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08 de mayo de 2020

Enseñar y aprender en aislamiento

Guillermo Volkind, licenciado en Educación, psicólogo social y docente, aborda en esta nota publicada en la revista La Marea digital sobre el impacto que provoca el aislamiento físico en la comunicación, el aprendizaje y la salud mental.

Crujen las nociones de tiempo y espacio en el ámbito educativo

¿Dónde estamos? ¿Qué hora es? Es probable que a lo largo de este mes de confinamiento nos hayamos preguntado si ya hicimos algo que antes lo resolvíamos automáticamente, o por qué llegó la noche y el tiempo se escurrió, o quizás qué otra cosa pude haber hecho aparte de estar conectado a pantallas. Los espacios diferenciados están cerrados, quedan dentro del campo de la amenaza. La vivienda contiene la totalidad de los espacios antes discriminados, todo converge en el mismo sitio, trabajo, estudio, esparcimiento, alimentación, descanso. Es múltiple para todos los convivientes. Tiempo y espacio son nociones que sufrieron un gran impacto, cuyos efectos son asimilables a los que produce un importante golpe en el cráneo. Genera una gran conmoción que aturde y desorienta durante un largo período.

Desde que nacemos hacemos un gran trabajo por acompasar nuestra vida y experiencias a diferenciar noche de día, luz de oscuridad. Nuestro funcionamiento metabólico necesita de esa discriminación. El mundo y sus actividades se organizan, y nosotros con el mundo. Los hábitos son imprescindibles para sostener ese ritmo. Las instituciones cumplen un papel significativo en esta elaboración. Establecen lugares, horarios, rutinas. Esa organización externa se va internalizando, generando organizadores internos, ayudados, sostenidos, por los externos. Vamos adecuando nuestro cuerpo, nuestras emociones, pensamientos, a esas demandas. Las características de las instituciones se reflejan en el comportamiento de los sujetos.

La institución educativa es la primera, en general, a la que ingresamos después de la familiar. Es la que comienza a establecer parámetros, referencias, para una gran cantidad de actividades. Marca diferencias de espacios, tiempos, actividades con respecto a las del ámbito familiar. La escuela establece qué actividad se desarrolla en cada espacio. Diferencia trabajo y juego y qué tiempo y lugar se destina a cada uno. Ordena una secuencia. Cada uno tiene su tarea. Aula, patio y dirección son más que nombres. La comunicación adquiere un diseño específico. La escuela es lugar de encuentro, de pares y diferentes. Asigna roles y tareas. Está llena de hábitos, rituales y rutinas, olores, sonidos que ayudan a instalar un funcionamiento articulado entre uno y los otros. Nos vamos configurando en relación con el mundo y para eso, estos indicadores son fundamentales. Es tal su importancia, que también opera sobre las familias. El calendario escolar organiza más de una actividad en el país, marca el pulso incluso, de actividades productivas.

Hoy, el edificio de la escuela está cerrado (salvo algunas para distribuir alimentos). Quedó dentro del espacio amenazador, del peligro, donde puede diseminarse más el virus, el que hay que evitar no se sabe hasta cuándo, lo que lo hace aún más angustiante. Sin embargo, el Estado decidió, después de la de la salud, que fuera la institución que siguiera trabajando, para “garantizar la continuidad pedagógica”. Sin edificio, sin rutinas, sin campanas ni timbres, sin encuentros, no hay continuidad. La educación se pone de manifiesto principalmente por el trabajo de docentes, con auxilio de familias (en caso de que hubiera condiciones para eso), siempre y cuando no se sumen el hambre o la escasez o una conexión defectuosa.

El trabajo pedagógico se “instala” en el espacio múltiple de la vivienda (con todos los rasgos diferentes que puede incluir la palabra vivienda) Espacio también de angustias y temores. ¿Cómo se sostiene entonces?

