Malena se afilió a la Juventud muy pequeña, en los años setenta militando en el Mesap, agrupación estudiantil secundaria.A mediado de los ochenta, estudiando como maestra especial, encabezó la conformación del centro de estudiantes de dicha escuela, que nunca había tenido agrupamiento estudiantil. Participó en comisiones de prensa, en la lucha docente, y en movimientos culturales, a pesar en el último período de estar peleando contra la enfermedad.Transcribimos parte de las palabras de una compañera docente en su sepelio: Malena tenía una inmensa avidez de conocimiento; todo quería aprender para comprender la realidad. Todo le interesaba: la literatura, la plástica, el cine –su gran pasión desde la adolescencia–, las artesanías, la cultura de los pueblos originarios de los cuales se consideraba heredera por sus raíces.Creía en la educación como una herramienta fundamental para el proceso de avance y construcción de las personas y los pueblos. Estudió con sacrificio y con pasión, la mayor parte de su vida repartiendo su tiempo entre el estudio, su trabajo, sus responsabilidades familiares y el acompañamiento de sus queridos hijos. Siempre “a mil”, trasnochando y amaneciendo para rendir exámenes y controlar carpetas.Amó la docencia, se enorgullecía de haber ingresado por concurso a sus cargos, y estaba atenta a todos los debates y avances del campo educativo, hermanándose con sus alumnos “especiales” y del Terciario para que no abandonen, para que avancen en la superación de sus dificultades.Fue una gran luchadora. Estaba convencida que luchando se podía transformar la realidad. Seguramente por eso durante muchos años sus compañeros la eligieron delegada gremial y siempre participó en las listas o para frentes que se hicieron para la recuperación de la conducción de Amsafe. Siempre su corazón y voluntad estaban abiertos para pelear por los derechos de los docentes, siempre en el camino de alcanzar lo necesario y lo justo. Y por eso estaba dispuesta a saltar todas las veces que hiciera falta el límite de lo que otros –incluso la patronal, o las conducciones gremiales– consideraban posible o establecido. Así peleó también contra su enfermedad largamente, más de una década, intentando con audacia todos los caminos. Por todo esto despedimos sus restos con un aplauso, y mantendremos las banderas por las que luchó. ¡Tomamos la posta, Male! ¡Hasta la victoria siempre, compañera!
