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28 de mayo de 2019

Vendió droga, fue presa y ahora brinda apoyo escolar

“En la CCC encontré la posibilidad de ayudar”

Reproducimos extractos de una nota realizada a la compañera Cecilia Soto, de la CCC de Neuquén, en lmneuquen.com.ar

Cecilia Soto contó su historia a LM Neuquén, en su casa del barrio Sapere donde vive desde fines de enero de 2017 tras pasar cinco años en prisión por venta de estupefacientes en una organización de narcotráfico que operaba en la región.
A los 32 años, intenta reconstruir su vida junto a su marido –quien también estuvo preso por la misma causa– y a su hijo de 12, alejada de las drogas que comenzó a consumir desde muy chica, enfocada en terminar la escuela secundaria en el colegio Santa Teresa de Jesús y ayudando con las tareas escolares a los chicos del barrio. Cuando termine el secundario quiere hacer una carrera vinculada a la asistencia social o como ayudante terapéutico.

Su relación con las adicciones empezó a los 11 años con poxiran. Se había puesto de novia con un chico de un hogar de menores que le hizo probar. Después llegó la marihuana y a los 15 comenzó con la cocaína. “Eso cambia la vida de cualquier pibe, no disfruté la adolescencia. Cuando volvía a mi casa drogada, mi mamá me golpeaba, era difícil para ella verme así porque ninguna de mis hermanas estaba en esa”, dice.

Sin plata, sin perspectivas de presente, y menos de futuro, y con la necesidad de consumir cada vez más, entró en la venta “para tener plata y así consumir más”. “Con el tiempo, ya no era vender bagullos (bolsitas de pocas cantidades) de cocaína, sino vender de a muchos kilos”, cuenta.

Prefiere no hablar de su accionar dentro de la organización narco por el cual estuvo presa –actualmente tiene libertad condicional– en las prisiones de la U13 de Santa Rosa, La Pampa, y U16 de Neuquén.

A los 20 años tuvo a su hijo Gastón, a quien ahora le vuelca todo el amor y dedicación que no pudo entregarle cuando estaba inmersa en ese infierno de drogas y dinero. Cuando salió en libertad, a fines de enero de 2017, Cecilia se reencontró con su marido, quien había cumplido su condena en septiembre del año anterior.

“Lo más difícil de estar presa era no poder ver a mi hijo, a veces lo veía una vez por mes, otras veces pasaban dos o tres meses sin verlo. Estuve en tratamiento psiquiátrico porque me cortaba los brazos y el resto del cuerpo. Era de insultar, de romper todo”.

Una vez en libertad, la incertidumbre se apoderó de ella: “No sabía qué iba a hacer sin plata, acostumbrada de tenerla toda”. Empezó a preparar empanadas y viandas para vender por las casas hasta que un día conoció a integrantes de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y se sumó a las actividades barriales, entre ellos el proyecto “Ni un pibe menos por la droga” que, a través de talleres y deportes, aborda la problemática de las adicciones desde la prevención.
Todos los días a la mañana y a la tarde, Cecilia abre las puertas de su casa para los chicos que necesitan una ayuda escolar. “Junto con mi hermana los ayudamos durante algo más de dos horas con las tareas del colegio y les damos un vaso de leche.

“Son entre siete y ocho chicos que provienen de familias en riesgo o con muchas necesidades”. Señala los dibujos y regalos que le hacen los chicos que acuden al apoyo escolar y las familias. “Eso me reconforta porque saben quién fui y quién soy hoy, y se nota que trato bien a esos chicos.

“Con mi participación en la CCC encontré la posibilidad de ayudar y ayudarme a mí también en esta nueva vida”.

Hoy N° 1768 28/05/2019