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17 de noviembre de 2010

El Tucumanazo es uno de los hitos de las puebladas que marcaron el camino de la liberación nacional en la Argentina, que tuvo su máxima expresión en el Cordobazo. Textos extractados del folleto editado por el PCR a 40 años del Tucumanazo.

El tucumanazo

Hoy 1344 / 1970-2010 Vigencia de un camino

Hace 40 años una verdadera pueblada, encabezada por obreros y estudiantes, obligó a renunciar al rector-interventor de la Universidad Nacional de Tucumán, Rafael Paz, y vulneró el poder del gobernador-interventor Carlos Imbaud quien tres meses después tuvo que dejar su cargo. El “Tucumanazo” –como quedó grabado en la memoria popular- fue parte del ciclo de puebladas de fines de los ’60 y principios de los ’70, que comenzaron con el Correntinazo, el Rosariazo, y que tuvieron su máxima expresión en el Cordobazo del 29 de mayo de 1969.

 

La política de la dictadura
¿Frente a qué nos rebelamos los tucumanos en esos años? Desde 1966, el general Onganía encabezaba una nueva dictadura. Se llamó a sí misma “Revolución Argentina”. Pero de “revolución” no tuvo nada. Por el contrario, el grupo de Onganía se propuso “modernizar” el país sobre la base de aumentar la explotación de los trabajadores, favorecer capitales monopolistas y extranjeros frente a la pequeña y mediana producción nacional, satisfacer las demandas de los grandes terratenientes, ajustar el presupuesto del Estado, y contener la posibilidad de que se extendiera en nuestro país el ejemplo de la Revolución Cubana, con el Che ya operando en Bolivia.
Intervino las universidades y achicó su presupuesto. Respecto a Tucumán, decretó el cierre de fábricas azucareras -la principal actividad económica de la provincia- dejando sin trabajo a gran parte de la población y obligando a la tercera parte a migrar fuera del pago en busca de empleo, engrosando en muchos casos las villas miserias de las grandes ciudades.
Tucumán contaba hasta 1966 con 28 ingenios azucareros. El cierre de 11 de ellos produjo una verdadera crisis en la provincia, profundizando el proceso de concentración monopolista de la industria azucarera en pocas manos y el de la tenencia de la tierra. El movimiento obrero enfrentó con firmeza los cierres de sus fuentes de trabajo. Paralelamente, los estudiantes desarrollaban su lucha contra el ajuste en la Universidad. Esto facilitó su confluencia con los trabajadores, produciéndose una práctica de unidad obrero-estudiantil a través de la participación y colaboración de los estudiantes en las ollas populares que se realizaban frente a los ingenios cerrados, en actos y manifestaciones conjuntas con Fotia y otros gremios. Esta relación se fue profundizando hasta los estallidos de los años 69/70.

 

La confluencia popular
El ánimo venía caldeado en 1970. Fruto de la rebelión popular y la crisis creciente entre las propias clases dominantes, a partir de julio de ese año se produjo un recambio en la dictadura y Levingston asumió la presidencia de facto en reemplazo de Onganía. Desde abajo la lucha popular seguía empujando. Y el 29 de octubre comenzó el paro de Fatun (Federación Argentina del Trabajador de las Universidades Nacionales). Paralelamente, en el interior de la provincia, los obreros del ingenio San Pablo tomaban la fábrica y los ex trabajadores del ingenio Santa Lucía tomaban igual medida. En el marco de estos conflictos obreros se realizaban manifestaciones estudiantiles en el centro de la capital en defensa del comedor universitario. Los estudiantes secundarios tuvieron también un gran protagonismo. El colegio Gymnasium había sido tomado meses atrás provocando la renuncia de la interventora del establecimiento y en el mes de noviembre se tomó la Escuela de Comercio Nº 1 pidiendo la reincorporación de 150 estudiantes que habían sido suspendidos. La lucha triunfó y recibió el apoyo de otros colegios como el Nacional, la Normal y la Sarmiento, entre otros. También de gremios obreros y de los estudiantes universitarios.
 

