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11 de noviembre de 2010

En la década Infame

Documentos del PCR / tomo 6

Pese al amplio apoyo popu­lar y al nuevo auge de luchas anti­im­pe­ria­lis­tas en toda Latinoamérica –entre las que se des­ta­ca­rá la de Andino en Nicaragua– el nuevo gobier­no de Yrigoyen se deba­tió en la impo­ten­cia de su polí­ti­ca refor­mis­ta, no yendo a fondo con­tra la oli­gar­quía y el impe­ria­lis­mo. Estos apro­ve­cha­rían las difi­cul­ta­des crea­das por la cri­sis capi­ta­lis­ta mun­dial de 1929, para pasar abier­ta­men­te a la cons­pi­ra­ción que cul­mi­na con el golpe de Estado del 6 de setiem­bre de 1930. Se ini­cia así la lla­ma­da déca­da infa­me, que se pro­lon­gó hasta 1943.
En el golpe del 6 de setiem­bre de 1930 coin­ci­die­ron dis­tin­tos sec­to­res proim­pe­ria­lis­tas, tanto pro­yan­quis y pro­a­le­ma­nes como pro­fran­ce­ses y proin­gle­ses. Pero estos últi­mos rápi­da­men­te logra­rían impo­ner su hege­mo­nía en el seno de la dic­ta­du­ra, con­cor­dan­do con el pre­do­mi­nio que tenía enton­ces el impe­ria­lis­mo inglés sobre la eco­no­mía y la socie­dad argen­ti­na. Predominio cuya base esta­ba en la alian­za con los terra­te­nien­tes gana­de­ros, que tenían en Inglaterra su prin­ci­pal com­pra­dor. Esto se gra­fi­có con la firma del Pacto Roca-Runciman en 1933.
La hege­mo­nía de los sec­to­res proin­gle­ses se daba en el marco de una reno­va­da dis­pu­ta de pro­a­le­ma­nes y pro­fran­ce­ses, que tam­bién se vie­ron favo­re­ci­dos por los gobier­nos entre­guis­tas de Justo, Ortiz y Castillo. Y hacia fina­les de la déca­da aumen­tan sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te las inver­sio­nes nor­te­ame­ri­ca­nas.
Distinta era la situa­ción en el resto de América Latina, donde ya el impe­ria­lis­mo yan­qui había logra­do impo­ner su hege­mo­nía, tam­bién en aguda dis­pu­ta con ingle­ses y ale­ma­nes, como lo mos­tró en par­ti­cu­lar la gue­rra del Chaco –de 1932 a 1935–, en la que los pue­blos her­ma­nos de Bolivia y Paraguay fue­ron uti­li­za­dos como carne de cañón para diri­mir el con­flic­to por la región entre las poten­cias impe­ria­lis­tas.
Pese al frau­de elec­to­ral y a la repre­sión poli­cial, con la tris­te­men­te céle­bre Sección Especial, el movi­mien­to obre­ro, cam­pe­si­no y popu­lar ini­cia un nuevo auge de media­dos de la déca­da del trein­ta.
Al calor de la lucha avan­za la orga­ni­za­ción del movi­mien­to obre­ro a tra­vés de los sin­di­ca­tos por rama de la pro­duc­ción, supe­ran­do los vie­jos gre­mios por ofi­cio, como es el des­ta­ca­do caso de la Federación Obrera Nacional de la Construcción, FONC, en cuyo desa­rro­llo y fuer­za inci­die­ron deci­si­va­men­te los prin­ci­pios del cla­sis­mo revo­lu­cio­na­rio y anti­im­pe­ria­lis­ta, que impul­só en esos años el toda­vía Partido Comunista de la Argentina. Con una orien­ta­ción seme­jan­te se desa­rro­llan otros sin­di­ca­tos y fede­ra­cio­nes de la indus­tria, como los cer­ve­ce­ros, obre­ros de la carne, ali­men­ta­ción, made­ra, meta­lúr­gi­cos, del ves­ti­do, del cal­za­do. etc.
La pro­lon­ga­da huel­ga de la cons­truc­ción de fines de 1935, que con­ci­tó la gran huel­ga de soli­da­ri­dad de enero de 1936, dio nue­vos bríos a las luchas obre­ras y popu­la­res, entre las que se des­ta­ca la lucha de los cam­pe­si­nos algo­do­ne­ros del Chaco con­tra Bunge y Born y Anderson Clayton.
