Hemos perdido a muchos compañeros queridos en estos años. A cada uno lo extrañamos todos los días en la lucha, en las discusiones, en la vida. Y ya hace un año que no está Fatiga.
“Hay animales que cuando hablan dicen su nombre: Pitohuue (imitaba al bicho feo). Otros no: por ejemplo la vaca dice: muuu”. Así enseñaba Fatiga las vocales y las consonantes. Pero no en una escuela cualquiera. Con 19 años se fue a una comunidad aborigen de Formosa, con la promesa de un sueldo y una vivienda donde formar su familia con su compañera.
Cuando llegó la vivienda era una tapera, la escuela estaba en las peores condiciones, el Ministerio no entraba a pagar porque “total ahí no dura ningún maestro”. Fatiga duró. Se encontró con alumnos y familias que no hablaban castellano, y él no hablaba toba.
Pero persistió, se ganó el corazón de los pobladores, aprendió, por sobre todas las cosas aprendió, y así pudo enseñarles las vocales y las consonantes, y otras cosas más importantes que las letras, a los chicos.
El y su compañera, y después sus pequeños hijos, vivieron lo que vive el pueblo, aprendieron y enseñaron, crecieron. No aparecían en las fotos. Pero ¡qué bueno es “servir al pueblo” donde a cada uno le toca!
¡Tantas historias y anécdotas se podrían contar sobre todas las actividades en las que participó Fatiga! ¡Tantas discusiones para ponernos de acuerdo! En la Facultad de Medicina de Corrientes, en Misión Tacaaglé en Formosa, en su natal Esquina, en su club, en su río…
Fatiga ya no está, pero qué bueno es reencontrar a sus hijos ya grandes, y saber que todo valió la pena.
02 de octubre de 2010