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17 de octubre de 2011

Eduardo Azcuy Ameghino. Nuestra gloriosa insurrección La revolución anticolonial de Mayo de 1810. Trama política y documentos fundamentales.
Imago Mundi, Buenos Aires, 2010, 358 páginas

El proceso Revolucionario de Mayo

Política y Teoría N° 73 (106) / Septiembre - noviembre de 2011

Con esta obra publicada en mayo del año pasado, Eduardo Azcuy Ameghino ha brindado una contribución fundamental al conocimiento de los hechos fundacionales de la historia argentina y al debate abierto en ocasión del Bicentenario de la Revolución de Mayo.

Su título refiere a las palabras de  Mariano Moreno en el Plan de Operaciones, documento fundamental y representativo de los proyectos de la corriente democrática revolucionaria en el seno del primer gobierno patrio.

Con esta obra publicada en mayo del año pasado, Eduardo Azcuy Ameghino ha brindado una contribución fundamental al conocimiento de los hechos fundacionales de la historia argentina y al debate abierto en ocasión del Bicentenario de la Revolución de Mayo.

Su título refiere a las palabras de  Mariano Moreno en el Plan de Operaciones, documento fundamental y representativo de los proyectos de la corriente democrática revolucionaria en el seno del primer gobierno patrio.
La trama histórica desplegada en esta obra se inicia con las Invasiones Inglesas y culmina con la instauración del poder criollo, la reacción contrarrevolucionaria española y los inicios de la guerra de la independencia, hasta la derrota del morenismo dentro del frente patriótico.
Como explica su autor estas páginas retoman preocupaciones tempranas de su recorrido como historiador e investigador, que ya habían producido un primer encuadre y conclusiones sobre la Revolución de Mayo en el primer capítulo de su libro Historia de Artigas y la independencia argentina (Montevideo, 1993) y que operaron como punto de partida para sus investigaciones posteriores sobre la sociedad colonial, en particular en el ámbito rioplatense, a fin de alumbrar las contradicciones sociales y las problemáticas que dieron origen a las luchas revolucionarias y a sus protagonistas.
Ahora el autor capitaliza ese recorrido destacando desde el inicio que el Virreinato del Río de La Plata era una colonia. Definición que parece evidente pero es soslayada en muchos análisis que difuminan entonces el contenido revolucionario de la insurrección de Mayo.  “La revolución fue anticolonial. Y lo fue porque la tarea que se propuso y finalmente cumplió, luego de una larga y cruenta guerra libertadora, consistió en la destrucción del corazón del estado virreinal, y el reemplazo de unas clases – las dominantes en España y por ende en sus colonias – por otras, emergentes de la élite local de mercaderes y terratenientes, en el centro del poder y dominio sobre una sociedad que en adelante sería independiente”.
 La  revolución será el fruto de un largo proceso de emergencia y agudización de la contradicción entre el poder colonial y los sectores sociales y actores políticos interesados en eliminar su sujeción. Este proceso se despliega,  a través de múltiples vicisitudes políticas y al compás del cambio de las condiciones internacionales, en particular con la invasión napoleónica a España en 1808 y luego, en 1810, la caída de la Junta Central de Sevilla. Azcuy lo reconstruye detallada y minuciosamente,  con un hilo conductor: la interacción entre el desarrollo de condiciones internas y externas que contribuyen a conformar una situación de crisis revolucionaria y la acción crecientemente consciente de los revolucionarios, que formados por ese proceso de complejísimas luchas políticas, se convierten en protagonistas, acumulan fuerzas políticas y militares, esbozan proyectos y confluyen en una acción común que resulta decisiva para hacer posible la instauración del poder criollo. Así en esta obra se despliega ante nosotros en forma viva y concreta la dialéctica de la historia, aquella por la cual son los hombres los que la hacen, no por fuera sino a partir de condiciones objetivas legadas por las generaciones precedentes y que ellos transforman.
La condición colonial de la sociedad rioplatense no es un dato menor ni un mero postulado de partida del relato. Por el contrario, y en polémica con visiones juridicistas del lazo con España (los Reinos de Indias), así como con posturas mecanicistas y unilaterales que atribuyen la eclosión revolucionaria a la mera acción de factores externos, en particular la desestructuración de la monarquía borbónica, Azcuy rastrea en el impulso anticolonial que se va gestando  y a la vez manifestando de modo crecientemente explícito por parte de un conjunto de actores decisivos, que desde mucho antes contribuyen a la crisis final del poder virreinal.
