Al grito de “no es abuso, es violación” la concentración de la capital navarra desbordó la Plaza del Ayuntamiento. En Barcelona “justicia patriarcal, justicia criminal”, clamaban las asistentes a la movilización convocada en la Plaza Sant Jaume. En Madrid una multitud se concentra frente al Ministerio de Justicia.
La deliberación de los jueces de Navarra —con dos votos favorables y uno en contra— ha caído como un bombazo en primer lugar por la puesta en libertad de los agresores condenados en primera instancia a nueve años de cárcel y por la consideración de que no hay peligro de reincidencia cuando está probado que ya abusaron de otra mujer en Pozoblanco (Córdoba) que todavía está en fase de instrucción. Los argumentos esgrimidos por los dos magistrados que han apoyado la excarcelación de los miembros de La Manada resultan “obscenos”. Los magistrados justifican el auto en función del arraigo familiar y la insolvencia de los condenados, es decir tomando la decisión desde la perspectiva de los agresores y no de la víctima.
En julio y septiembre de 2017, el tribunal sí apreció riesgo de fuga y de reiteración delictiva y sin embargo, hoy, tras cumplir casi dos años de prisión provisional, son libres al pagar la fianza de 6.000 euros. Lo normal es que a un condenado en prisión provisional se le mantiene esa prisión provisional, sobre todo cuando tiene una sentencia de nueve años, hasta el cumplimiento de la mitad de la condena.
La regresiva sentencia que condenaba a los miembros de la “Manada” por abusos pero los absolvía de violación desató una ola de protestas sin precedentes. Las movilizaciones no sólo señalaban a los agresores sino que denunciaban una justicia patriarcal que ejerce una violencia estructural contra las mujeres. Las redes se convirtieron en un espacio de reflexión sobre la violencia de género. Miles de mujeres compartieron sus testimonios sobre agresiones sexuales bajo la etiqueta o hashtag #Cuéntalo, en un ejercicio colectivo de concienciación sobre una violencia estructural que se ejerce sobre las mujeres.
La indignación contra la sentencia de ‘la Manada’ cruzó fronteras. Centenares de personas se echaron a la calle en Londres, Berlín, Lisboa, Manchester o París en contra de “una justicia machista”. A las embajadas españolas en Londres y Lisboa o la Puerta de Brandenburgo acudieron, de manera espontánea, españoles a expresar la indignación colectiva. El polémico juicio en el que se juzgó a la víctima dividió a los juristas pero sobre todo abrió una brecha entre la sociedad y el poder judicial. Tras las multitudinarias protestas las asociaciones de jueces llamaron al orden alarmados por el movimiento popular que cuestionaba su autoridad.
La inexplicable medida parece más bien atender a una “venganza” de un poder judicial divorciado de la sociedad, sordo e insensible a sus demandas.
Hoy N° 1723 27/06/2018