 

SIN CUERPOS Y EN OTRO ESPACIO ES OTRA PROPUESTA

El rol de la tecnología

Esta pandemia se desarrolla en un tiempo caracterizado por un gran desarrollo de la tecnología digital. Más allá de apologistas y detractores, es innegable lo beneficioso que significa contar con un sistema sofisticado de comunicación e información. Teniendo en cuenta esto, quizás al Aislamiento debiéramos denominarlo físico y no social ya que la virtualidad permite sostener ciertas formas de interacción, tan necesarias y útiles en este momento.

También es preciso señalar que la posesión y uso de la tecnología, pone de manifiesto la misma segmentación social que otros beneficios y derechos. No todos acceden. Su uso y calidad es otro rasgo de una sociedad  estratificada, dividida en clases. Como en otras concentraciones económicas y de poder, el servicio, la administración y la acumulación de información está en manos de unos pocos con dominio sobre todos. Esto nos coloca fundamentalmente en la situación de usuarios, con las condiciones que imponen los proveedores. Sobre esta base, nos quieren hacer creer que elegimos libremente. El más amplio desarrollo de toda esta tecnología se expresa en el interés de mostrarnos que la vida virtual puede ser mejor que la real y que en términos de realidad, no hay diferencia entre una y otra. Más allá del debate filosófico al que puede llevarnos este planteo, la dilución de esta frontera incide negativamente en el reconocimiento de las nociones de tiempo y espacio a las que me refería anteriormente y a nuestra organización subjetiva. La virtualidad se define por tener existencia aparente. El espacio de una pantalla, por más que reproduzca con extrema fidelidad cualquier ambiente, sigue siendo plano, de dos dimensiones, recortado, mientras que el real es tridimensional, tiene volumen y contiene. Con la noción temporal sucede algo similar, en la pantalla no se identifica noche o día ya que está permanentemente iluminada, por lo tanto, puede borrar las coordenadas de horarios. No importa dónde me encuentre ni cuándo, para ser y hacer. Opuesto al concepto de Sujeto situado de la Psicología Social elaborada por Enrique Pichon-Riviere y Ana Quiroga.

En un artículo de Luciana Alonso en el diario Perfil dice que “las tecnologías digitales han cambiado la sustancia misma de nuestra concepción de la realidad y la manera de relacionarnos con ella, y lo han hecho con la lógica de hacerlo todo más fácil y agradable”. La lábil frontera que predica entre lo real y lo virtual y el entusiasmo por la facilidad que genera la tecnología, distorsiona la complejidad de la realidad y su laboriosa comprensión. La institución educativa con edificio, rituales, sonidos, olores, cuerpos en movimiento, no puede reproducirse virtualmente. El espacio queda reducido a una pantalla de variado tamaño y el tiempo…un gran conflicto que se está manifestando en el cuerpo. Quizás el registro en el cuerpo fuera el que más da cuenta del vínculo digital (utilizo digital para denominar todas las aplicaciones, programas que usan este lenguaje). No es igual usar la virtualidad con un cuerpo libre, en movimiento, que le puede poner límite al tiempo, que un cuerpo retenido obligatoriamente que se expresa y comunica centralmente a través de dispositivos. Sentimos cansancio, sobreexposición porque todas las actividades que antes desarrollábamos desplazándonos de un sitio a otro (laborales, familiares, recreativas) hoy tratamos de sostenerlas a través de pantallas.  El cansancio y la sobreexposición también se dan porque quedamos recortados a la mirada y la voz, sostenemos desde ahí y nos falta sentir la energía que el otro aporta. En este aspecto, a docentes y estudiantes nos pasa lo mismo. Y lo que fundamentalmente no puede reproducirse es el sostén, motivación, riqueza, identificación, que genera el vínculo cara a cara.

La interrupción violenta de la cotidianidad nos dejó inicialmente inertes. Y en el ámbito educativo se recurrió a la palabra virtual, para indicar la forma en la que podía darse continuidad a la tarea educativa. Los funcionarios recordaron todos los recursos digitales que ya estaban desarrollados y prometieron más. Comenzaron a difundirse aplicaciones y plataformas. Se inundaron las redes con materiales digitalizados. “A nada digo que no, a todo digo que sí”. La realidad es que lo educativo se sostiene desde el trabajo a destajo de docentes que tratan de generar propuestas, actividades, tareas, sin contar con las condiciones y recursos que conocen del trabajo presencial.

