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18 de septiembre de 2013

En homenaje a Daniel Winer

La buena memoria

 En un artículo editorial de Tiempo Argentino de mayo del 2013, Eduardo Anguita hace referencia a un incidente producido el 14-7-2010 y lo reconstruye según los siguientes trazos. Ese día Guillermo Moreno fue a las oficinas de Papel Prensa porque había una audiencia con Daniel Aguirre, gerente de finanzas de esa empresa, para que éste respondiera por acusaciones de corrupción. El abogado de Aguirre le tira un par de trompadas a Guillermo Moreno, generando un incidente que llevó a suspender la audiencia. En una nota reciente en el programa televisivo 6-7-8, Moreno trae a referencia aquel incidente, remarcando que él había sido la víctima, que la agresión del abogado tuvo el objeto de postergar la audiencia, que poco después Miguel Ponce, presidente del CEI en el año 1974, le dijo que el abogado que lo había agredido era Soaje Pinto, jefe del comando Mazorca “de la Triple A”, comando que “secuestró y asesinó a Daniel Winer”. Anguita para escribir su editorial, llama a Ponce, quien le confirma que quedó azorado al darse cuenta que el abogado era Soaje Pinto y que ahora actuaba a las órdenes de Papel Prensa.
En la reconstrucción de los hechos, no sólo se presenta a Moreno en carácter de víctima del incidente, sino cómo Clarín y La Nación, que se adueñaron de Papel Prensa con la complicidad de la dictadura, mantenían a su servicio a asesinos fascistas y luego lo acusaban a él de agresivo. Anguita agrega un consejo al gobierno: la necesidad de cambiar la forma de comunicar de Guillermo Moreno, haciendo caer de su peso que si topándose con un asesino fascista queda confuso quién es el agresor, en el caso de darse crédito a su versión, algo falla en la trasmisión del mensaje en el secretario. La preocupación mayor de Anguita es ¡que este es el hombre que debe hacer creíbles a los Cedin!
El objeto de esta nota no es analizar quién agredió a quién en aquel incidente, ni mucho menos recomendar a Moreno cómo cambiar su forma de comunicación para hacer creíbles los Cedin, el curso de los cuales responderá a leyes más rígidas. Tampoco tenemos nosotros elementos para asegurar si Soaje Pinto comandaba el grupo Mazorca. Pero sí señalar que esta versión es un nuevo aval a nuestra apreciación de que el grupo Mazorca formaba parte de los grupos golpistas fascistas y prorrusos que lograron imponer la dictadura genocida, en la que predominaron los sectores afines al correctamente caracterizado como socialimperialismo ruso (socialista de palabra e imperialista de hecho), uno de cuyos negociados fue el de Papel Prensa. Vale recordar, que por señalar estas cosas el editorialista y alma mater de La Nación de aquellos años nos tildó de estar borrachos de vodka. 
Miguel Ponce enfrentó las medidas represivas en la UBA y solidariamente declaró en el juicio iniciado por el asesinato de nuestro compañero Daniel Winer. Allí aportó lo que el decano, ingeniero Roulet, desplazado por el ottalaganismo, le había dicho a él involucrando a Soaje Pinto. Cabe decir, que tanto Ponce como Anguita, cuya familia sufrió en forma encarnizada la represión durante la dictadura, consideran que la única banda fascista que operaba en aquel momento era la que comandaba López Rega (la Triple A). Esta banda la creó Perón luego del asesinato de Rucci, e Isabel Perón la mantuvo para enfrentar al terrorismo urbano. 
Sin embargo, bandas fascistas hubo varias, con distintos centros de dirección. Su primera aparición fue con el secuestro de Martins y Centeno en 1970. Una de esas bandas fascistas fue La Mazorca, al parecer constituida al único efecto del asesinato de Daniel Winer, y de la que ya en 1974 planteamos que respondía a los golpistas prorrusos. 
Es propio de los gobiernos de burguesía nacional armar brigadas fascistas que usan métodos represivos y antipopulares para sostener su poder. Ya lo había hecho Perón en sus primeros gobiernos, y también lo conocimos en otros gobiernos que resistieron al imperialismo en el mundo. Esto no podía confundirnos sobre cuál era el enemigo y el peligro principal. La Nación y Clarín agitaban contra el gobierno de Perón y de Isabel el accionar de esta banda asesina, no por asesina, ya que en sus páginas reclamaban mano dura contra los soviets de fábrica y los desbordes estudiantiles en la universidad, sino porque ellos buscaban que cayera el gobierno constitucional para imponer una dictadura abierta, como lo lograron. 
 
