El empírico, en contraposición al doctrinario, insiste en considerar la realidad sólo a partir de su experiencia, despreciando la teoría. Este empirismo estrecho conduce inexorablemente al oportunismo político y al revisionismo.
El dogmático avanza tropezando, a cada paso, con una realidad que no puede ver con las anteojeras del dogma. Nada más lejos del marxismo que esta posición.
El empírico, en contraposición al doctrinario, insiste en considerar la realidad sólo a partir de su experiencia, despreciando la teoría. Este empirismo estrecho conduce inexorablemente al oportunismo político y al revisionismo.
El dogmático avanza tropezando, a cada paso, con una realidad que no puede ver con las anteojeras del dogma. Nada más lejos del marxismo que esta posición.
El marxismo no es un conjunto cerrado de dogmas que se aplican a contrapelo de la realidad. Es una guía para la acción. Y el empírico (que considera a la experiencia sensible como la única fuente de nuestros conocimientos) avanza a los tumbos, ciego, porque es incapaz de penetrar la esencia que se esconde tras la apariencia o la falsa apariencia de los hechos con los cuales choca. La filosofía del empírico es el eclecticismo que siempre analiza los distintos aspectos de las cosas, sin alcanzar jamás una definición científica de la esencia de ellas.
A la larga el dogmatismo y el empirismo coinciden: el dogmático explica cualquier realidad manteniendo los esquemas de su análisis aún contra los hechos. La historia del movimiento obrero y socialista internacional y la del movimiento obrero y socialista argentino abunda en ejemplos: Juan B. Justo fue un socialista que separó la práctica de la teoría, prisionero de un empirismo estrecho, para el cual el marxismo era un instrumento “inteligente” que servía para desenmascarar la explotación, pero que no tenía validez científica.
Victorio Codovilla y Rodolfo Ghioldi, fundadores del Partido Comunista, mantuvieron luego una adhesión formal a la teoría marxista, y la usaron para justificar una práctica, en ocasiones ruin. Así presentaron su apoyo al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, como una defensa del marxismo-leninismo cuando, en realidad, aquel había renunciado a los principios esenciales del marxismo-leninismo. Y, en definitiva, el codovilismo terminó siendo, en política, una variante moderna del justismo.