En millones de españoles la angustia de la crisis, y la perspectiva cada día más real de la desocupación y el hambre, están transformándose en furia. Al estafar a sus propios electores practicando todo lo opuesto a lo que prometió en su campaña y convirtiendo a España en una especie de semicolonia financiera de la Unión Europea (UE) –y principalmente de Alemania–, la política antipopular y antinacional de Rajoy sacó a multitudes a la calle el jueves 19.
En millones de españoles la angustia de la crisis, y la perspectiva cada día más real de la desocupación y el hambre, están transformándose en furia. Al estafar a sus propios electores practicando todo lo opuesto a lo que prometió en su campaña y convirtiendo a España en una especie de semicolonia financiera de la Unión Europea (UE) –y principalmente de Alemania–, la política antipopular y antinacional de Rajoy sacó a multitudes a la calle el jueves 19.
Verano y otoño calientes
Cientos de miles salieron en todo el país en protesta contra las nuevas medidas de “austeridad” impuestas por el gobierno del Partido Popular. En Barcelona y en Madrid se congregaron unas 400.000 personas. En la primera se reclamó a gritos la renuncia de Rajoy.
La protesta tuvo lugar el mismo día en que el Congreso convalidó el nuevo ajustazo sobre los trabajadores del estado, que ya venían protagonizando manifestaciones diarias contra el plan que descarga sobre los sectores populares los tremendos efectos de una crisis que no generaron, mientras quienes sí los generaron reciben de la UE y del gobierno español rescates de cientos de miles de millones de euros. Precisamente el mismo día 19 el Parlamento alemán aprobó un nuevo “salvataje” por 100.000 millones de euros para la banca española, “ayuda” que la burguesía monopolista hispana y su vocero Rajoy vienen mendigando desde hace semanas.
“Quieren arruinar el país. Hay que impedirlo”, clamaron pancartas en 80 ciudades de España, ilustradas también con tijeras cruzadas por la palabra “No”. En Asturias, ocho bomberos se desnudaron completamente para una foto donde posaban bajo un cartel: “De tantos recortes, en pelota hemos quedado”. “Frente a la crisis económica que ningún trabajador público o privado ha generado, los gobiernos solo saben recaudar dinero de nuestros bolsillos”, dijeron.
El sábado 21 manifestaron en Madrid varios miles de desocupados llegados de distintas regiones de España. Los “parados” suman ya 6 millones.
Como en la Argentina de tiempos de Menem y De la Rúa, el ajuste proimperialista golpea a todo el pueblo con la suba del IVA (que genera inflación en el mismo momento en que se congelan o se bajan los salarios); la inclusión en ese impuesto de muchos servicios que lo tenían reducido o estaban exentos (como cine, peluquería, asistencia sanitaria y odontológica y otros); la reducción de los subsidios a los desocupados y a los inquilinos, etc. Todo bajo vigilancia directa de la UE y del FMI. Y todo para reducir esos “gastos” considerados causantes del déficit público, y pagar el sideral endeudamiento contraído por los bancos españoles con la complicidad del mismo BCE, es decir los que ahora se lo hacen pagar al pueblo.
Fisuras en el estado
El otoño español será caliente. Las grandes centrales sindicales (UGT y Comisiones Obreras), que durante años conciliaron con las políticas ajustadoras de “socialistas” y “populares” pero que peligran ser desbordados por la indignación general (y cuyos fondos son ahora erosionados por la gigantesca ola de desempleo), advirtieron que la movilización se extenderá al mes de agosto aunque es temporada de vacaciones en Europa. En setiembre habrá más huelgas de estatales: la huelga general el 26 de ese mes en el País Vasco y Navarra sería el preludio de otro gran paro nacional.
En Madrid y Barcelona Rajoy mandó nuevamente a la policía a reprimir a balazos de goma. Pero el gobierno se torna claramente más cauto en mover a las fuerzas represivas, y con razones. En Madrid un grupo numeroso de efectivos policiales se quitó los cascos y marchó con la gente bajo una pancarta que decía “Somos la policía del pueblo, no de los políticos”. Según versiones, en algún lugar los bomberos impidieron el paso de las fuerzas policiales que marchaban a reprimir a los manifestantes.
Ya antes de la jornada del jueves 19, y al calor de las luchas de los jóvenes “indignados”, de los estatales y los mineros, cuadros medios de militares y policías se declararon públicamente en contra de la política antipopular del gobierno de Rajoy diciendo que no se quedarían de brazos cruzados frente al recorte de los servicios públicos y los salarios estatales, y en algunos casos participaron en las marchas. Incluso se constituyó una “Asociación Unificada de Militares Españoles” (AUME) que declaró públicamente que tomarán partido en las luchas contra el gobierno.
Hacia el 25-S
El presidente del Gobierno español Mariano Rajoy no se cansó de vociferar que España sólo tiene para elegir “entre un mal y otro peor”, y que recortar gastos, salarios populares y derechos sociales es “la única alternativa”. Por de pronto, movimientos sociales de toda España –por el momento convocados a través de las redes sociales– se proponen gestar una nueva gran jornada el próximo 25 de setiembre: el 25-S convergerían masivamente columnas provenientes de todas partes de España al Congreso con el fin de rodearlo y acampar allí en forma indefinida, exigiendo la disolución de las Cortes y la apertura de un proceso constituyente para la redacción de una nueva constitución que conforme “un estado democrático”.
Al cierre de esta edición de hoy, a pesar de todos los ajustes y de los interminables recortes, los grandes consorcios monopolistas y financieros europeos y mundiales le bajaban el pulgar a España exigiéndole nuevas condiciones antipopulares y antinacionales y tasas impagables a cambio de permitirle nuevos y nuevos endeudamientos. Pero el pueblo español viene de una gran jornada de huelga general en marzo, otra en mayo contra los recortes antieducativos, y de la “marcha negra” de los mineros asturianos y leoneses que removió todo el escenario nacional.
La angustia y la desesperanza en las “salidas” que viene ofreciendo desde hace años la institucionalidad burguesa se mezcla y se cruza en el ánimo de millones de españoles con la esperanza y el orgullo de clase que hace pocas semanas sembró esa gran marcha del proletariado minero, que podría constituirse en el núcleo de unidad de sectores populares muy amplios contra las políticas antipopulares, promonopólicas y proimperialistas, y para que la crisis la paguen sus responsables.