 

El estallido
El 10 de noviembre, una masiva manifestación estudiantil es reprimida violentamente. Esto motiva la rápida respuesta popular. Movilizaciones, barricadas y concentraciones hacen suya la ciudad desbordando el control de las fuerzas de seguridad. Como en Córdoba, Rosario o Corrientes, el polvorín también estalló en el jardín de la República. La gran pueblada tuvo como epicentro la capital entre el 10 y el 13 de noviembre, adelantándose al tercer paro nacional decretado por 36 horas a partir del 12 por la CGT y la CGT de los Argentinos, al que adhirieron la Fotia, los demás gremios y los centros de estudiantes.
Este paro activo formaba parte de la tercera etapa del plan de acción de la CGT, en protesta contra la política económica del gobierno exigiendo mayores aumentos de sueldos para la clase trabajadora y en contra de las leyes represivas de la dictadura. Si bien el estallido se precipitó a raíz de la represión a la lucha estudiantil por la defensa de los comedores universitarios y las protestas salariales de los no-docentes, las protestas obreras en defensa de las fuentes de trabajo estuvieron en el centro de la escena, articulando en torno a él a los diferentes sectores sociales –campesinos, estudiantiles, profesionales, curas tercermundistas, o comerciantes, entre otros-. En simultáneo hubo importantes conflictos en otras provincias, particularmente en Santa Fe, Catamarca, Salta y Córdoba. La dictadura salió muy golpeada. Con lo cual no sólo se obligó a renunciar al rector de la UNT, sino que en febrero de 1971 debió dejar su cargo el gobernador Imbaud. Posteriormente, en 1972 se producirá una nueva pueblada conocida como el “Quintazo”.

 

Por el camino del Tucumanazo
El Tucumanazo, como el Cordobazo, pusieron en el centro de la escena política la unidad obrero estudiantil, dejando en el aire la dictadura de Onganía–Levingston-Lanusse, y abriendo un proceso en el movimiento obrero que permitió conquistar las leyes laborales más avanzada que conociera la Argentina y América Latina, logrando que el 50% del PBI fuera destinado a salarios; que los obreros en asambleas mediante su cuerpo de delegados, tomaran las decisiones en sus manos, rebasando las direcciones sindicales anquilosadas y recuperándolas de las manos de los traidores como fuera recuperado el Smata cordobés por la Lista Marrón encabezada por René Salamanca. Es esto lo que vino a barrer la dictadura de Videla–Viola, quiso ahogar en sangre el auge de luchas que se venía desarrollando.
A 40 años de aquella gesta histórica, las condiciones laborales de los trabajadores se han precarizado de manera alarmante. En particular los obreros azucareros son víctimas de la flexibilización laboral, donde la estabilidad es cada vez menor. El trabajo en negro y las empresas tercerizadas instalan regímenes esclavistas en la mayoría de las fábricas. Son cada vez menos los que pueden acceder a la tierra, y los ingenios azucareros han quedado concentrados en pocas manos. La desocupación castiga fuertemente a los pueblos del interior e inunda la periferia de las ciudades. Las políticas educativas de las últimas décadas expulsan a miles fuera de las Universidades cada año, con modelos ligados a las necesidades de los grandes monopolios y no del pueblo.
En medio de la crisis económica mundial, el gobierno de Cristina Kirchner definió con claridad qué camino tomar: el de descargar la crisis sobre la espalda de nuestro pueblo.
La clase obrera tucumana en 1970, estableció distintas modalidades para resistir a la crisis provincial -producida principalmente por el cierre de los ingenios azucareros- y unió en la lucha a diferentes clases y sectores. Hoy, la lucha de los autoconvocados de la salud retomó el camino de la elección de delegados en asambleas, que impusieron desde abajo a sus representantes haciendo temblar las estructuras sindicales burocráticas que hoy son parte del Estado. La lucha de los obreros de Kraft-Terrabusi, la de los obreros de Paraná Metal, y su confluencia con la oleada de luchas estudiantiles, vuelven a demostrar la vigencia de las enseñanzas de las puebladas como la del Tucumanazo. La clase obrera debe y puede ser el centro de un reagrupamiento que una a las fuerzas populares, antiimperialistas, democráticas y patrióticas, enfrentando a los enemigos del pueblo y la revolución abriendo paso a una segunda y definitiva independencia de la Argentina.