Terminados los JJ.OO. de Londres, se impone un balance. La delegación argentina consiguió cuatro medallas (una dorada, una plateada y dos de bronce), además de 10 diplomas. Queda más que claro que estamos muy lejos de las superpotencias deportivas pero podemos comparar este último desempeño con nuestros vecinos continentales.
Terminados los JJ.OO. de Londres, se impone un balance. La delegación argentina consiguió cuatro medallas (una dorada, una plateada y dos de bronce), además de 10 diplomas. Queda más que claro que estamos muy lejos de las superpotencias deportivas pero podemos comparar este último desempeño con nuestros vecinos continentales.
En esa hipotética tabla finalizamos octavos y si esta actuación la comparamos con los últimos Juegos Panamericanos realizados hace un año en Guadalajara, vemos que hemos descendido un puesto ya que en aquel momento Argentina obtuvo la séptima ubicación. Es decir, nos volvieron a ganar los mismos países pero en Londres también nos pasó Jamaica a caballo de sus fabulosos velocistas que a México no habían concurrido.
Este retroceso en el medallero obligó a que ahora todos salieran a hablar de los famosos diplomas; los mismos son distinciones que se dan desde los Juegos de Seúl´88 a los atletas que ocupan posiciones entre el 4° y el 8° puesto. Previo a las Olimpíadas ni se mencionaba el tema de los diplomas, comenzaron a instalarlo desde las voces oficiales durante el desarrollo de los juegos porque no se conseguían medallas. Tan poca importancia le daban a los diplomas que ni siquiera establecieron un premio monetario para los que los obtuvieran, como sí establecieron para los ganadores de medallas. Y como en esta ocasión se ganaron más diplomas que las veces anteriores –pero menos medallas–, ahora salen a hacer balance sumando medallas y diplomas.
Si bien es cierto que los diplomas tienen valor, porque muestran una tendencia, no hablan de la realidad del deporte argentino, ya que la edad promedio de nuestra delegación fue de casi 28 años, con sólo 25 atletas sub-23 sobre un total de 137, es decir, tan sólo el 18% con proyección a Río 2016. Se vislumbra un panorama poco alentador en tierras cariocas.
El medallero y el Indec
En uno de sus exabruptos discursivos, Cristina balanceó como un mérito de la gestión K el hecho de haber ganado más medallas en los últimos tres juegos que en el período 1956-2000. Pero esta medida comparativa es absolutamente subjetiva y arbitraria, ya que no cuentan que desde 1956 al día de hoy se han incrementado los deportes participantes y por ende la cantidad de medallas que se reparten. Tal es así, que en Roma 1960 se entregaron 461 medallas en total, y en Londres 962, es decir, ¡más del doble de competiciones! Sin ir más lejos, la medalla de Crismanich sólo hubiera sido posible desde el año 2000 porque el taekwondo es deporte olímpico desde los juegos de Sidney. Se ve que su asesor olímpico también trabaja en el Indec.
Además, le atribuyó todo el mérito a Néstor por haber pasado la Secretaría de Deportes al Ministerio de Desarrollo Social al mando de Alicia Kirchner. Morresi también se pone el mismo disco y aplaude obsecuentemente a pesar de que en sus comienzos se llenaba la boca proponiendo crear el Ministerio de Deportes. Pero nosotros entendemos que ese hecho es una causa de atraso, ya que en Desarrollo Social el deporte no es ni cerca el principal problema que tienen, por lo tanto, es lógico que siempre quede relegado por otras cuestiones de mayor urgencia.
De todas formas, el principal problema en el retraso deportivo es la falta de una política que permita que las grandes masas se pongan en movimiento a través del deporte, buscando que todos los jóvenes adopten el hábito de la práctica deportiva a través de una planificación estratégica con educación y salud que les ayude a mejorar su calidad de vida.
Este retroceso en el medallero oblig