 

La virtualidad como recurso, no como contenido

La educación a distancia existió siempre. Con diferentes tecnologías, la propuesta de formaciones no presenciales, sobre todo en la educación no formal, tiene larga trayectoria. Con el desarrollo de la tecnología digital, fueron apareciendo propuestas del sistema formal con validación. Y con la suma de recursos virtuales se crearon aulas virtuales en las que se puede cursar una carrera. El diseño de las aulas virtuales implica: logística tecnológica (conectividad garantizada, aplicaciones específicas, soportes adecuados, recursos de enseñanza digitales), diseño de contenidos teniendo en cuenta la autonomía de estudiantes, propuesta de actividades diversas con uso de recursos diversos, docentes preparados para esta tarea. El contrato entre los que enseñan y los que aprenden implica aceptar estas condiciones.

La tarea que intentan la mayoría de docentes de cualquier nivel educativo, puede tomar de lo anterior los recursos digitalizados, el uso de algunas aplicaciones y en el mejor de los casos, una plataforma. Algunos de estos recursos son de calidad, aunque esto no le cambia su carácter de recurso. Insisto con esto porque muchas veces se lo toma como lo principal subordinando al contenido. Enfatizo que es imprescindible articular el qué con el cómo.

La conectividad en muchos lugares es un conflicto, no sólo por la calidad sino por quiénes pueden disponer de ella. Y este es un problema de base que se da tanto en la Ciudad de Bs. As. como en Jujuy. Lo más generalizado es el uso del celular con datos móviles, que a su vez depende del contrato con la proveedora y de la calidad de la señal. Hay varias zonas del país donde no hay conexión a internet o es mala.

Los contenidos que estaban planificados eran para clases presenciales, que como tal, no pueden replicarse sin ser reelaborados para una propuesta a distancia. Finalmente, los docentes no fueron capacitados para sostener un trabajo constante en línea (e-learning).

La virtualidad, entonces, es centralmente un recurso. También, permite sostener redes de comunicación. Como propuesta, implica volver a pensar qué contenido enseñar en este espacio, con qué recursos, teniendo en cuenta los alumnos reales.

Me sorprendió cuando algunos funcionarios remarcaron “que no eran vacaciones”. A quién se le podría ocurrir que confinados pudiéramos sentir que estábamos de vacaciones. Crisis era y sigue siendo la palabra que da cuenta, aproximadamente, de cómo estamos. Implica una ruptura, reconocer que es difícil apoyarse en lo que conocemos, lo previo, lo que tenemos instalado, y aún no visualizamos lo nuevo.

Lentamente y apelando a nuestra plasticidad, intentamos salir del caos, reconociendo la complejidad de la situación. Mandar trabajos prácticos, lecturas y cuestionarios, ejercicios, daba la sensación de que algo de lo conocido continuaba. A poco de andar, cientos de correos, preguntas en cualquier momento y agotamiento de esos recursos, mostraron que se podía reflexionar en otra dirección.

 

La pregunta que surge es cuál es hoy la tarea

La Psicología Social elaborada por E. Pichon-Riviere y Ana Quiroga, habla de un sujeto en relación permanente, dinámica, dialéctica, con el mundo, y del conocimiento como la posibilidad de comprender, develar lo que sucede e intervenir sobre esa realidad produciendo efectos sobre sí mismo. Así puede aspirar a cambiar, transformar aquello que dificulta, obtura, oprime. A esta concepción de mundo, sujeto y conocimiento la denominó Adaptación activa, siendo lo activo, la posibilidad de intervenir y modificar.

 

Mantener vivo el interés por el conocimiento

Me parece imprescindible partir del reconocimiento y aceptación del aislamiento físico. El concepto de “continuidad pedagógica” da lugar a equívocos y alimenta expectativas y demandas difíciles de satisfacer. Se mantiene la actividad educativa, que es distinto a continuidad. Se modificó el encuadre de la tarea y por consiguiente las condiciones. Esto implica que se modificó el contrato. Hoy hay que replantear la tarea teniendo en cuenta los cambios involuntarios de las variables. En este contexto, elijo sostener el vínculo pedagógico. En él se reconoce a quién enseña, a quién aprende y al contenido/conocimiento mediando esa relación. Y una tarea, la transmisión del conocimiento que promueva la apropiación del mismo.

