Este proceso se da en la actualidad sobre la base de la pauta publicitaria y la entrega del negocio de las comunicaciones, cristalizados en el decreto de necesidad y urgencia firmado por Macri sobre la disolución de la AFSCA y la AFTIC, sumado a la modificación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para permitir el negocio del llamado cuádruple play (telefonía fija, telefonía móvil, televisión por cable e internet), y beneficiando a una concentración mediática sin precedentes a favor del Grupo Clarín, principalmente, al detonar todos los límites previos de concentración: donde había límites de 10 licencias, ahora pasan a ser 15, donde había 24 licencias de TV por cable ahora no hay tope.
En este nuevo marco de medios lo que se va imponiendo es el relato político del gobierno de Macri, que además de estar alimentado por la pauta publicitaria coincide perfectamente con lo que quieren expresar y comunicar los intereses detrás de las grandes empresas periodísticas.
Por un lado, y del modo más clásico, la afinidad con las grandes empresas de medios le permite al macrismo imponer temas en la agenda y promocionar diversas líneas de acción que el gobierno está interesada en que lleguen a la gente. Temas como el “combate al narcotráfico” o a la “corrupción”, ejes fundamentales del relato del gobierno macrista, son puestos en la mesa de los argentinos a diario y en continuado por parte de las cadenas mediáticas afines.
Y decimos relato porque más allá de transmitir las noticias vinculadas a estos temas, que suceden realmente, lo que ocultan es el trasfondo de las mismas o las aristas que complican a funcionarios y amigos del poder.
Lo nuevo del relato M
Estos mecanismos y casos quizás no representan lo novedoso de la construcción del relato macrista, ya que la idea de promocionar los ejes políticos propios y vincular todo lo malo a la “herencia” o las gestiones anteriores es un clásico de la comunicación política moderna argentina.
Quizás dos de los mecanismos más novedosos de esta construcción de opinión pública lo representen por un lado la forma en que los medios “militan el ajuste” y por otro lado “invisibilizan” a los ganadores del modelo económico instalando la idea de una crisis total de todos los sectores económicos y sociales, incluidas las clases dominantes.
La “militancia del ajuste” tiene por momentos ribetes bizarros y ridículos en los medios. Disfrazar el ajuste y la crisis que viven los sectores populares de decisiones propias, tendencias modernas o beneficiosas para mejorar la calidad de vida parecen ser algunas de las consignas.
Algunos de los ejemplos más claros: Crece la moda de alquilar con otras familias para gastar menos en el verano. Quejarse y protestar es malo para la salud. En Bs. As. volvieron a revivir la costumbre y el rito colectivo de ver fútbol en el bar. Más costureras y menos shopping: la tendencia de reparar en lugar de comprar suma adeptos. Canal 13 enseñaba dos formas para no tirar el pan que queda viejo sino reutilizarlo con dos métodos que “son efectivos”. Vacaciones: descansar y aburrirse también es muy sano. Es mejor ganar un poco menos pero estar ocupado. La ropa usada está de moda. Volver al ventilador: el mejor aliado para combatir el calor y la crisis energética. Llegó al país el alquiler de juguetes y permite ahorrar hasta un 50%.
Un método que parece parido desde las entrañas mismas del duranbarbismo más duro, pero que cuesta creer que pueda compensar el malhumor que generan las consecuencias reales, para los sectores populares, del nefasto plan económico del macrismo.
La crisis es para todos
La otra idea fuerza que irradian los medios es la de una crisis total, que afecta al conjunto de los sectores sociales y económicos de la Argentina (producto por supuesto de la herencia y no de las malas decisiones de la actual gestión) que justificaría la idea de “realizar un gran sacrificio entre todos” para salir adelante. El presidente Macri no pierde oportunidad para mencionarlo ubicándose al lado del que “sufre la crisis”, contando como “le duele a él” la pobreza que se genera o los aumentos de tarifas que vienen.
Este relato creció en el marco del cambio de estrategia comunicacional del gobierno que dejó de prometer brotes verdes y un futuro cercano mejor para dar paso al anuncio de meses “oscuros y tormentosos”. La idea tiene un innegable tufillo empresarial, ligado a la política de recursos humanos que pide a sus trabajadores “ponerse la camiseta” de la empresa en momentos difíciles con promesas de mejoras para los dueños y sus empleados en los momentos de mejoras que ya vendrán, siempre y cuando se haga el esfuerzo máximo. Obviamente, cuando esas mejoras llegan son embolsadas en su totalidad por quienes dirigen esas empresas, así como sucede con los grupos económicos que dirigen nuestro país.
Lo que ocultan, tanto las patronales como el gobierno, es que el esfuerzo no es igual para todos, y que no todos pierden durante la crisis.
Un claro ejemplo es la política energética y los subsidios a las productoras de gas. Mientras impulsan tarifazos a los usuarios y hablan de la necesidad de un ajuste feroz en el presupuesto 2019, en el artículo 56 del proyecto de Ley de Presupuesto 2019 el gobierno destina la emisión de títulos de deuda por hasta 1600 millones de dólares para subsidios a las empresas, a la que ahora se sumarán los 10 mil millones de pesos de la “compensación por la devaluación”.
En otros sectores de la economía como la agroexportación, la minería o el sector de petróleo el relato se repite. Incluso en el marco de la fenomenal devaluación que benefició a estos sectores también se oculta la base del problema vinculado a la timba financiera y la necesidad de dólares para alimentar a los que ganan con la misma. La mayoría sectores económicos vinculados al gobierno.
De fondo lo que intentan ocultar es que ni es para todos el invierno, ni es para todos la frazada. A los sectores populares les tienen reservada la fría y tormentosa crisis, a los sectores financieros y exportadores las ganancias fabulosas.
Escribe Uriel Soriano
Hoy N° 1739 17/10/2018