Esta indagación incluye un amplísimo repertorio de acciones y de testimonios de un proceso en el que se conjugaron permanentemente la variación de las condiciones internacionales y la agudización de contradicciones internas: así vemos desplegarse las iniciales pretensiones británicas, las invasiones y su rechazo;  y posteriormente la operatoria dual, aunque opuesta a un pronunciamiento independentista “prematuro”, de la diplomacia oficial inglesa encarnada en Lord Strangford, embajador en Río de Janeiro, a partir de la alianza hispano-británica contra Napoleón; pero también la acción secundaria de otros representantes ingleses en el respaldo a las eventuales pretensiones de Carlota Joaquina, hermana del rey español cautivo y esposa del príncipe regente de Portugal. También el ambiguo vínculo entre dichas pretensiones y el poder portugués, muy condicionado por sus protectores británicos. A ello se sumó la intención  francesa desde Madrid  de heredar las colonias españolas y la acción  de los partidarios de la preservación del poder colonial español, pero enemigos de Francia.
Este complejísimo escenario de tendencias contrapuestas que varían  a lo largo de esos breves años interactúa constantemente con la acción política local: así a partir de las invasiones inglesas se inicia una crisis del poder virreinal con el desplazamiento de Sobremonte y la imposición por parte de la “elite” local, en particular, los sectores criollos,  de Liniers, héroe de la reconquista, y posteriormente  objeto de sospechas de favorecer a la Francia invasora de España. Un proceso del que resultarán el peso creciente  y politización de las decisivas milicias criollas.
Es posible observar en este texto de un modo preciso en la formación del grupo criollo integrado por Castelli, Belgrano, Vieytes, Rodríguez Peña tanto las ilusiones perdidas en el apoyo inglés como la necesidad de utilizar las ambiciones británicas. Se ilumina  la diferencia entre esos propósitos y la operatoria y objetivos de la diplomacia inglesa. También se analiza detalladamente el “Carlotismo” de este grupo, orientado a la búsqueda de todos los resquicios que permitieran hacer posible desplazar el aparato del centro estatal colonial y la formación de un gobierno propio, aún con fachada monárquico-borbónica. Ese juego tiene un  peso importante en la acumulación de fuerzas inicial del partido independentista y  va perdiendo  eficacia precisamente al fortalecerse éste y en la medida en que aquel centro estatal colonial, en España y en estas tierras, se debilita, mientras se va desnudando el antagonismo entre los objetivos del grupo criollo y los de la princesa y sus asesores.
También esta obra brinda un gran aporte a la comprensión del motín del 1° de Enero de 1809 (de los sectores representados por Álzaga). Azcuy pone de manifiesto las contradicciones (secundarias pero agudas) emergentes en el campo de los pro-españoles, entre los sectores de la burocracia virreinal y los más representativos del poder local nucleados en el Cabildo, contradicción que se agudiza con el Virreinato de Liniers, bajo el cual van acumulando fuerzas los criollos. Contra el Virrey (y contra la perspectiva de una España dominada por Napoleón) se produce ese motín, similar al que encumbró una Junta encabezada por el españolísimo Elío en Montevideo. Pero ese alzamiento, en el que participan también plumas “democráticas y republicanas” como la de Moreno y frente al cual toman posición todos los intereses en pugna, reprimido por el poder virreinal, encumbra a la vez a la milicia criolla y contribuye a ahondar la crisis de ese poder Se ponía de manifiesto que la formación de juntas “como en España” resultaba incompatible con la condición colonial de estas tierras, aún cuando en ellas predominaran circunstancialmente los sectores más españolistas.
El desarrollo de los acontecimientos se ve crecientemente determinado por la acción consciente de grupos que operan con el trasfondo de una politización general de la población y la fuerza militar. Grupos que van configurando los afluentes de la fuerza anticolonial.
El autor explica detalladamente el impacto de las sucesivas noticias respecto de la declinación y las derrotas del poder metropolitano así como la propia utilización de estas noticias como acicate para la formación de opinión pública favorable a la instauración de un gobierno propio. Así la interacción entre condiciones externas y fuerzas internas se opera tanto en los hechos como en las representaciones: el proceso afianza a las fuerzas independentistas y  promueve el desconcierto y parálisis de los defensores del poder español.