Un aspecto imprescindible de este recontrato es tener un relativo conocimiento de la persona que aprende. El año escolar arrancó con una semana de clases y en el nivel terciario/universitario ni siquiera. El estudiante por lo tanto es una entelequia, sin cara y sin nombre. Y ahí está la primera tarea, tratar de conocer algo de él, cómo y con quiénes está en su aislamiento, con qué recursos cuenta. Esta es una manera de que se sienta reconocido por quien enseña, su identidad y que nos reconozca en esa actitud. Nosotros también necesitamos ser confirmados por el otro. La identidad tiene una dimensión relacional, de encuentro, de reflejo, de semejanza con el otro. Se inscribe en un proceso social que le da sostén y pertenencia. A una semana de suspendidas las clases, un niño de 10 años le dijo a su padre que, aunque no pudiera ir a la escuela, quería hacer las tareas con el guardapolvo puesto. Ejemplo superlativo de lo antedicho.

El papel de los contenidos. Las planificaciones necesitan ser revisadas a la luz de la situación de estudiantes, necesidades nuestras y de ellos, y del espacio en el que es posible desarrollarlas. Encontrarle el sentido a qué enseñar, es el primer paso para luego poder elegir el recurso. Qué contenidos no previstos se vuelven necesarios para poder comprender que esta pandemia desnuda el estado de indefensión de miles. Qué significa hoy globalización y cierre de fronteras. Exacerbación de nacionalismos que promulgan desarrollo interno siendo grandes potencias opresoras. Desmantelamiento de institutos de investigación que igual hoy, con los recursos que le quedaron, están en la primera fila en la búsqueda de respuestas para controlar el virus.

En este contexto se agudiza un aspecto que muchas veces se soslaya. Al igual que en el tratamiento de la pandemia, nos necesitamos todos. Al estar mediado el intercambio por el recurso tecnológico, todos dependemos del otro. La tarea, el trabajo, es vehículo privilegiado de ese vínculo. En la necesidad de mantenerlo descubrimos otra paridad. No sólo vivimos emociones similares en cuanto al aislamiento, sino que también, si uno propone y el otro no responde se genera un vacío. La ausencia de gestos de lectura inmediata que se manifiestan en la presencialidad (interés, alegría, aburrimiento, desinterés, sueño, etc.) aumenta la necesidad de ser regularmente reconocidos y confirmados por el otro. Se requiere un producir más cooperativo entre docentes y estudiantes y también familias, sobre todo en los más pequeños. Mantener y desarrollar solidaridad y acompañamiento, favorece la respuesta colectiva, probablemente la mejor frente a la amenaza. Ya vimos que ni la fortuna económica de algunos impidió que el Coronavirus fuera letal.

Mantener vivo el conocimiento, tratar de comprender esta crisis, interrogarnos, desechar las aceptaciones acríticas, nos ubica en potenciales transformadores de lo que estamos viviendo. Podemos ser menos usuarios y más productores, aunque sigamos usando los mismos recursos digitales. Lo nuevo, la posibilidad de la reorganización después del caos se encuentra en la capacidad de aprendizaje que todos tenemos. Y el conocimiento la herramienta. Lo que estamos haciendo no es “un mientras tanto”. No sólo porque ya se sabe que en la mayoría del país las instituciones educativas serán las últimas en volver, sino porque a lo realizado en este período no lo puede invalidar una supuesta certificación.

La comunicación, el aprendizaje y la salud mental son conceptos en permanente interacción. De todas las contradicciones que esta crisis desnuda y potencia, probablemente la principal sea mantener el interés por el conocimiento.

 

Este artículo es un desarrollo ampliado del tema abordado en la charla «Reflexiones de la psicología social ante la pandemia. Enseñar y aprender en cuarentena», 10.04.2020

Fuente: (https://lm-conferencias.blogspot.com/)