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15 de febrero de 2017

La decisión de tres jóvenes de  tomar sol en tetas o haciendo topless en una playa, el tratamiento en los medios de comunicación y la ola de opiniones desatada, ponen al desnudo el rol que nos siguen imponiendo a las mujeres por ser mujeres. Nota 1 de 2.

Estamos pensando en voz alta

En nuestra sociedad la preponderancia de los hombres se expresa en las ideas y en la práctica social

 

 
 Uno de los hechos que nos hizo hablar mucho en todo el país fue el ocurrido en una playa de la costa argentina, en Necochea, cuando tres jóvenes que decidieron tomar sol en tetas o haciendo topless, fueron denunciadas por un encarnizado defensor de la “moral” que llamó a la policía, pidiendo a los gritos que se las llevaran esposadas. Cabe resaltar que la mayoría de las personas presentes no reaccionaron de este modo, algunas personas presentes incluso salieron en defensa de estas chicas. Pero lo llamativo –sólo porque no perdemos la capacidad de asombro- pero lamentablemente esperable, es que a este llamado al 911 respondieron con presencia “in situ” tres patrulleros y dieciocho efectivos de la policía de la provincia de Buenos Aires. Es muy fácil la ecuación para cualquiera que mire los noticieros y sepa que en Argentina se comete un femicidio por día: tres topless significaron la presencia de dieciocho efectivos de la policía de la provincia de Buenos Aires. Un femicidio cada 26 horas siempre es la presencia de cero efectivos de la policía en cualquier provincia del país. Otro abuso más.
Pensamos en voz alta. Salen a la luz las ideas que tenemos y que ponemos en práctica en la vida cotidiana. Voces que se levantan a favor y en contra del topless. Voces que juzgan o aprueban a estas mujeres. Más allá de las intenciones que hayan tenido estas chicas (de generar un hecho político, presentar una actitud militante o simplemente ganas de hacer topless), quizá no sospecharon el tsunami de opiniones y debates que se abrirían por este hecho. Emergieron ideas de todo tipo y tenor, dudas desde cómo explicar a una niña o niño la presencia de una mujer en tetas en la playa hasta si las tetas “son un órgano sexual de las mujeres”. Desde los grandes medios de comunicación se difunden nuevamente ideas de “moral y buenas costumbres” con aire de verdad absoluta, se plantea la licitud de los “tetazos” que se organizaron en varios lugares del país estableciendo cánones de belleza y estética (un importante diario de tirada nacional con ideas reaccionarias en su línea editorial, plantea entre otras atrocidades, que no deben mostrarse tetas feas, que hay mejores para consumo en revistas y programas de TV).
 
