La circunstancia de que un partido del proletariado deba participar activamente en una elección o campaña electoral, y que ello sea útil para la lucha revolucionaria, interpretando correctamente las posibilidades de un momento político dado, no nos hace olvidar las limitaciones y pantanos proscriptivos que el sistema electoral tiene, para garantizar en última instancia la continuidad del Estado. Esto en nuestro país se nota desde el inicio, con una claridad meridiana.
La circunstancia de que un partido del proletariado deba participar activamente en una elección o campaña electoral, y que ello sea útil para la lucha revolucionaria, interpretando correctamente las posibilidades de un momento político dado, no nos hace olvidar las limitaciones y pantanos proscriptivos que el sistema electoral tiene, para garantizar en última instancia la continuidad del Estado. Esto en nuestro país se nota desde el inicio, con una claridad meridiana.
Alberdi, que en su edad madura tuvo una actitud digna contra la guerra y el genocidio del pueblo paraguayo, en los momentos cercanos a la Constitución de 1853, es decir cuando era un intelectual que exponía las formas filosóficas y legales del texto de la Constitución, con absoluta claridad teorizó la proscripción de las masas populares en la determinación de la vida política. Escribió en Sistema económico y rentístico, en 1854: “Alejar el sufragio de manos de la ignorancia y de la indigencia es asegurar la pureza y el acierto de su ejercicio”.
Mayor claridad imposible, el voto quedaba reservado a los cultos y propietarios, en el pensamiento de Alberdi de ese momento histórico. Esto explica por qué los sistemas electorales quedaron fuera de la constitución y se fueron resolviendo mediante leyes, a medida que las clases dominantes construían su hegemonía política, manipulando y cambiando los sistemas según sus necesidades de permanencia política. Cuando cedieron algo, fue para salvar la continuidad del Estado.
Con este pensamiento filosófico, las élites intelectuales y los terratenientes miraron la sociedad como una pirámide en cuya cúspide superior, una elite autolegitimada dirige, conduce, gobierna, y en última instancia explota al conjunto de la sociedad.
Las libertades civiles de la constitución, o sea la libertad de comercio, de culto, de educación, de familia, de propiedad, etc., estaban destinadas a la integración de la Argentina con Europa, pero no tenían correlato con las libertades políticas, que quedaron fuera del alcance de las masas desde el inicio, y fueron usurpadas por las clases dominantes, para garantizar la continuidad de su poder. Nuevamente el poder nace del fusil; quienes tenían los triunfos militares y sus ejércitos organizaron el país bajo su dirección.
Sólo una revolución como la que propone el Programa de nuestro partido, puede garantizar una democracia directa y un protagonismo de las masas populares en la política y en el gobierno, realizando las tareas que se corresponden con la etapa.