En 1810 las noticias sobre la salvaje represión a los patriotas de La Paz en el Alto Perú son decisivas para la polarización que se desplegará: por un lado, esa pretensión de junta criolla recibió una respuesta muy distinta que la de Álzaga o Elío por parte de las autoridades virreinales. La sangre vertida y derramada delineó las dos trincheras. Detrás del nuevo Virrey Cisneros, enviado por la Junta de Sevilla se encolumnan la burocracia virreinal y también los españolistas anti-franceses. En el bando opuesto militan los antiguos “carlotistas”, los que intentaron impedir la asunción del nuevo Virrey, las milicias criollas y su influyente comandante Cornelio Saavedra, cuya relación con el partido de la independencia resultará fundamental y también los que en el motín de Álzaga habían apuntado a una desestabilización del virreinato: Moreno y los españoles Larrea y Matheu. Emerge nítidamente la contradicción entre los sostenedores del poder español y los partidarios de la ruptura, los americanos.
La configuración de una situación revolucionaria, la acción consciente de una fuerza activa operando con apoyo popular generalizado, armado e imponiendo sus pretensiones contra un virrey, un aparato burocrático debilitado y un Cabildo en el que se refugian los españolistas locales: el texto reconstruye la conjunción de todos esos componentes en la Semana de Mayo, con la confrontación entre dos poderes y el desplazamiento del antiguo. También el papel de la fuerza militar para hacer posible esa imposición. Azcuy explica que el carácter relativamente “pacífico” de aquellas jornadas se debió a la circunstancial debilidad de los colonialistas en Buenos Aires. Por otra parte, la inmediata reacción contrarre-volucionaria en Montevideo, Córdoba y el Norte inauguran la larga guerra en la que se formarán los ejércitos del nuevo poder patriota.
Gran virtud de esta obra es la utilización de los testimonios: entretejida con el devenir de los acontecimientos,  una polifonía de voces,  tanto las de los revolucionarios como las muy significativas de sus enemigos, desnuda a fondo y sin disimulo los intereses en pugna. Así se pone en evidencia que la legitimación del gobierno “en nombre de Fernando VII” es un artilugio criollo, útil para desconcertar y dividir al enemigo, neutralizar a otros y aunar a los sectores vacilantes al frente patriota, así como para mantener negociaciones con los británicos, cuya prioridad era la alianza con España contra Napoleón. Aunque la corriente más conse-cuentemente democrática y revolucionaria, a la postre derrotada, buscará sobre la base de la lucha ir a fondo en la proclamación independentista y las corrientes más conservadoras y vacilantes y/o dependientes del apoyo inglés buscarán conservar “la máscara” aun al precio de obstaculizar la lucha y el propio objetivo, los enemigos eran muy conscientes de las proyecciones del nuevo poder instaurado en Buenos Aires con el concurso de “lo ínfimo de la plebe alucinada”. Comenzaba la guerra de la independencia.
En esta fundamentada reconstrucción Azcuy demuestra que aquellos hechos configuraron una revolución, así como su esencial carácter anticolonial. También que los sucesos, tendencias y fuerzas externas a la realidad local operaron entrelazados con la  decisiva acción de los protagonistas,  que no fueron meros receptores pasivos de un poder derrumbado en otras tierras, como lo pretende la historiografía dominante, sino revolucionarios activos que se configuraron como tales en el propio proceso de aquellas luchas que se relatan. Demuestra de modo irrefutable el impulso objetivo y la creciente conciencia subjetiva del propósito de ruptura con la metrópoli española que germinó entonces,  lo que da por tierra con algunas visiones que,  absolutizándola incidencia del interés inglés en su penetración comercial en estos dominios, difuminan el factor principal que hizo emerger la lucha: la dominación y opresión colonial española.
Es de resaltar que esta obra, teniendo su foco en el nivel  de los hechos políticos, instancia  que se convierte en  determinante, hilvana para ello de un modo dialéctico las tendencias del largo plazo, emergentes de las contradicciones estructurales de la sociedad colonial y de la época (expuestas en la Introducción) con el devenir de los acontecimientos, el desarrollo de los conflictos y la concatenación de las acciones conscientes de los revolucionarios. Esa dialéctica, que es la de toda historia, da cuenta  también de la simultaneidad de factores y contradicciones que se conjugaban en ese proceso, poniéndose de manifiesto una concepción de totalidad histórica que se realiza en el movimiento de las acciones de los hombres.
Finalmente, el volumen incluye un denso y valioso apéndice con 65 documentos fundamentales, introducidos con un pequeño párrafo que los sitúa, que son ofrecidos al lector para su contacto directo con las fuentes y el análisis de lo expuesto precedentemente. Ellos van desde la remoción de Sobremonte por el Cabildo de Buenos Aires en 1806 hasta el Decreto de Supresión de Honores al Presidente de la Junta redactado por Moreno en 1810, agregándose cinco documentos cuyos autores son los más insignes representantes de la “izquierda de Mayo”, en los que se expresan y proclaman las ideas y proyectos que apuntaban a la transformación del orden social impuesto por el poder colonial.