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19 de julio de 2019

Novedosa adaptación y puesta en escena del dramaturgo ruso Nicolai Pogodin

“El soñador del Kremlin”

Los sábados de julio, 20 horas, se presenta la obra dirigida por Fernando Gutiérrez y Araceli Flores con la asistencia de Lina Beltrán y la actuación de Derli Prada y los propios directores, en el Centro Cultural Raíces de la ciudad de Buenos Aires.

En septiembre subió a escena esta obra teatral cuyo contenido y dramaturgia del proceso revolucionario ruso son novedosos. Las necesidades de electrificación y el papel de los intelectuales –poco abordadas–, son presentadas como un formato escénico que impacta.

La pieza está basada en “El carrillón del Kremlin” de Nikolai Pogodin, dramaturgo soviético (1900-1962) que produjo obras con temáticas de la vida cotidiana desde la perspectiva comunista, siendo uno de los primeros dramaturgos en introducir a Lenin como personaje en una trilogía.

La adaptación de Araceli Flores permitió convertir en un unipersonal, una obra original para cuarenta y ocho personajes, conservando la esencia del planteo de Pogodin. El trabajo audiovisual de Pablo Varela, el de vestuario de Araceli Flores, Tamara Zlachevsky y Clara González, así como la producción del Centro Cultural Raíces y AjíMaíz, completaron el proyecto.

Conversamos con Araceli Flores y Fernando Gutiérrez a cargo de la dirección y adaptación de la obra sobre algunos aspectos de la producción.

 

–“El soñador de Kremlin” se suma a las múltiples actividades que se realizaron en conmemoración al Centenario de la Revolución Rusa, ¿cómo surgió la idea de este trabajo teatral?

F.G.: Antes del centenario de la Revolución Rusa comenzamos a preguntarnos y repreguntarnos por ese proceso histórico tan importante e interesante. Mirar el pasado resulta un acto de reflexión del ahora, y a la vez, la oportunidad de cruzarte con expertos en esos temas fue motivador. Cuando Derli Prada propuso montar una obra en conmemoración a la revolución, comenzamos a armar un grupo de estudio. Leíamos a Lenin, conversábamos, cuestionábamos, asistimos a las charlas de Rosa Nassif y Sebastián Ramírez sobre el tema y al ciclo de cine ruso proyectado conjuntamente por La Marea y el Centro Cultural Raíces. Revisamos material escrito y grabado, confrontamos conceptos de aquella época con nuestro presente. Como pretexto y símbolo de la conmemoración nos preguntamos por la revolución, por nuestra revolución personal, por la grupal, también la de nuestra esfera social acotada.

 

–¿Por qué Nikolai Pogodin?

A.F.: Fue una propuesta de Derli Prada que tenía la obra completa “El Carrillón del Kremlin”, poco difundida y conocida. Analizando varios aspectos decidimos realizar un unipersonal, a partir de uno de los personajes de la obra, el ingeniero Zabelín. Un personaje complejo, porque está en contra de la revolución y en la dramaturgia es la piedra angular en el desarrollo de la electrificación en la Rusia soviética. A partir de allí iniciamos una creación libre del texto, con fragmentos de la obra y libertad creativa en la dramaturgia y en lo escénico-audiovisual.

 

–¿Cuál fue el criterio de esa elección y de los fragmentos elegidos?

AF: La elección de este personaje anti-revolucionario, espectador de la revolución que se resiste a ella, a pesar de que su hija es parte de la juventud comunista. Un hombre estacionado en el recuerdo, aferrado a la rancia burguesía. Un hombre que tiene todo el conocimiento para aportar al desarrollo del país, pero se estanca en quejas y que debe decidirse frente a la propuesta del propio Lenin. Pogodin presenta la imperiosa necesidad del gobierno revolucionario del desarrollo energético para el afianzamiento y desarrollo de la revolución.

 

–¿Cómo fue el proceso de adaptación, puesta en escena y producción?

A.F.: Previamente, analizamos diversas películas como “Octubre” de Sergei Eisenstein y el documental “Díez días que conmovieron al mundo”, entre otros. Se decidió que la obra se realizara a través de un montaje que fusionara teatro y multimedia, con fragmentos audiovisuales de la revolución del 17, a partir de videos creados por Pablo Varela. También se grabaron escenas que luego se proyectaron sobre una tela que simula una pantalla de cine, jugando con la idea de la cuarta pared levantada ante los espectadores y la escena, que deja al actor dentro del escenario.

F.G.: Primero tuvimos un proceso de análisis de libros de Lenin y Reed, las charlas de Rosa Nassif y Sebastián Ramírez, el estudio de películas de Eisenstein y Pudovkin. Posteriormente, con exploraciones libres sobre la temática, tomamos tres fragmentos de la obra para realizar la estructura dramática, trabajando la idea en general. Una tercera etapa fue centrarnos en el montaje del “El Soñador del Kremlin” explorando con el cuerpo presente del actor y digitalizándolo. Aparecen otros personajes como Lenin y Masha, la hija del ingeniero Zabelín. En el proceso de trabajo participaron otros creativos Tamara Zlachevsky, quien caracterizó a Lenin y Zabelín, Clara González, Ana Gianella, Humberto Cipolletta, Lina Beltrán y Matías Silvero en escenográfica, utilería y vestuario y Mariano Basile en iluminación.

 

–¿Cómo calificarías las técnicas teatrales y la puesta en escena que realizaron?

A.F.: En el formato propuesto intentamos una síntesis de cambio, una revolución en sí misma, diciéndolo de otro modo, acudimos a los procesos de transformación y evolución natural de las formas artísticas. Hoy las técnicas se entrecruzan, los bordes de las artes se desvanecen, las artes se retroalimentan, permitiendo la generación de un nuevo lenguaje. Por otro lado, en nuestro proceso de trabajo, lectura, investigación, en nuestras charlas hallamos elementos extraordinarios, eventos importantes de la vida misma, la ficción teatral estaba siendo confrontada por lo real. Apostar a un lenguaje multimedia y dialéctico, entre el lenguaje audiovisual y el teatro, la cuarta pared y el distanciamiento brechtiano, implicó también una revolución para nosotros, especialmente para el actor. Simultáneamente que la obra habla de los procesos de transformación revolucionaria y la necesidad de introducir la electricidad, en la obra teatral en sí misma implicó introducir cambios en escena.

 

–¿Qué satisfacciones les dio este trabajo y qué limitaciones encontraron al realizarla?

A.F.: Este trabajo nos dio muchas satisfacciones, dado que logramos un proyecto interesante que fusionó teatro y multimedia. También un trabajo con muchas voluntades puestas en este proyecto que está hecho con el corazón. El logro de Derli Prada y Raíces de consolidar un proyecto escénico que une a la conmemoración del centenario de la Revolución Rusa.

F.G.: El resultado estético incluye conceptos sociales y tecnológicos, que visualmente resultan atrayentes, junto con la temáticamente que permiten la reflexión y a conocer más. Así la obra es tanto para aquellos conocedores del tema como para los que no lo son y, a la vez, resulta provocadora para neófitos o novatos.

 

Fuente: La Marea, revista de cultura, arte e ideas. Entrevista de Cristina Mateu. N° 48, diciembre 2018