—¿Cómo te reencontrás en este picnic con los compañeros, luego de tu viaje?
—Yo hace bastante que vengo al picnic y veo que año a año va creciendo. Aunque la gente está por distintos lugares, se ve que hay mucha, y eso es muy bueno, porque viene la familia, la gente más humilde. Hay hermandad, una cosa muy importante, y sin sectarismos; yo pienso que es algo muy de agradecer. Los compañeros siempre me reciben con mucho cariño, después de tantos años que estamos en contacto y en la misma lucha.
—Sabemos que tenés un nuevo disco…
—Fundamentalmente, yo llevo el mensaje del pueblo argentino en lucha. En “A mí la calle”, yo cuento todas las cosas que nos pasan y nos han venido pasando en los últimos tiempos. En España le cuento a la gente, que está aturdida de los medios de difusión del sistema, un poco sobre nuestra realidad, las luchas, nuestros sueños, nuestras necesidades que algunos llaman utopías, pero que son necesidades. Y allá, al menos se enteran de lo que estamos haciendo y de lo que nos está pasando. También cosas de allá, porque no en vano yo viví 34 años en España, entonces es un mensaje de ida y vuelta humano, de la problemática humana, que a la gente le llega.
—¿Cómo se realiza la
difusión de tus producciones?
—En el boca a boca se va dando la difusión; porque nosotros hacemos un arte, una música de resistencia ante los embates del imperialismo, es otra voz que queremos que la gente sepa que existe. Es romper la barrera de los intereses de los que tienen los medios de difusión, que generalmente están coartados por el dinero.
—¿Qué te genera, como autor, que una canción tuya sea tomada en los espacios de lucha, como ocurre con el clásico “Olor a goma quemada”?
—El haber llegado a la voz popular es trascender como un artista popular. Por ahí me pasa lo que le pasó a Armando Tejada Gómez, quien fue un gran poeta y amigo mío, el autor de “Canción con todos”. El estaba en la Plaza de la Revolución en Cuba, y la gente estaba cantando “Canción con todos”; y Armando se quedó como petrificado cuando un cubano le dijo “¿qué? ¿no conoces el himno, el himno de Latinoamérica…?” Y Armando se sintió muy bien. Fue algo parecido a lo que me ocurrió en una manifestación que se hacía en Madrid por el espacio verde, cuando escucho a la gente justamente cantando “Elegía a un tirano”, una canción mía. Me conocieron y me dijeron “no me digas que no te sabes la letra”. Y eso, para mí es trascender a un espacio popular muy importante.
—En tus canciones están
presentes detalles y registros de la niñez y de la ternura ¿cómo se hilan esos elementos en la poesía que nos habla
de la lucha?
—No creo que haya una diferencia, todas esas cosas humanas y bellas que uno trae desde la infancia, de la inocencia, después se van uniendo a otras experiencias; no voy a venir ahora a traicionarlas ni por dinero ni por fama. Todas esas cosas bellas a las que yo les soy fiel, son las que me llevan muchas veces a levantar la voz contra las injusticias, aquí y en cualquier parte del mundo, contra los atropellos, el crimen, la mentira. Sigo sin traicionar en esa lucha esas cosas bellas y pequeñas que la ternura me enseñó.
Yo no creo que la ternura sea debilidad, creo que es una forma de hacerse muy fuerte para luchar contra los esbirros; entonces yo le sigo siendo fiel a todas esas cosas.
—Desde tu lugar, ¿cómo
concebís la creatividad?
—Vengo de España y veo un vacío tremendo de creatividad; y están recurriendo a hitos de otra época, de hace veinte o treinta años, porque no crean nada, porque han roto ese hilo con la realidad, con el espíritu; porque los únicos que reivindicamos el espíritu tal como debe ser somos los materialistas. Porque sabemos que el espíritu es un don muy apreciado de la materia.
Y los otros, que hablan del espíritu como una cosa idealista, lo traicionan permanentemente por dinero, por intereses, por especulación, por acumulación, entonces, han traicionado la ternura, han traicionado la niñez, la simpleza, la miga de pan sobre la mesa, el beso de una madre sobre la frente, un abrazo con un amigo, con un hermano. Entonces no tienen nada que decir hoy, se les terminó la poesía, si es que alguna vez la tuvieron.
Esencialmente mi compromiso es con el arte. Soy un artista antes que nada, y eso es lo que me lleva muchas veces, desde el arte y desde ese compromiso, a reivindicar un montón de cuestiones humanas tan necesarias en esta época.
Estoy siempre creando porque estoy pegado a la realidad, estoy todos los días con la gente, trato de aprender de la gente y estoy siempre tratando de reflejar eso.
—¿Cambia mucho tu relación con el público de España y el de Argentina?
—Mi relación con el público, en el escenario es igual que aquí, no hago diferencias; yo les canto lo de Fuentealba y la gente lo canta conmigo. Yo canté “Olor a goma quemada” una vez en Galicia en una plaza, donde habrían unas tres mil o cuatro mil personas; cuando terminé de cantar, la gente empezó a gritar “Argentina, Argentina, Argentina”; así cerca de un minuto. Creo que hago un nexo entre los pueblos, un pequeño puente.
Y en España hay un mar de fondo muy grande. Lo que pasa es que han vendido al imaginario colectivo la sensación del bienestar.
De repente, y en contradicción con eso, te sale el presidente del Banco de España y dice que el 75% de los españoles está fundido; y como dice muy bien mi mujer que es española, en España lo que tiene la gente es el derecho a endeudarse, está todo el mundo endeudado. Pero hay mucha gente que está necesitada de que se le digan cosas, y lo reciben muy bien.
Mi público, lentamente, ha ido creciendo a tal punto que en esta gira hemos ido a diez localidades, hemos estado en Madrid dos veces, en Terragona, en Bilbao dos veces, en Santander, en León, en Alicante; la gente nos ha recibido con los lugares llenos. Son regiones donde el público me quiere mucho.