Pese al amplio apoyo popular y al nuevo auge de luchas antiimperialistas en toda Latinoamérica –entre las que se destacará la de Andino en Nicaragua– el nuevo gobierno de Yrigoyen se debatió en la impotencia de su política reformista, no yendo a fondo contra la oligarquía y el imperialismo. Estos aprovecharían las dificultades creadas por la crisis capitalista mundial de 1929, para pasar abiertamente a la conspiración que culmina con el golpe de Estado del 6 de setiembre de 1930. Se inicia así la llamada década infame, que se prolongó hasta 1943.
En el golpe del 6 de setiembre de 1930 coincidieron distintos sectores proimperialistas, tanto proyanquis y proalemanes como profranceses y proingleses. Pero estos últimos rápidamente lograrían imponer su hegemonía en el seno de la dictadura, concordando con el predominio que tenía entonces el imperialismo inglés sobre la economía y la sociedad argentina. Predominio cuya base estaba en la alianza con los terratenientes ganaderos, que tenían en Inglaterra su principal comprador. Esto se graficó con la firma del Pacto Roca-Runciman en 1933.
La hegemonía de los sectores proingleses se daba en el marco de una renovada disputa de proalemanes y profranceses, que también se vieron favorecidos por los gobiernos entreguistas de Justo, Ortiz y Castillo. Y hacia finales de la década aumentan significativamente las inversiones norteamericanas.
Distinta era la situación en el resto de América Latina, donde ya el imperialismo yanqui había logrado imponer su hegemonía, también en aguda disputa con ingleses y alemanes, como lo mostró en particular la guerra del Chaco –de 1932 a 1935–, en la que los pueblos hermanos de Bolivia y Paraguay fueron utilizados como carne de cañón para dirimir el conflicto por la región entre las potencias imperialistas.
Pese al fraude electoral y a la represión policial, con la tristemente célebre Sección Especial, el movimiento obrero, campesino y popular inicia un nuevo auge de mediados de la década del treinta.
Al calor de la lucha avanza la organización del movimiento obrero a través de los sindicatos por rama de la producción, superando los viejos gremios por oficio, como es el destacado caso de la Federación Obrera Nacional de la Construcción, FONC, en cuyo desarrollo y fuerza incidieron decisivamente los principios del clasismo revolucionario y antiimperialista, que impulsó en esos años el todavía Partido Comunista de la Argentina. Con una orientación semejante se desarrollan otros sindicatos y federaciones de la industria, como los cerveceros, obreros de la carne, alimentación, madera, metalúrgicos, del vestido, del calzado. etc.
La prolongada huelga de la construcción de fines de 1935, que concitó la gran huelga de solidaridad de enero de 1936, dio nuevos bríos a las luchas obreras y populares, entre las que se destaca la lucha de los campesinos algodoneros del Chaco contra Bunge y Born y Anderson Clayton.
En este marco se organiza el movimiento antifascista, que da lugar por primera vez a una manifestación conjunta de la CGT con los partidos políticos opuestos al gobierno de Justo, el lº de Mayo de 1936. Ya partir de julio de 1936, con el inicio de la guerra civil española, se desarrollará en particular el movimiento de solidaridad con la República, que incluyó el envío de brigadas para su defensa frente al levantamiento franquista, que contaba con el apoyo abierto de los gobiernos fascistas de Alemania e Italia.
En todas estas luchas juega un papel decisivo el Partido Comunista, que a través de la abnegada labor de sus militantes marca un hito en las gloriosas tradiciones de lucha del movimiento comunista argentino.
En setiembre de 1939 se inicia la Segunda Guerra Mundial imperialista. El debilitamiento temporal de Inglaterra, por la ofensiva de la Alemania nazi incidió sobre la situación argentina. Se vieron afectadas las posiciones de los principales opresores de la Nación Argentina. A la vez, las inversiones alemanas hacían crecer la intención nazi de adueñarse de nuestro país. Estados Unidos entró en la guerra dos años más tarde. A partir de entonces presionó en distintos terrenos, aunque sin éxito, para lograr el apoyo activo de nuestro país. Todo esto alentó, durante este período, un cierto espíritu de independencia de la burguesía nacional, particularmente respecto del imperialismo inglés.
Con la agresión de Alemania a la URSS (en ese entonces todavía bajo la dictadura del proletariado), la guerra interimperialista se transformó en una guerra mundial antifascista, en la que se fundió la defensa del primer país socialista con la lucha liberadora de los pueblos oprimidos por el nazismo alemán, el militarismo japonés y el fascismo italiano. El imperialismo nazifascista se convirtió en el enemigo principal del proletariado a escala mundial. Fue justo considerarlo así mundialmente y esto no era antagónico con los intereses liberadores de la revolución argentina.
Dada la nueva situación nacional e internacional la clase obrera argentina podía impulsar bajo su dirección un frente antifascista, antiimperialista y antioligárquico que, promoviendo las luchas populares, atrajera a la burguesía nacional y colocase al país junto a la coalición antifascista. Pero la línea errónea del PC limitó mucho el aporte argentino a la coalición antifascista e hizo perder independencia al proletariado, al subordinar su política a la alianza con los imperialistas angloyanquis y con los sectores liberales de los terratenientes. En estas condiciones y aprovechando la debilidad momentánea de los distintos sectores, imperialistas, la burguesía nacional pasó a hegemonizar un frente nacionalista burgués que logró ganar una gran base de masas.