En este marco se orga­ni­za el movi­mien­to anti­fas­cis­ta, que da lugar por pri­me­ra vez a una mani­fes­ta­ción con­jun­ta de la CGT con los par­ti­dos polí­ti­cos opues­tos al gobier­no de Justo, el lº de Mayo de 1936. Ya par­tir de julio de 1936, con el ini­cio de la gue­rra civil espa­ño­la, se desa­rro­lla­rá en par­ti­cu­lar el movi­mien­to de soli­da­ri­dad con la República, que inclu­yó el envío de bri­ga­das para su defen­sa fren­te al levan­ta­mien­to fran­quis­ta, que con­ta­ba con el apoyo abier­to de los gobier­nos fas­cis­tas de Alemania e Italia.
En todas estas luchas juega un papel deci­si­vo el Partido Comunista, que a tra­vés de la abne­ga­da labor de sus mili­tan­tes marca un hito en las glo­rio­sas tra­di­cio­nes de lucha del movi­mien­to comu­nis­ta argen­ti­no.
En setiem­bre de 1939 se ini­cia la Segunda Guerra Mundial impe­ria­lis­ta. El debi­li­ta­mien­to tem­po­ral de Inglaterra, por la ofen­si­va de la Alemania nazi inci­dió sobre la situa­ción argen­ti­na. Se vie­ron afec­ta­das las posi­cio­nes de los prin­ci­pa­les opre­so­res de la Nación Argentina. A la vez, las inver­sio­nes ale­ma­nas hacían cre­cer la inten­ción nazi de adue­ñar­se de nues­tro país. Estados Unidos entró en la gue­rra dos años más tarde. A par­tir de enton­ces pre­sio­nó en dis­tin­tos terre­nos, aun­que sin éxito, para lograr el apoyo acti­vo de nues­tro país. Todo esto alen­tó, duran­te este perío­do, un cier­to espí­ri­tu de inde­pen­den­cia de la bur­gue­sía nacio­nal, par­ti­cu­lar­men­te res­pec­to del impe­ria­lis­mo inglés.
Con la agre­sión de Alemania a la URSS (en ese enton­ces toda­vía bajo la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do), la gue­rra inte­rim­pe­ria­lis­ta se trans­for­mó en una gue­rra mun­dial anti­fas­cis­ta, en la que se fun­dió la defen­sa del pri­mer país socia­lis­ta con la lucha libe­ra­do­ra de los pue­blos opri­mi­dos por el nazis­mo ale­mán, el mili­ta­ris­mo japo­nés y el fas­cis­mo ita­lia­no. El impe­ria­lis­mo nazi­fas­cis­ta se con­vir­tió en el ene­mi­go prin­ci­pal del pro­le­ta­ria­do a esca­la mun­dial. Fue justo con­si­de­rar­lo así mun­dial­men­te y esto no era anta­gó­ni­co con los inte­re­ses libe­ra­do­res de la revo­lu­ción argen­ti­na.
Dada la nueva situa­ción nacio­nal e inter­na­cio­nal la clase obre­ra argen­ti­na podía impul­sar bajo su direc­ción un fren­te anti­fas­cis­ta, anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­o­li­gár­qui­co que, pro­mo­vien­do las luchas popu­la­res, atra­je­ra a la bur­gue­sía nacio­nal y colo­ca­se al país junto a la coa­li­ción anti­fas­cis­ta. Pero la línea erró­nea del PC limi­tó mucho el apor­te argen­ti­no a la coa­li­ción anti­fas­cis­ta e hizo per­der inde­pen­den­cia al pro­le­ta­ria­do, al subor­di­nar su polí­ti­ca a la alian­za con los impe­ria­lis­tas anglo­yan­quis y con los sec­to­res libe­ra­les de los terra­te­nien­tes. En estas con­di­cio­nes y apro­ve­chan­do la debi­li­dad momen­tá­nea de los dis­tin­tos sec­to­res, impe­ria­lis­tas, la bur­gue­sía nacio­nal pasó a hege­mo­ni­zar un fren­te nacio­na­lis­ta bur­gués que logró ganar una gran base de masas.