El secuestro y asesinato 
de Daniel Winer
El gobierno de Isabel había decidido en setiembre cerrar la UBA para imponer como rector “normalizador” a Ottalagano, quien venía a reemplazar a todos los decanos del período camporista e intervenir los centros de estudiantes. Frente a esta medida la Fulnba (FUBA), con la dirección de la JUP, decidió pasar a la clandestinidad, con el argumento de que para recuperar las condiciones de legalidad era necesario cambiar el gobierno. Así, abandonaron la organización de los centros de estudiantes, sumando de hecho consenso en la masa universitaria a favor del golpe. Esto expresó la fractura que ya se había producido cuando Perón echó a los Montoneros de la Plaza y éstos comenzaron a enfrentarlo como enemigo. 
Cuando se reabrieron algunas facultades, estaba impuesto un régimen de terror, con bandas de celadores con poder policial que recorrían pasillos y aulas. 
La decisión política de los comunistas revolucionarios en la UBA fue enfrentar el cierre y la intervención ottalaganista, entendiendo que expresaban el carácter dual del gobierno: por un lado resistía a los imperialismos y por otro se apoyaba en sectores de derecha y tomaba medidas antipopulares. Señalamos ya que el principal peligro para las libertades democráticas provenía de la conjura golpista y enfrentamos con las masas la política de abandonar los centros y la lucha democrática dentro del gobierno constitucional, política adoptada por la JUP y apoyada por el MOR (PC).
Desde el 1º de julio, día de la muerte de Perón, por un lado, los sectores prorrusos querían mantener el control del Ministerio de Economía con Gelbard y del comando en jefe del ejército, por su parte, los yanquis iban cerrando el cerco de golpes a su favor en Latinoamérica y presionaban al gobierno. 
Todos los sectores imperialistas y reaccionarios reclamaban poner en caja a las masas y los avances en la Universidad, donde se había logrado el ingreso irrestricto, la evaluación estudiantil docente grupal, y cambios de contenido como (para focalizar en Ingeniería de la UBA), el desarrollo de las especialidades en petróleo como recurso nacional, ferroviaria y naval, para una industrialización independiente y no deformada por el imperialismo. 
En noviembre de 1974, nuestro Comité Central, en una definición histórica, señala que la Argentina se había dividido en dos trincheras: de un lado, diversas fuerzas golpistas pugnaban por tumbar al gobierno e imponer una dictadura fascista, entre las cuales eran particularmente activas las fuerzas prorrusas; por otro lado, la mayoría de la clase obrera y el pueblo que enfrentaba la conjura golpista y defendería al gobierno de Isabel frente al golpe de Estado.
En la Universidad, el régimen de terror de los celadores de Ottalagano, de una parte, y la convocatoria de la dirección de los centros a pasar a la clandestinidad y tumbar al gobierno, por la otra, conformaban una pinza. Nuestra posición era entrar a nuestros cursos pegados a los compañeros y desde allí ir tomando las medidas para retomar el funcionamiento de los centros de estudiantes. 
Daniel Winer era el secretario gremial del Centro de Estudiantes de Ingeniería, uno de los pocos dirigentes de Centro que concurría a las facultades. De acuerdo a como se reconstruyeron los hechos, el día de su secuestro, Daniel había concurrido a la Facultad de Ingeniería a rendir un examen. En algún descuido es secuestrado por un grupo de “celadores” y es sacado de la Facultad por pasillos y túneles no transitados. Pese a la denuncia que se hizo, Daniel no aparece. Su cadáver baleado es tirado en un descampado el 29 de noviembre de 1974.
Su asesinato buscaba mostrar que era impracticable el camino de la lucha democrática y el reagrupamiento de los centros de estudiantes para mantener las conquistas logradas y ampliarlas en la lucha contra las fuerzas golpistas, sin dejar pasar las medidas reaccionarias del gobierno, que en vez de neutralizar el golpe lo facilitaban con este tipo de medidas. El asesinato de Daniel buscaba que cambiemos el blanco de ataque para sumar la lucha universitaria al coro golpista. Valientemente, los camaradas de Ingeniería inundaron la Facultad de volantes denunciando el asesinato y lo vincularon a la conjura golpista. 
Pocas semanas después, Ottalagano y sus celadores se irían odiados por la gran masa universitaria, serían cambiados por nuevos funcionarios. Pero el daño provocado en la Universidad fue inmenso, contribuyendo enormemente al clima de golpe de Estado. La masa estudiantil quedó neutralizada, no pudo ser ganada combativamente contra el golpe en ciernes. Por éste y otros motivos el golpe triunfó. 
Pero la dictadura no pudo contar con el apoyo de la masa universitaria, como ocurrió en 1955 y en otros países y circunstancias. Si esto fue así, fue principalmente por nuestra posición de encabezar la lucha por reivindicaciones que trastocaron la universidad de las clases dominantes y de haber puesto luego el eje de la defensa de las mismas y de la lucha democrática con blanco en los golpistas, de la que Daniel Winer es mártir y ejemplo imborrable. Esta fue una contribución decisiva para que la dictadura naciera huérfana de apoyo universitario y a partir de allí para la lucha por la resistencia y para enfrentar el terror dictatorial. Sólo las fuerzas colaboracionistas, como el PC y FJC, se animaron a defender a las autoridades universitarias dictatoriales, festejando, por ejemplo, el día de la primavera en 1976 en la Ciudad Universitaria, en plena orgía de sangre genocida y huérfanos de la masa estudiantil. 
Ya en 1977, se vertebró la comisión universitaria por los derechos humanos, enlazada con el primer grupo de Madres de la Plaza. En 1978, grandes movilizaciones junto a la Iglesia Católica trabaron la guerra con Chile. En 1979, el movimiento obrero realizó su primer paro general. Fue esta resistencia la que hizo que la dictadura se derrumbara en 1982.
 
