La capacidad de afectación del COVID 19 no repara en condiciones de clase, es cierto. Jefes de gobierno, ministros, empresarios y hasta por ahí algún príncipe se encuentran entre las decenas de miles de sus víctimas, pero no todos los afectados poseen condiciones similares para hacerlo frente: la condición de clase marca distancias.
El ejemplo doloroso lo palpamos los ecuatorianos en Guayaquil. Los enfermos más pobres llevan su «aislamiento» sin medicinas en viviendas donde el hacinamiento es común e inclusive el acceso a los centros públicos de salud les resulta imposible. Ni pensar siquiera en la adquisición particular de las medicinas. Para ellos, el gobierno no está pensando en construir hospitales, sino en cavar fosas comunes.
Las soluciones a este tipo de problemas no tienen únicamente un sentido técnico, sino también de clase. La prioridad de la burguesía -ha quedado demostrada una vez más- no es garantizar la vida del pueblo, sino precautelar la integridad y el incremento de los capitales privados. No solo buscan aplicar las consabidas políticas neoliberales, también intentan aprovechar las circunstancias para hacer negociados con productos médicos a precios totalmente elevados. Después, esa misma burguesía que esquilma al pueblo, se presenta con «campañas de solidaridad» para lavar su cara, en las que el grueso de los recursos proviene de aportes de gente sencilla, pero se previenen de que luego, eso, les sirva para pagar menos impuestos.
El gobierno no solo está demostrando incapacidad para afrontar la crisis –al igual que ocurre con las autoridades socialcristianas del puerto principal- sino su apego a los intereses de los dueños del capital privado, local y extranjero. No se explica de otra manera su decisión de pagar la deuda externa cuando lo que más necesita el país es recursos económicos, y su resistencia a escuchar el clamor popular de que los que más tienen aporten más.
Organizaciones como Unidad Popular, Frente Popular, FUT, Conaie han formulado propuestas viables para que el país pueda contar, de manera inmediata, con recursos económicos que posibiliten equipar al sistema sanitario, atender la salud y la alimentación de millones de ecuatorianos que viven en condiciones de pobreza y extrema pobreza, para quienes la amenaza a sus vidas proviene de dos pandemias: del COVID-19 y la pandemia del capitalismo.
Guayaquil, la ciudad más poblada del país, es a su vez la ciudad donde más se evidencia la injusticia, la desigualdad, el desempleo y la pobreza. Por las condiciones económicas, sociales y culturales se ha convertido en el epicentro de la pandemia de Covid-19 en nuestro país.
Hoy N° 1809 08/04/2020