entendido, que no elude el lujo de la fantasía”.
Estos rasgos que le ponderó el viejo maestro (y que dicho sea de paso, eran los suyos propios), caracterizaron toda la poesía de Gelman, en la cual el vocabulario del habla popular, los vocablos trastocados, las rupturas de sintaxis, los sustantivos convertidos en verbos, los diminutivos, los versos en modo interrogativo y otros recursos verbales característicos suyos son reconocibles ya como un estilo “gelmaniano”. Recursos que no quedan en el plano lúdico sino que generan la potente belleza poética de textos generalmente desgarrados por el drama de la época y del país, que fue para el poeta también un drama personal.
En 1976, la dictadura secuestró a sus hijos Nora y Marcelo, junto a su nuera María Claudia García Iruretagoyena, quien se encontraba embarazada de siete meses. Nora fue liberada, pero su hijo y su nuera fueron asesinados. Gelman desplegó una larga batalla pública para hallar a su nieta nacida en cautiverio en Uruguay, encontrándola recién en el año 2000: había sido apropiada por un comisario uruguayo.
El golpe del 76 había sorprendido a Gelman en Europa, a donde había sido enviado por la dirección de Montoneros, organización a la que pertenecía, para conseguir la firma de gobernantes europeos a una declaración contra el gobierno de Isabel Perón. La apreciación de Montoneros hacia el gobierno peronista no era diferente a la que tuvo respecto de la dictadura, tan es así que –cuenta Gelman– “ocurrió el golpe y los términos [de la declaración] seguían vigentes”, fue así que, afirma, “conseguimos la primera condena de la dictadura militar”… “Aprovechando mi trabajo [periodístico] entrevisté a Mitterrand, a Olaf Palme e hicimos firmar una declaración que, en verdad, era para denunciar lo que pasaba con Isabelita. Con eso publicamos un avisito en Le Monde”.
Gelman no llegó a Montoneros desde el peronismo ni, mucho menos, desde la derecha católica juvenil prohijada en círculos militares de donde provenía el núcleo fundador de esa organización. Él había roto con el PC a inicios de los años 60 por considerar que ese partido había abandonado la vía revolucionaria: “Fue el momento de la Revolución cubana y un grupo de nosotros sostenía que ese hecho era una línea divisoria”, explicó. “Se hablaba de llegar al socialismo por la vía pacífica; nosotros vimos en Cuba otro tipo de posibilidades.”
Poco tiempo después ocurre la experiencia boliviana del Che, quien en su diario menciona al “grupo de Gelman” entre quienes podrían sumarse a él desde la Argentina. Y producido el asesinato del Che el poeta escribe:
“El comandante Guevara entró a la muerte/ y allí andará según se dice/ pregunto yo/ ¿quién habrá de aguantarle la mirada?/ ¿ustedes momias del partido comunista argentino?/ ustedes lo dejaron caer/ ¿ustedes izquierdistas que sí que no?/ ustedes lo dejaron caer”…
En el mismo año de 1967 Gelman se sumó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias con otros compañeros provenientes del PC. En 1973 las FAR se fusionan con Montoneros, quizá el mayor de sus errores.
La militancia de Gelman se desarrolló principalmente en la acción cultural y de comunicación. Integró la revista cultural Crisis (1973-1974) y la jefatura de redacción del diario Noticias (1974), fundado por Montoneros, organización con la que rompe en 1979 en el exilio, en desacuerdo con su “militarismo” y en particular con la desastrosa “contraofensiva”.
Desde entonces continuó su labor poética y periodística desde su residencia en México. En su poesía expresó como nadie el dolor por los asesinados por la dictadura argentina, entre ellos su propio hijo, a quien dedicó estos versos:
“Así que has vuelto / como si hubiera pasado nada / como si el campo de concentración no / como si hace veintitrés años / que no escucho tu voz ni te veo / han vuelto el oso verde tú / sobre todo larguísimo y yo / padre de entonces / hemos vuelto a tu hijar incesante / en estos hierros que nunca terminan / ¿Ya nunca cesarán? / ya nunca cesarás de cesar / vuelves y vuelves / y te tengo que explicar que estás muerto”.
Mantuvo hasta el final sus columnas periodísticas en Página/12, la mayoría de las cuales estuvo dedicada a la defensa de los derechos humanos y la crítica antiimperialista, como la última, del domingo previo a su muerte, dedicada a denunciar nuevas prácticas colonialistas del gobierno francés. En política nacional, sin embargo, simpatizó con los gobiernos kirchneristas.
Su vasta obra poética obtuvo los mayores reconocimientos de la lengua castellana, entre ellos el Premio Nacional de Poesía (Argentina, 1997), el de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (México, 2000), el Pablo Neruda (Chile, 2005), y en España el Reina Sofía (2005) y el Cervantes (2007). Al recibir este último dijo:
“A la poesía hoy se premia, como fuera premiada ayer y aún antes en este histórico Paraninfo donde voces muy altas resuenan todavía. Y es algo verdaderamente admirable en estos “Dürftiger Zeite”, estos tiempos mezquinos, estos tiempos de penuria, como los calificaba Hölderlin preguntándose “Wozu Dichter”, para qué poetas. ¿Qué hubiera dicho hoy, en un mundo en el que cada tres segundos y medio un niño menor de cinco años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza? Me pregunto cuántos habrán fallecido desde que comencé a decir estas palabras. Pero ahí está la poesía: de pie contra la muerte”.