Sobre el grupo Mazorca
A pocos días de que nuestro Comité Central determinara la posición antigolpista se producía el asesinato infame de Daniel Winer. Se lo atribuía un grupo inexistente hasta entonces y que nunca más volvería a operar o firmar un atentado: La Mazorca. 
Dado el régimen que existía en la Facultad, donde el control de los movimientos era absoluto, había zonas restringidas, los pasillos eran controlados milimétricamente por “los celadores”, ya se habían producido diversos incidentes en los que “los celadores” habían llevado a ámbitos “restringidos” a estudiantes y delegados para apretarlos, era imposible el secuestro de una persona sin la complicidad del equipo de celadores. Diversos testimonios, a su vez, lo confirmaban.
Nosotros, en aquel momento, accedimos a la lista de “celadores” que trabajaban en la Facultad, entre los que figuraba Jaime Lemos, de quien se decía que era el cerebro que los dirigía y que fue quien introdujo a Ottalagano. A su vez, figuraba Domingo Sofrá, quien fuera afiliado a la FJC y al PC revisionista, dedicado posteriormente a organizar el Movimiento Popular Argentino, y quien luego estuvo infiltrado en el PCR, siendo expulsado en el año 1968, pasando después al Partido Laborista, donde impulsó un frente de centro izquierda y terminó integrando finalmente las listas de Ezequiel Martínez (candidato del dictador Lanusse), en marzo de 1973, para transformarse por fin en un “peronista ortodoxo” e integrante de este grupo de “celadores”. Además, estos dos “celadores” estaban vinculados a Adolfo Oscar Medaglia, quien fuera dirigente comunista en la década del treinta, con el seudónimo de Morales, posteriormente combatiente destacado de la guerra civil española. Al regreso al país, pasó a ser un hombre fundamental del aparato “codovillista”, acompañando la degeneración y trasformación de ese aparato en un instrumento del socialimperialismo soviético. Los tres integran una agrupación “peronista ortodoxa” llamada “17 de Octubre” en UPCN, seccional del Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados. 
Por lo tanto, teníamos elementos fundados para pensar que nos golpeaba el sector más activo del golpismo de esos momentos que eran los sectores prorrusos. 
En aquellos momentos, Cuba mantenía gran parte del prestigio ganado en la Revolución, pese a su traición al movimiento obrero, y muchos luchadores populares seguían viendo a la URSS como una aliada y enfrentaban al gobierno de Isabel como el enemigo, ya sea por influencia directa de esa superpotencia, como de cierta dirigencia que ya había traicionado al Che en América Latina y fogoneaba esa línea de subordinación al socialimperialismo. Estaban los que luego colaboraron activamente con la dictadura, como el PC, mientras otros, al reconocer su carácter, enfrentaron a la dictadura pero quedaron desconcertados cuando vieron el apoyo de los rusos a la misma. El fenómeno fue negado sistemáticamente por Clarín y La Nación, quienes fueron cómplices del genocidio y de favorecer el predominio ruso. 
El predominio ruso se mantuvo en la Argentina hasta 1991, cuando, junto con la traición de Menem al programa del Frejupo y a la valoración de que ante la implosión de la URSS no quedaba más que subordinarse a los yanquis, pasaron éstos y sus aliados europeos atlantistas a predominar en la Argentina. 
Hoy, que una nueva hegemonía encabezada por el kirchnerismo disputa a los yanquis el predominio en la Argentina, las fuerzas que estaban tras la ex URSS se han dividido. El eje estratégico de la nueva hegemonía es la alianza con China como potencia en ascenso, también con Europa (incluida Rusia) y Brasil. Las fuerzas que se alineaban detrás de la ex URSS se han dividido entre las que apoyan al gobierno K, como los cuatro partidos del Credicoop de Heller (PC, PC Congreso Extraordinario, Partido Solidario, Nuevo Encuentro), y las que se oponen al gobierno K, como el grupo Clarín. Por ello, es importante restablecer los hechos históricos, para no confundirnos.
Si ayer el asesinato de Daniel no nos llevó a cambiar el blanco y, por el contrario, forjó el temple para enfrentar al golpe y luego a la dictadura más nefasta y genocida de nuestra historia, tampoco nos vamos a confundir hoy, en que el principal peligro para el pueblo y la patria es la política K que expresa esta nueva hegemonía, a la que buscaremos torcerle el brazo, reagrupando en esta dirección a las fuerzas populares y antiimperialistas, cerrándole el paso a las otras derechas, como la que expresan quienes controlan Papel Prensa con quienes tenemos deudas de sangre, que no cejaremos en que sean pagadas, pero no los confundimos con sus periodistas, como hace el secretario Moreno.