En estos días se está estudiando en el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación un proyecto presentado por capitales chinos, en el que se habla de una inversión millonaria para instalar mega granjas porcina, con el propósito de multiplicar varias veces la producción local.
Argentina, con los resultados de las últimas cosechas, se ha transformado, junto con Brasil y EEUU, en el tercer gran productor mundial de maíz. Mientras los demás integrantes del podio industrializan el 80% de su producción, nosotros solo el 23%, y el resto lo exportamos como granos, sin ningún agregado de valor. Creemos que este tema es de central importancia: año tras año nos encontramos con la paradoja de las cosechas récord y sin embargo, los productores desaparecen, la ruralidad se empobrece, continúa la primarización de nuestra producción agropecuaria, y esta realidad es en gran parte la causa de la falta de trabajo, desaparición de las chacras de pequeños y medianos productores, con el constante éxodo y desarraigo de población y achicamiento de nuestros pueblos. En ese sentido, creemos que es fundamental darle valor agregado a nuestra producción o como decía Lisandro de la Torre “industrializar nuestras chacras”. Transformar granos en carne es el principio de una larga cadena que podría motorizar la economía rural y urbana.
¿Necesitamos que vengan los capitales chinos o cualquier otra multinacional para hacer eso? Podemos hacerlo nosotros, con nuestros productores, nuestros jóvenes, nuestros recursos naturales. La extranjerización y concentración de nuestra economía nos llevó a la triste realidad que hoy estamos viviendo, donde lo principal de nuestras riquezas se las llevan unos pocos y condicionan a los gobiernos de turno. Cuando los capitales extranjeros invierten acá, hacen ganancias extraordinarias y se la llevan, fugando dólares hacia sus casas matrices, a sus países, o a paraísos fiscales. Esto nos pasa con los granos, con los bancos, con el petróleo, con las automotrices, con la pesca, con el carbonato de litio, con el oro, etc. A esto le debemos agregar el daño ambiental que producen semejantes niveles de concentración productiva. No nos oponemos a la mayor producción pero esta debe ser con productores y amigable con el medio ambiente.
Si queremos resultados distintos tenemos que tener políticas públicas distintas que beneficien a los trabajadores, a los productores y a los intereses nacionales. Por eso tenemos que impulsar un fuerte plan nacional porcino, que vuelva poblar las chacras, que termine con el monocultivo, que diversifique la producción agropecuaria y motorice el mercado interno. De lo contrario volveremos a repetir la historia que pintaba la canción de Atahualpa Yupanqui: “las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”.
Hoy N° 1825 29/07/2020