No tenemos permiso para decidir
Lo que aparece otra vez nítidamente es que no tenemos permiso para decidir. Topless en la playa no está permitido. Pero sí pueden verse mujeres semidesnudas utilizadas como bien de uso y cambio (¿Quiénes son los que facturan con el uso de las mujeres como propiedad privada?) en programas como el de Tinelli (por citar uno de consumo popular), donde millones de personas aceptan nuevamente por acción, omisión o acuerdo, que las mujeres somos mercancía con un código de barras cada vez más valioso para quienes negocian con nuestros cuerpos. Tomar sol o un baño en topless en la playa es considerado lesivo hacia los demás. Merece un operativo con tres patrulleros y dieciocho policías; pareciera que seis tetas descubiertas para tomar sol por decisión propia pueden ser muy peligrosas para la sociedad. Más que las ideas cuya difusión propicia el Estado desde los grandes medios de comunicación al servicio de las clases dominantes. Más que la presencia –siempre de la peor manera- del Estado, en los casos de violencia cuya máxima expresión llega al femicidio, por los permisos que este mismo Estado les otorga a quienes se hacen dueños de nuestras vidas y muertes. 
En este hecho, un fallo del juez en lo criminal de Necochea, Mario Juliano consideró que no es un acto lesivo para terceros hacer topless y que el artículo que lo prohíbe es “inconstitucional”. Hacer topless en la playa, para este juez no constituye delito y en consecuencia la policía no puede intervenir. 
Mientras pensamos en voz alta, podemos ir encontrando algunas pautas para seguir debatiendo. Por ejemplo, definir que queremos darle debate al sistema que nos oprime, que nos margina, posterga, discrimina, abusa, compra y vende por ser mujeres; que nos precariza, nos paga menos, menosprecia nuestra mano de obra por ser mujeres. Un sistema que nos quiere madres por obligación. Que nos puede echar del trabajo por quedar estar embarazadas. Que nos necesita para la producción pero que nos sigue cargando sobre las espaldas el trabajo doméstico y la resolución en soledad de la crianza de los hijos. Un sistema que propone espantarse por tres mujeres en topless a la vez que propone silencio ante la violencia que sufrimos, ante los femicidios, ante las redes de trata y prostitución, ante la pedofilia; que nos re-victimiza y nos hace culpables de lo que “nos pasa”. 
Tanto la acción de hacer topless como los tetazos que se hicieron en solidaridad, son expresiones que señalan la disconformidad con el trato que recibimos y la decisión de provocar cambios. Está claro que no nos liberamos por eso. Tampoco nos cosificamos. Se trata de expresiones que contienen a distintos colectivos de mujeres que expresan otras ideas, distintas a las dominantes y que más allá de gustos personales del resto, nos han puesto a debatir sobre temas profundos que nos aquejan a las mujeres en nuestra sociedad. Las mujeres en este camino, también nos abocamos a otras luchas para transformar la sociedad. No nos encontramos distraídas sólo mirando nuestros ombligos (o nuestras tetas). Pensemos que desde finales de enero en que sucedieron los hechos sobre los cuales reflexionamos en esta nota hasta hoy, pasaron nuevos temporales, nuevas inundaciones, conflicto con la paritaria docente, el séxtuple crimen de Hurlingham, el perdón a Franco Macri de una deuda de miles de millones con el Estado, el doble femicidio de Florencio Varela… Sólo por citar fragmentos de la múltiple, compleja y contradictoria realidad en la que estamos inmersos.
No podemos permitir que nos encierren en un dilema reduciéndolo a una guerra de teta vs cerebro. Si algo podemos afirmar las mujeres  es que se trata de una contradicción falaz, porque tenemos tetas y cerebro, conviviendo en nosotras amistosamente. Más bien se trata de tapar con las ideas que proponen y ponen en contradicción a ambas partes de nuestro cuerpo, a las causas socio históricas de los problemas que vivimos y que muchas y muchos intentamos modificar. La doble opresión, por ser trabajadoras y por ser mujeres, condición necesaria para la subsistencia del sistema, prevalece en nuestra sociedad pero no es un destino, es una necesidad del sistema. Se vio claramente en estos días el ejemplo en la práctica que nos sirve para confirmar que la contradicción principal es la de clase, pues mujeres con poder han salido a alzarse en contra de otras mujeres que desde el llano planteamos que hay que transformar la realidad. Por todo eso, pensar en voz alta, poner en palabras las ideas y comenzar a profundizar en el conocimiento de las causas socio históricas sobre las que se funda la sociedad actual, es condición indispensable para poder operar sobre esta realidad y transformarla. El debate explícito está planteado sobre si hacemos o no topless. Pero trae implícito el debate sobre la construcción y asignación de los roles sociales por ser mujeres y por ser hombres. 
Es importante entender y poner de relieve que todos los debates que se van abriendo ante la necesidad de transformar la sociedad, fueron y son permanentemente alimentados por el movimiento de mujeres de la Argentina. Nuestras mayores necesidades no pasan por hacer topless y nuestras mayores urgencias pasan por el derecho a nuestra identidad y a seguir vivas por elegir la vida que queramos. Desde esta perspectiva, mal que les pese a quienes pretenden hacernos pensar que es un destino vivir como no queremos o morir por rebelarnos, los Encuentros Nacionales de Mujeres de la Argentina son una gran escuela para las mujeres del país y un faro en el mundo. 
En los debates desatados aparece mucho de lo descarnada que tiene la realidad, cuando la ponemos en palabras suena chocante. Decir cómo nos sentimos tratadas porque así nos tratan, con las palabras que se están rumiando permanentemente en la sociedad, parece agresivo, poco tolerante y tolerable. No son las palabras. La violencia es intolerante, intolerable es la realidad. Poner en palabras, pensar en voz alta como lo estamos haciendo, es un buen síntoma de salud social.